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-Mary...Mark te va a ayudar. – Aquella voz con la que pronunciaba esas palabras estaba haciéndola sentirse incontrolable. – Sólo debes dejar que él haga el trabajo.

-¿Podrías empezar ahora? – Lo interrumpió. – Estoy asustada, siento que voy a estallar, y si estallo...Jamás podré volver a jugar contigo. – Entonces las lágrimas de la pequeña Mary descendieron por sus mejillas.

-Pequeña, no vas a explotar...Yo te voy a cuidar...No dejaré que nada te lastime, y que nadie te toque, y que nadie te observe, y que nadie te intimide. – El mayor ahora tenía sus labios en el cuello de la pequeña.

-No hagas eso. – Gimió despacio. – Me hace sentir que quiero estallar.

-Papi no quiere que explotes, pequeña. – La suave voz del mayor la hizo sentir que el cosquilleo se haría eterno, y que aquella simple frase, que aquel simple mote la había hecho sentir orinada de nuevo.

-Mark... - Cerró los ojos tirando, con delicadeza, su cabeza hacia atrás.

Entonces sintió los dedos del mayor colarse entre sus piernitas, abriéndolas poco a poco. Le impresionaba el nivel de humedad que tenía la chica, y lo muy pequeñas que aún eran sus partes. Pero se dispuso a tocarla, dejándola libre de aquella horrible incomodidad que había estado teniendo desde que lo había conocido.

-Mark... - Repetía en un gemido la pequeña. El mayor estaba usando magia, no sabía cómo podía generarle tanto gusto con tan sólo usar sus dedos, la estaba curando, la estaba salvando.

Poco a poco ella fue colocando sus manos alrededor de sus brazos fuertes brazos de los cuales brotaban varias venas. Su piel suave le proporcionaba más placer a ella.

-Eso es déjalo ir. – Le murmuró el mayor al oído.

Ahora estaban ambos sumidos en una nube de placer de la cual la pequeña no quería salir. Sintió los labios del mayor en su nuca, mezclando así las sensaciones y haciéndola gritar de placer. Aquello podía atraer la atención de su madre así que, Mark, al notar que aquella pequeña estaba por gritar, introdujo con cuidado uno de sus dedos a su boca, quizás atragantándole el grito de una manera muy repentina y torpe.

Ella quería besarlo, quería tocar su rostro, pero él la tenía allí atrapada, presa de cualquier movimiento, sólo podía tocarle los brazos, aquellos fuertes brazos que tanto había querido acariciar.

Lo que había sido tristeza...Se había desvanecido y ahora era gusto, placer,...Y todo aquello había ocurrido en cuestión de segundos.

La pequeña sintió que estaba en la cima de la montaña rusa, no quería bajarse, aquel goce estaba acabando con todos esos cosquilleos, quizás los había aumentado, pero ahora podía sacarles provecho, podían hacerla sentir mejor. Aquello le estaba fascinando, y más al ver que Mark quizás lo estaba disfrutando, ella no sabía cómo eran los hombres cuando disfrutaban de algo, sólo notó que el mayor se mordía el labio y que tenía el pecho tenso, su respiración era pesada, y sus mejillas estaban un poco rosadas.

-No te lo quedes, pequeña. – Su voz era tan lasciva cómo aquella vez, cómo la primera vez que le habló con tranquilidad.

Pero sin embargo, Mary seguía sin poder bajarse de la cima, Mary seguía sin siquiera poder moverse.

-Marky,...No puedo, no puedo sacarlo de mí. – Gimoteó.

Allí sintió cómo el mayor se reacomodaba,...Dejando un espacio de silencio donde se había detenido...Dejándola desconcertada, en medio de todo ese vapor que ella creía sentir y ver.

|Mi vecino.|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora