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-Dios mío...Así que ¿Te quedarás en su casa esta noche? – Susurró Valeria, Mary asintió aunque no pudiese verla: - Sí, de hecho ya debo irme, no quiero hacerlo esperar más, algo tendrá que decirme...Puedes llamarme a su casa...Tengo el número aunque nunca lo uso. – Declaró la pelinegra.

-No, está bien, mañana iré a eso de las diez ¿Está bien?

-Oh bien, por favor no le digas nada de esto a tus padres... ¿Sí?

-Sí, ¿Quién crees que soy, Sarah? – Ambas rieron. – Oye, debo irme ya cuídate, besos, adiós. – Se despidió la castaña rápidamente al escuchar que sus padres se acercaban.

-Está bien, adiós. - Mary colgó para darse cuenta que...Ya era hora de irse.

Aún con su morral guindado en su espalda, apagó algunas luces y cerró algunas puertas. Finalmente salió de su casa luego de haberla asegurado y caminó hasta la casa del mayor, su corazón había comenzado a latir levemente rápido, sintiendo que su respiración se agitaba.

La noche sólo empieza, Mary.

Al verse en frente de la puerta, sintió de nuevo esa duda. No sabía si realmente quería entrar y quedarse con el mayor, no sabía qué tenía él en mente, no sabía nada, absolutamente nada...Se encontraba de nuevo en aquel callejón sin salida dónde sólo podía ver un viejo farol, que le daba una tenue luz en medio de esa gran penumbra. Se sentía sola, asustada, cómo si su osito de felpa hubiese decidido acorralarla y amenazarla con quitarle parte de sus más preciados juguetes si no se entregaba totalmente a él...

Pero... ¿Entregarse? ¿De qué manera?

Eso ni Mary lo comprendía, lo había escuchado de tantas bocas pero...Jamás se había tomado la molestia de preguntar el significado de la palabra, o siquiera de la referencia.

Sin embargo, pese a que en su pechito había duda...Dejó caer su puño levemente sobre la puerta, haciéndole saber a su cazador que la presa estaba lista para ser devorada...De alguna manera. Tocó varias veces, tragó levemente y sintió de nuevo pesadez, timidez, nervios. Comenzó a jugar con sus manitas mientras esperaba a que el susodicho abriese la puerta.

Luego de unos dos o tres minutos...El mayor la abrió.

Al verse...Ambos sintieron como sus cuerpos se tensaban.

Él no podía creer que ella estuviese lista.

Ella no podía creer que él la recibiera de esa manera.

Algo recorrió el cuerpo de Mary cuando lo examinó con la mirada, aún llevaba la misma ropa, pero...Había algo más en él...Su mirada era más intensa, sus labios estaban más rojos...Él estaba más sonrojado y hasta sus muslos estaban un poco más marcados. Sintió cómo él la recorría con la mirada, y de nuevo esa sensación de llevar algo que se llena en el pecho se albergaba en ella, en su mente, atormentándola, haciéndola sentir de nuevo con ganas de que él hiciese algo al respecto, algo para...Salvarla.

El mayor tragó saliva mientras mordía sus labios, notó que la pequeña llevaba aquellas prendas que, aunque no tenían sus queridos dibujitos, la hacían lucir tan inocente, tan preciosa, tan irresistible. En la mente del mayor sólo pasaba una cosa; Lo logré.

Mary pasó un mechón de cabello por detrás de su oreja al sentir que la mirada del mayor comenzaba a quemarle las mejillas a hacerla sentir diminuta. – Buenas noches. – Susurró la pequeña.

|Mi vecino.|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora