Ella lo miró con ojos llenos de terror, él se limitó a encender la luz. Notó cómo las manos de ella temblaban, cómo sus labios estaban tintados por un rojo fuerte y cómo su blanca piel la hacía verse vulnerable, de no ser porque llevaba sus gafas ella habría notado cómo sus ojos dilataban sus pupilas.
Su cabello lacio y negro que ahora estaba húmedo le caía perfectamente al rostro, no la hacía ver terrible pero tampoco muy hermosa, era un desastre perfecto. Sus ojos de color café claro, quizás con destellos amarillos vagos, lo miraban aterrorizada, haciéndolo quizás dudar de sí mismo.
Ella notó que aquel hombre era...Casi perfecto. Sus facciones perfiladas y perfectamente acomodadas lo hacían notar aún más masculino que su propio cuerpo, su cabello ondulado y negro, sus ojos achinados, y su barba incipiente la habían hecho sentir cómo si no tuviera refugio, cómo si no tuviera cuerpo o ropa encima. Su nariz era un tanto ancha, y sus labios eran delgados y tiernos. Su piel se notaba tan blanca como la nieve, sin hablar de su altura, que no era demasiado prolongada pero ella aseguraba que era lo suficientemente alto como para tomar su cuerpo y ocultarlo en un baúl con determinada facilidad.
-¿Se..ñorita? – Titubeó.
-Afuera. – Fue lo único que salió de sus labios. – La casa estaba abierta...Afuera está lloviendo terriblemente...Y ...La mujer no está...Y mi casa está cerrada...Lamento la imprudencia. – Y en cuanto abrió la puerta para salir sintió cómo alguien le sujetaba el brazo, nunca se le cruzó por la cabeza que era él quién había decidido compartir más tiempo con ella, eso en un millón de años, pero así era, él había impedido que saliera de la que ahora era su casa.
-¿Cómo pretendes salir con esta lluvia? – Preguntó casi indignado de la ignorancia y el riesgo de la muchacha. – Es peligroso...Estás empapada, quédate un poco más mientras llega tu madre. – Su petición era casi imposible de rechazar y más para ella que ahora se encontraba en un dilema.
Sus sentimientos quizás estaban echando frutos por primera vez, no se había sentido así desde que deseo ese osito de peluche con tantas fuerzas, no pensaba en sus otras figuras de peluche sólo en él, y se le hacía casi eterna la espera al fin de mes para que su madre pudiese salir a pagarlo. Ahora era algo parecido, ese muchacho se le hacía casi irreal y no podía calibrar lo que sentía, si quiera imaginar lo bonito que podía llegar a ser, y mucho menos las muchas historias que podría contarle.
-Está bien. – Se limitó a decir.
Él la soltó, pues notó que su rostro estaba muy sonrojado y que el agarre le comenzaba a doler. SU bracito era muy frágil y delgado, la mano de él era bastante grande e imponente, era obvio que ese agarre doliese lo suficiente como para dejar una marca y lastimarla lo suficiente.
La invitó a pasar, guiándole hasta la cocina. El sentimiento que se albergaba en su pecho era agridulce, porque...No sabía si era bueno que este chico estuviese deambulando en su casa, mostrándosela, cómo si la casa quisiera que ambos se conocieran. Se encogió de hombros internamente, quizás no eran vecinos y ella ya estaba armándose una historia.
Debía admitir que él le proporcionaba a la casa aquel toque que necesitaba, dejaba de ser tan macabra cuando él meneaba sus caderas por los pasillos que tenían un tétrico aspecto. Se sentía como una pequeña niña en el interior de un tobogán, sin siquiera saber si se va a ahogar allí dentro. Al llegar a la cocina, él se percató de sacar unas bolsitas de té e invitarla a sentarse en una de las butacas de la isla que tenían allí.
Al aceptar sintió que las mejillas se le sonrojaban con aún más ímpetu, exponiéndola, haciendo que se sintiera aún más diminuta de lo que ya era. Meció sus pies adelante y hacia atrás mientras se miraba las manos, él ahora estaba calentando un poco de agua para el té.
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|Mi vecino.|
Ficción GeneralMary quiere conocer a su nuevo vecino. Mark quiere deshacerse de sus recuerdos.