5. SECO.

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Llegué hasta la puerta de esa casa que cálidos y hermosos recuerdos me traía, incluso me encontré fantaseando y deseando con fervor que ella abriera la puerta y que, como solía, me sonriera de esa forma angelical y se colgara de mi cuello para que...

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Llegué hasta la puerta de esa casa que cálidos y hermosos recuerdos me traía, incluso me encontré fantaseando y deseando con fervor que ella abriera la puerta y que, como solía, me sonriera de esa forma angelical y se colgara de mi cuello para que la besara ahí, en el umbral.

Irina abrió con semblante triste y los ojos hinchados. La observé por unos segundos en silencio mientras ella hacía lo mismo.

—Siento llegar así —me disculpé compartiendo su pena. Asintió torciendo la boca.

—No te preocupes, Liam... ¿Qué sucede? —preguntó abrazándose como si tuviese frío. La casa se veía oscura, sin vida. Un silencio ensordecedor se podía sentir, la nostalgia era palpable.

—Necesito hablar con ella... —la madre de Kya negó conteniendo las lágrimas.

—Se fue, Liam —susurró dolida. Que me lo recordara fue como si un puñal que ya permanecía clavado en mi pecho se encajara aún más, aumentando de esa forma la sensación de perdida.

—Lo sé... —pestañeó arrugando la frente—, pero necesito que me digas dónde encontrarla, debemos hablar... —cerró los ojos fuertemente. Cuando los abrió me observó con aflicción.

—Me pidió que no lo hiciera, Liam, fue muy clara y... lo siento... no te diré dónde está —La sangre de mi cuerpo se detuvo.

—Irina —le rogué ansioso. Colocó una mano fría sobre mi antebrazo mirándome con decisión, temblando.

—No, Liam, y por favor, te lo suplico, no insistas... A Kya no le hace bien todo esto, no sé qué ocurrió, pero me queda muy claro que no desea seguir a tu lado... La conoces, no es una chica que juega con algo así. Si lo decidió, por algo es —Me intentó convencer. ¿Qué más podía decirle? Asentí con la vista extraviada en una de las ventanas laterales, sintiendo la impotencia correr como veneno por todo mi torrente.

—De acuerdo... y gracias, Irina.

—De nada y... cuídate, ¿sí? Tú también debes intentar salir de esto —me rogó con voz quebrada. Sonreí con tristeza.

Si tan solo hubiera existido la manera de lograrlo, seguro lo habría hecho. Pero era tan fácil para todos decirlo y para mí tan imposible. Algo no me permitía estar tranquilo creyendo que verdaderamente me abandonaba por convicción. Sentía, casi todo el tiempo, que ese círculo quedó abierto, en pausa, suspendido. Y eso, comprendería años después, sería una de las razones por las que no podría darle vuelta al capítulo más hermoso de mi vida. Ella.

Llegué a casa, subí a mi habitación y me dejé caer sobre la cama aún con la mente perdida. Su ausencia era notoria, la percibía ya tan lejos. Era como si los hilos que nos unían se estuvieran estirando tanto que la tensión era tormentosa, y la sensación, demasiado incómoda.

Coloqué mis brazos en la nuca sintiendo que hasta respirar era complicado. No lo lograría, sabía que no podría. Esas dos semanas ya habían generado estragos importantes en mi persona... ¿Cómo viviría mis días sin su esencia? Imposible.

Eterno, Muy profundo II © ¡A LA VENTA!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora