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Luego de dos semanas del acontecimiento, Mary se encontraba jugando en el jardín como acostumbraba hacerlo los jueves por la tarde, cuando no tenía nada qué hacer, siempre salía al jardín a jugar un rato con sus juguetes o con su imaginación. Mark había estado visitándola algunas veces, había platicado un poco sobre sus intereses personales, aunque lo había considerado aburrido por siempre estar trabajando y nunca tomarse tiempos para salir a jugar con ella.

Ella le había comentado que quería ver una película dirigida por una tal; Mrs Onion, pero no sabía cómo se llamaba la película, Mark le había prometido encontrarla si es lo que ella quería pero a cambio debía darle algo especial, algo que sólo ambos debían hacer. Sin embargo, aquella promesa se había borrado de la mente de Mary debido a que había estado leyendo mucha mitología griega y por ende había obligado a Mark a jugar con ella a ser dioses del Olimpo.

Por un momento, mientras jugaba con sus barbies bajo la sombra de su árbol favorito, en el patio trasero donde estaba el jardín, se imaginó vestida con ese lindo vestido que usaba Hera, o el de Atenea, no le importaba, se imaginaba sentada en medio de todos los dioses, tomada de la mano de Zeus mientras cantaba algunos versos para todos los presentes; le fascinaba la idea de ser parte de una historia tan preciosa como la de la antigua Grecia.

-¡Mary! – Mark interrumpía sus pensamientos. - ¿Recuerdas la película que querías ver? – Ella asintió mirando al mayor que se encontraba tras la cerca que dividía las casas. - ¡La encontré! – La sonrisa de Mark se había convertido en un gran palacio celestial, acompañado de claveles y lindos arcángeles que le abría las puertas del mismísimo paraíso.

-¡No es cierto! – Gritó la niña llena de alegría. No podía siquiera imaginar lo mucho que había estado buscando esa película, las muchas veces que espero respuesta por parte de su madre para ir a verla, las muchas veces que se imaginó las escenas y las incontables veces que revisó por internet dónde las vendían.

La pobrecita no tenía entendido que se podían ver por internet, hasta incluso guardarlas en el ordenador.

Ella se levantó de su asiento y corrió a abrazar al mayor que ahora había abierto la puerta entre las dos propiedades, dándole así pasó a su muñequita para que lo abrazara. Al sentir los brazos del mayor rodearla, volvió a sentir aquel cosquilleo que ya había sentido anteriormente...

Aquel cosquilleo provenía de sus partecitas de princesa. Ella sabía que esas partes eran casi un regalo de Dios y que eran intocables, sólo se cuidaban con la máxima delicadeza, o por lo menos eso le había explicado la mujer. Pero, ella deseaba saber la razón del cosquilleo, no era la primera vez...Pero si era la tercera vez que Mark le hacía sentir ese cosquilleo, cada vez que se sentaban a jugar con sus muñecas, o cuando él la invitaba a comer galletas y beber leche mientras ella lo observaba jugar videojuegos. Él siempre lograba tocarla de maneras especiales, sin siquiera tocar sus partecitas, ella ya sentía ese cosquilleo y se sentía tan orinada que apenas podía disimularlo, la última vez que jugaron juntos tuvo que pedirle que la esperara un momento, pues tenía que resolver un asunto.

Ahora le pasaba algo similar, era la primera vez que Mark la abrazaba, y eso la hacía sentir rara, tan rara que o lograba discernir entre gusto o miedo. Ella no se comprendía al 100% y eso la preocupaba, ¿Cómo no puedes comprenderte? Ya tenía 16 , era prácticamente una adulta, necesitaba saber todo sobre ella.

Pero lo haría luego, ahora debía ir a ver la película.

-¡¿Dónde la encontraste?! – Su suave y dulce voz logró hacer que Mark sintiera estragos en el pecho.

|Mi vecino.|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora