Day #5: Triste

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Prometió que no lloraría, y lo pensaba cumplir.

Sin embargo, le dolía todo aquello, era inevitable. Trataba de forzar su mejor sonrisa y retener las lágrimas, pero no se veía capaz de hacerlo por demasiado tiempo.

—Giotto... —suspiró en frente suya, y esbozó una leve sonrisa—. No estés así, no me voy a morir. Solo me voy tres días.

—Pero...

—Sé que te cuesta, pero es necesario —le acarició el rostro—. Cuando vuelva, te prometo que recuperaré todo el tiempo perdido.

El menor se abrazó a él con fuerza.

—Venga, no es la primera vez que me voy fuera de la ciudad —suspiró Alaude, acariciando su cabello.

—Sí desde que empezamos a salir. Y además, tengo un mal presentimiento... —le confesó—. No quiero que te vayas...

—No me pasará nada, ¿de acuerdo? Pero si me voy pensando en que te quedas así, voy a distraerme y entonces sí que puede que me pase algo.

—¡No digas esas cosas! —exclamó, separándose de él—. Solo haces que me den menos ganas de que te vayas. Y tengo muy pocas.

—Pues entonces no me hagas que me vaya sin verte con una de esas herbívoras sonrisas tuyas.

—Tonto —sonrió sinceramente, aliviando a Alaude.

—Ahora quiero mi beso de despedida —dijo divertido.

—Hum, encima —se acercó a él y ambos se besaron con amor y dulzura.

Ninguno quería separarse del otro, pero bien sabían que era necesario.

—Ve con cuidado —le dijo Giotto en cuanto se separaron.

—Hmm, si te prometo que lo haré, ¿te quedarás más tranquilo?

—Sí.

—Pues entonces lo haré, ¿de acuerdo?

Giotto asintió y dejó que se fuera, entrando en el tren que daba el último aviso antes de cerrar sus puertas.

Vio los orbes azules de Alaude y su leve sonrisa al otro lado del cristal y no pudo evitar saborear la amargura de la incertidumbre mientras veía el tren arrancando y alejándose de la estación con su novio ahí dentro.

Tenía un mal presentimiento, y eso no se lo quitaba nadie...

 »◦✿◦«

—¡Giotto!

G entró precipitadamente a su despacho, y el rubio le miró con susto y confusión. Su grito había sonado preocupado, no enfadado como de costumbre.

—¿Qué ocurre, G?

El mal presentimiento que había tenido desde que Alaude se fue, horas atrás, resurgió con fuerza al ver los orbes rojizos de su amigo, preocupados.

—¡Es el maniático de las esposas! ¡Su tres ha descarrilado!

Giotto sintió que se le caía el alma al suelo, y soltó el bolígrafo que había sostenido para firmar papeles, cayendo este al suelo.

—¿¡Cómo dices?! —se levantó de golpe, haciendo que algunas hojas revolotearan ligeramente en el aire.

—¡Sí! ¡Ven!

Giotto lo siguió inmediatamente, y G le mostró el televisor que anunciaba la noticia.

Mostraron una imagen del tren, completamente volcado, y Giotto lo reconoció como el mismo en el que iba Alaude.

30 Days: OTP ChallengeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora