Las semanas habían transcurrido muy pacíficamente, acumulándose en meses, meses en los que Norah había empleado su tiempo en charlas ocasionales con Mary con respecto a ella, sí, a la personalidad de la pequeña, se había impuesto cómo meta conocer a su hija. Su hija que aún seguía siendo su pequeña bebita y que por ende en su interior continuaba siendo un suave e inocente ser.
A Mary le había encantada el cambio de la mujer, ahora se sentaban a dibujar juntas y a cantar algunas canciones de Mylary, a ambas les fascinaba ese toque chic y pícaro que Mylary tenía. Ahora su madre también detestaba a Peebles, aquello la impresionó debido a que la mujer defendía a capa y espada a esa rubia insípida. Mary se sentía cómo en aquellas épocas cuando su querido padre estaba vivo y la familia se sentía en armonía.
Y, ya no le hablaba a Sarah, al contrario, desde que había dejado de hablarle, ella se hizo amiga de muchas personas en aquel pequeño pueblo, ahora podía compartir con algunas conocidas y conocidos, la hacía sentirse un poco realizada el hecho de que no temía salir a jugar con algunas muchachas de su edad y que también habían muchos chicos interesados en ella y en su larga y lacia melena.
Sarah había estado encargada de hacer que algunos viejos amigos y amigas de Mary le dejaran de hablar, pero eso no le importó, pues con las amigas que había hecho le bastaba, no eran perfectas porque las chicas no entendían el por qué Mary se comportaba de esa forma o el por qué era tan científica loca pero, no les importaba Mary les seguía pareciendo agradable.
Su madre la había llevado a comprarse algunas franelas y faldas, ya que necesitaba un poco de ropa nueva. Allí aprovecho para comprar lazos para su cabello, ya que le encantaban, la hacía sentirse tan linda, tan tierna. Mientras estaban en la tienda recordó que una vez conversando con su vecino él le había dicho que le encantaría verla en un vestido de color rojo. Aquello le hizo insistirle a su madre que le comprara un vestido rojo que no fuera tan llamativo ni bochornoso a la vista, que fuera clásico y elegante. Su madre se encargó de aquello, y sin dudas no la defraudó. Al momento de comprarle el vestido Norah le advirtió que sólo era para asuntos importantes y que no debía ponérselo para salir a jugar, a lo que Mary respondió con un puchero pero sin embargo aceptó los términos, era demasiado precioso como para que cualquiera lo viera.
Además aquella semana había sido estupenda, al punto de que Amber, la hermana de Norah le había dicho que debía hacerle una visita, ya que le tenía una gran e inesperada noticia. Eso entusiasmó a Mary, debido a que su prima Valeria estaría con ella el fin de semana. Mary no podía esperar a ver a su prima, siempre se habían llevado bien pero, no podían hablar tan seguido debido a que vivían muy lejos, su prima vivía al Sur del país y ella vivía al norte, las llamadas a larga distancia eran muy costosas para la madre de Mary así que, sólo se limitaban a llamarse cuando era realmente importante. Así que Mary aprovechó aquella importante ocasión para sacar a relucir aquel precioso vestido.
Era Sábado, a justo al medio día. Mary llevaba su vestido rojo y su largo cabello suelto, el vestido era de escote cuadrado, muy similar al de los overoles. La falda del vestido era de corte de princesa y le llegaba justo a la rodilla, cómo no tenía mangas el susodicho, dejaba al descubierto sus blancos brazos haciéndola lucir preciosa y muy deseable. Los labios de la pequeña estaban más rojos de lo usual y sólo llevaba unas bonitas zapatillas negras. Su cuerpo curvilíneo entraba perfectamente en ese vestido, hacía que todos los padres de familia que en ese momento estaban fuera de sus casas la voltearan a mirar, pues claro, la pequeña había salido a caminar un poco mientras esperaba a su prima.
¿Me veré preciosa? Se preguntaba inocentemente.
¿Más que Peebles? Continuaba preguntándose.
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|Mi vecino.|
General FictionMary quiere conocer a su nuevo vecino. Mark quiere deshacerse de sus recuerdos.