c i n c o (II)

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Siento que me asfixio. Me han cambiado de habitación. A una más oscura, estrecha y llena de mierda.

Aunque el cuerpo me pide a gritos que duerma un poco, la conciencia no me deja. Los ruidos procedentes de otras habitaciones tampoco permitirían que conciliara el sueño demasiado. Se escucha un continuo goteo de un grifo mal cerrado. Justo a mi derecha. A diferencia de la otra habitación, esta no está vacía, hay una mesa alargada. Llena de tierra y bolsas pequeñas de plástico vacías. Un fregadero debajo de la empolvada y enana ventana, que dejaba pasar un poco la claridad de una luz artificial.

Y de nuevo la Lia ansiosa, la impaciente y desesperada resucita de los escombros. Me levanto, dejando de abrazar mis rodillas,
decidida, voy hacia la puerta. Pego mi oreja -no del todo, por lo llena de mierda que estaba- e intento escuchar algo, una conversación, unos pasos. Algo. Al final, lo único que consigo por determinar es una respiración fuerte y concisa, como un ronquido. Aquel tipo se había dejado dormir, como si no hubiera una tía dentro deseando salir.

Después de un largo suspiro y de pensármelo dos veces, empiezo a aporrear la puerta e incluso la llego a patear. Vuelvo a acercar la oreja a la madera de la puerta para comprobar si hay una respuesta. Afirmativo. La hay. Noté como se reincorporaba apoyando sus manos en la puerta. No me dio tiempo ni a apartarme de la rapidez con la que quitó los tres cerrojos que me encerraban.

—¿Eres estúpida? –Acompañó sus palabras con un empujón que me hizo que me cayera de culo.

—¿Po- por qué estoy aqu- aquí?

—No lo sé. Pero no estarás aquí mucho más si sigues haciendo ese tipo de cosas.

—Pero si sól..

—Me has despertado. Un viejo amigo, muy sabio, me dijo que lo que determina a un hombre es la cantidad de horas que duerme.

—¿Qué?

—No debería ni hablarte.

—¿Y por qué lo haces?

Resopla. Se quita la gorra, aunque se la vuelve a poner al momento. Me dio tiempo a ver que tenía el pelo castaño, liso y también me pude fijar en su flequillo que le tapaba, más aun, sus ojos. Y se frota los ojos con los nudillos. Escéptico.

—Mira, me estoy jugando el pellejo por hacer esto.–Su voz grave y profunda hicieron que me olvidara de los demás ruidos externos. —¿Podrías dejar de tocarme las pelotas? Si mi jefe se entera de que estas aquí, y que no se le ha informado de tú presencia, serán dos cadáveres en vez de uno.

No hablé. El nudo en la garganta, junto a mis ganas de llorar, volvieron. Mordía mis uñas, aunque no lo suelo hacer nunca. Carraspeo un par de veces evitando llorar ante su atenta mirada. Retrocedo, sin despegar el culo del suelo, y me arrastro hasta toparme con la pared. Cerró la puerta. Yo apreté mis puños y cerré con fuerzas mis ojos. Esperando la bofetada, el escupitajo, la patada. Pero al no notar mi mejilla arder, ni ningún tipo de dolor notable, abrí los ojos. Y en vez de ver a un hombre con rabia y ganas de darme la paliza de mi vida como esperaba, vi a un hombre nervioso dando pequeños círculos en el sitio, pensando.

—Tengo una idea. Quítate la camisa.

—¿Q-ué? No. Prefiero la bofetada.

—Joder Lia, no te voy a violar. Te estoy ayudando.

—¿Cómo sabes mi nombre?

—¿Eso importa? Quítate la camisa, no tenemos mucho tiempo antes de que venga.

—No. –Negué con la cabeza y agarré la tela de mi camiseta con fuerza.

—Muy bien, o te la quitas, o te la quito. Estoy perdiendo la paciencia contigo.

The Truth » Jeon Jungkook ; BTS [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora