Un rayo de esperanza

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¿La verdad? Pensé que después de haber demostrado lo que valía L lo tendría en cuenta. Pero no. Después del accidente volvimos al hotel de L para continuar trabajando. Me dijeron que me habían cogido una habitación al lado para que trabajara desde allí. De eso han pasado unos días y aún no he visto a L. Watari es quien me da la información y recoge mis informes. Sin embargo parece apagado. Y yo reconozco que también lo estoy, después de tanto esfuerzo para que él me reconociera como a alguien de utilidad me encierra otra vez en una habitación. No es agradable. Ahora mismo no puedo hacer nada más que leer y mirar videos de cámaras de seguridad. No me he ni siquiera interesado en lo que hace L. Sin embargo no puedo parar de pensar en que podría haberme ahorrado lo de "ir a recoger información". Llevo desde las siete leyendo y tengo los ojos hechos una basura. Me muero de sueño y no sé qué hora es ni el rato que ha pasado porque L me dijo que no abriera las persianas. Oigo a Watari entrar por la puerta y ya me avergüenzo. Me trae la comida, unas galletas de chocolate. Sin embargo durante el rato que nos estamos callados ni siquiera las toco. Estamos en esta situación incómoda sin saber que decir. Sé que busca palabras para animarme, pero yo ya no quiero animarme. Solo quiero que termine este día de trabajo y poder dormir. Aunque tenga pesadillas. Es mejor eso que pretender no sentir nada mientras intentas retener esa desesperación.

De repente se levanta del borde de la cama donde se había sentado para verme la cara y se dirige hacia la ventana. La abre tan de golpe que los dos cerramos los ojos hacia la luz del sol. Aunque al cabo de poco me acostumbro a esa luz cegadora. Pero me doy cuenta de que está saliendo el sol. Sin embargo el sol sale a las seis.

- Watari ¿Cuanto tiempo llevo trabajando?

- Un día entero.

Ni siquiera me sorprendo. No le importo. L solo me ha visto siempre como a un incordio. La única pregunta que me queda es ¿Por qué no se ha llevado a Near en vez de a mí? Bueno. Supongo que nunca podre preguntárselo si no le veo.

Watari se sienta delante mío y le veo una expresión completamente nueva. Determinación.

- Sal de aquí.

La frase me sorprende, pero ya no finjo que no lo hace. Simplemente abro los ojos y arqueo las cejas. Sin actuar.

- Vete lejos, escapa. Lo que hace no es justo. No eres una esclava ni una inútil. Te miente. Lo que tienes no son nervios, son...

- Ataques de ansiedad.

Le corto en medio de la frase.

- Lo sé, lo oí. Pero no puedo largarme.

Me mira con una cara sorprendida.

- ¿Porque no, porque lo dice él?

Me doy cuenta de lo que está haciendo. Y me doy cuenta de adonde quiere llegar. Ser libre, de hacer lo que quiera, de investigar lo que quiera, de ir donde quiera, de ser lo que quiera.

- No puedo irme simplemente Watari.

- Vuelvo a preguntar ¿Por qué no?

- Porque aquí tengo todo lo que me importa.

- ¿A si, que?

- A ti por ejemplo...

La frase le deja un poco atónito.

- Watari. No debería sorprenderte que te diga que eres alguien importante para mí. Has estado siempre allí. Nunca me has fallado e incluso te has encarado con L para que yo fuera feliz. Eres, posiblemente y a parte de él, lo único que me queda.

- No debería ser alguien tan importante para ti.

- ¿Quién?

- L

Su respuesta se queda suspendida en el aire. No sé qué responder. Ni siquiera sé porque es tan importante para mí. Porque necesito su aprobación y su reconocimiento. Solo sé que los necesito.

- Le admiro ¿Quién no lo haría? Simplemente es eso. Pero teniendo a tan poca gente ya es algo muy importante para mí.

- Entonces demuéstrale que puedes hacer más. Esa puerta va a estar abierta. No voy a volver a cerrarla.

En cuando dice eso se levanta y se va. Me quedo un rato mirando la puerta. La luz que emana de ella es diferente a las otras luces. Aunque solo sea porque es artificial. A mí me parece libertad. Pero también me da miedo. Me giro hacia la pantalla del ordenador. Pero la luz que desprende el aparato no es la misma. No tiene el mismo tono ni la misma intensidad. Me levanto lentamente y me giro hacia la puerta. Muy poco a poco camino hacia ella. Me agarro al marco y doy el primer paso. Y a partir de allí es mucho más fácil. Caminar ya no cuesta. Simplemente me dirijo hacia el ascensor y bajo en la planta baja. Salgo del hotel y miro el cielo. Unos rayos de luz me iluminan la cara y siento algo nuevo dentro ¿Quizás es esperanza? ¿De vivir mi vida y de ser libre? No lo sé, ni lo sabré. Porque oigo una voz

- ¿Qué demonios haces aquí?

Y al girarme tengo clavados en mi otra vez la oscuridad de los ojos de L

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