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***

La pequeña ahora se miraba delante del espejo.

Nuevamente.

Se cuestionó muchas cosas antes de siquiera salir de su habitación, pero las dejó a un lado pues su madre no tardaría en llegar y la curiosidad se estaba comiendo su piel, poco a poco. En cuanto bajó, notó el desastre que había dejado la estúpida rubia, que ahora estaba en su lista negra. Salió por la puerta trasera y notó que quizás el sol estaba a punto de ocultarse, y que su madre se había tardado más de lo habitual, pero no le dio mucha importancia.

Con las manitas temblorosas tocó la puerta del patio del mayor. Sus manos sudaban y quizás su respiración estaba agitada, el mayor había logrado descolocarla y confundirla aún más, sumergirla con cariño en ese enorme océano, océano que recibía el nombre de duda.

Notó cómo la puerta se abría, y como los ojos cafés del mayor la miraban con asombro. Ahora llevaba una falda con corte de princesa color negra y un suéter con cuello de bandeja rojo. Sus queridas zapatillas negras y el cabello suelto. SI no fuera por su enternecido gesto, el mayor juraría que ella tenía la edad suficiente como para dejarlo a su merced, extraer cada gota de su cuerpo y arrodillarlo ante sus peticiones.

-Vaya...Mary...Adelante. – Le abrió paso. En cuanto entró notó que había un hombre, quizás un poco mayor que Mark, pero sólo por dos o tres años. El muchacho se levantó, dejando a Mary detallar su fornido cuerpo, su piel palida, su barba color café y su cabello ondulado del mismo color. El mayor tenía los ojos grandes y almendrados, las cejas bastante oscuras y la nariz perfilada. Sus labios eran delicados, parecía uno de esos hombres que muchas veces acompañaban a Peebles.

Más atrás, estaba una chica de baja estatura, demasiado pequeña al lado del mayor. Tenía el cabello negro y ondulado, sedoso. La piel pálida y labios algo carnosos, sus ojos eran tiernos y algo pequeños. Quizás de la misma edad que Mary, no parecía para nada mayor a los 17. Su silueta era bonita, aunque la chica no dejaba detallarla del todo, por su tímida postura. La chica vestía con un lindo overol color crema, debajo del mismo tenía una camisa de rayas finas con colores pasteles, y unas lindas converse complementaban su atuendo. El mayor vestía con un sueter de color azul marino, y unas bermudas negras, realmente casual.

-Ellos son mis amigos, Samuel y Anna. – Mark los presentó, Mary notó cómo Samuel tomaba con cariño la mano de Anna, y ambos se acercaban a saludar a Mary; - Un placer. – Murmuró Samuel.

Las manos de Mary eran torpes pero sin embargo logró hacer que el gesto fuera elegante.

-Mary, un gusto. - Susurró ella con sus mejillas ruborizadas.

-Anna, mucho gusto, Mary. – Le extendió la mano con una sonrisa dulce, la chica llevaba ortodoncia, pero le lucía fantástica.

-Oh, u-un gusto Anna. - Mary sentía ser demasiado torpe, pero por algún motivo no le importó, Anna parecía ser una persona bastante amigable.

-Muy bien, tomemos asiento. - Anunció Mark. – Ven, Mary. - La llamó y le señaló que se sentara en el sofá con él, ya que la visita se sentaría en el otro sofá que estaba en frente del mismo.

EN medio de ambos muebles había una mesita para el café de madera negra, sobre ella habían algunas carpetas y un tazón con galletas. A Mary le habían brillado los ojos en cuanto vio el tazón.

-Luego podrás comer. - Espetó Mark distrayéndola y haciéndola ruborizar. - Mary, ellos me vinieron a visitar hoy y quería que los conocieras...Pues...Sam y Anna son novios, y ellos podrían explicarte un poco de lo que quieras saber. - Mark parecía estar dándole la clave de una cuenta bancaria con veinte millones de dólares a Mary, sus ojitos se iluminaron y de inmediato sonrió.

|Mi vecino.|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora