Estoy sentada en el gran sofá blanco de la sala, esperando a que mi madre baje para llevarme al colegio.
Todo esto me suena muy raro, hace años que voy caminando sola. No logro dejar de pensar en qué será lo que quiere decirme, y mi mente no deja de imaginar diferentes escenarios a los que posiblemente pueda enfrentarme.
¿Se tratará de Elizabeth? No lo creo, aunque no lo descarto.
¿Algo sobre Hayden? Imposible, no lo conoce.
¿Estará embarazada? Por mi salud mental, espero que no.
¿Se divorciarán? No los he visto pelear, pero sinceramente prefiero eso antes que cualquier otra de las anteriores.
No dejo de darle vueltas al asunto y la ansiedad se apodera de mí, como cada vez que las cosas tardan más de lo que me gustaría que tardasen.
Relájate Becca, de seguro es una tontería.
Últimamente me encuentro demasiado estresada debido a los adorables y para nada extraños acontecimientos que me golpean día a día. No se si culparme a mí misma por haberme metido en esto, o si hacer responsables a todos los que me rodean, pero lo mismo da. Me doy cuenta de que he llegado al punto en que una simple charla con mi madre me tiene como loca.
Miro el reloj. Si no baja de inmediato, llegaré tarde.
Iría a buscarla, pero me da demasiada flojera subir las escaleras a esta hora.
Pero tengo examen de matemáticas, no puedo llegar tarde.
Pero los escalones son enormes y son muchos.
Pero si me retraso no podré entrar al salón.
Pero el camino hacia la habitación de mi madre es muy largo y aún no estoy del todo despierta.
Pero no puedo reprobar el maldito examen.
La vida es cuesta arriba, Rebecca, mueve tu culo.
A regañadientes, me incorporo hacia adelante y consigo levantarme. Estoy luchando contra mi propio cuerpo, que se niega a aceptar que la llegada de un nuevo día conlleva realizar actividades y moverse.
Doy pesados pasos hacia el pie de la escalera, justo cuando mi madre viene hacia mí.
¿Para qué diablos me he parado?
Qué desperdicio de energía.
— Becca, ¿Estás lista? — pregunta mientras se acomoda su perfecta melena recién arreglada.
— Sí, debemos apurarnos — hablo bostezando.
Mi madre toma su bolso y se dirige hacia afuera de la casa. Yo hago lo propio, y voy tras ella.
No veo la hora de que comience a hablar, así podré sacarme la molesta duda que me intriga a más no poder.
Estoy lista para lo que sea.
¿Qué más podría pasarme?
El sol brilla con ganas mientras me meto dentro de la camioneta, haciendo todo lo posible para no mirar hacia la casa de enfrente. Lo único que me restaría para culminar con mi racha de suerte sería cruzarme a Elizabeth a estas horas.
Y definitivamente eso no ocurrirá.
De ser necesario, me tiraré debajo de la camioneta.
Adoro el aroma del coche de mi madre, una mezcla de su exquisito perfume con el cuero de los asientos. Una vez dentro, cierro la puerta y me abrocho el cinturón.
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Detrás de Ti ©
Teen FictionCuando creí que aquel extraño chico (pero que esta muy bueno) era solo un idiota sin cerebro, me demostró que no tenía ni idea de a qué estaba enfrentándome. Nunca te dejes engañar por las apariencias, las miradas más inocentes esconden las persona...