Capítulo 8

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Me conduce hasta el corazón del bosque tirando de mi mano con delicadeza. Al alcanzar nuestro destino nos situamos en el centro, nos abrazamos con fuerza e improvisamos un baile. Él desliza uno de sus brazos por mi cintura mientras que yo rodeo su cuello. Por último, unimos nuestras manos libres en el aire. Nos desplazamos de un lado a otro, en ocasiones trazando círculos a nuestro alrededor, pero siempre mirándonos el uno al otro. Jonathan me hace girar y vuelve a aproximarme a su persona con fiereza.

Alzo una de mis manos y acaricio su rostro.

-No te conviertas en una mentira más- le susurro.

-Ariana, yo jamás te haría daño. Me importas mucho.

Aproxima su rostro al mío y me besa con ternura.

Abro los ojos y descubro que me encuentro acostada boca arriba en la cama y que soy presa de los rayos de sol que penetran por la ventana. Pestañeo un par de veces y mi visión deja de ser borrosa para ser dotada de una gran nitidez. Averiguo así que la puerta del servicio está cerrada, indicando que hay alguien en su interior.

Ladeo la cabeza hacia el lado fresco de la almohada y desplazo una de mis manos por debajo de esta y otra la coloco justo encima. En mi nuevo campo de visión entran el lado de la cama vacío, una ventana, una mesita de noche que posee una lámpara y un teléfono, y una cómoda dorada.

-Menos mal que te despiertas. Me muero de hambre.

Me incorporo y me siento en el borde de la cama unos segundos con la mirada perdida en el atuendo de Sam. Lleva un polito verde claro con unos vaqueros ajustados negros que hacen juego con sus gafas.

-Dame cinco minutos.

Entro en el servicio portando en mi hombro una sudadera roja y unos vaqueros grisáceos. Lo primero que hago es despojarme del pijama y vestirme con el nuevo atuendo. Lo segundo humedecer mi rostro con el agua tibia del grifo con el fin de espabilarme. Lo tercero maquillarme un poco y lo último cepillarme el pelo. Cuando abandono el cuarto de baño hallo a mi acompañante de pie junto a la puerta, jugueteando con la tarjeta de la habitación entre sus dedos.

-Por si te lo preguntas, estás hablando con mi cadáver.

-Eres una exagerado. Sólo han sido cinco minutos.

Salimos de la habitación y nos encaminamos hacia una cafetería que hay en la planta baja. Esta se encuentra practicamente vacía, así que no tenemos que vérnosla con una enorme cola en el bufé. Mientras Sam se encarga de hacerse con las tostadas y las tarrinas de mermelada de fresa, yo me dedico a llenar los vasos de zumo de naranja en una máquina.

-Tengo una duda- dice Sam con la boca llena-. Dijiste que íbamos a ir a Francia a hablar con ese brujo pero, ¿sabes dónde vive?

-No. Pensé en algo así como preguntarle a un habitante.

-Espero que domines el francés porque yo no tengo ni idea.

-Tal vez no sea necesario hablarlo.

A las nueve y media de la mañana nos volvemos a poner en marcha. Sam, firme a su promesa, se encuentra al volante, de manera que puedo permitirme divagar en mis pensamientos. Esta vez, en ellos, me asalta la duda de qué sucederá cuando estemos en Francia, si conseguiremos nuestro propósito o tendremos que volver sabiendo exactamente lo mismo. Lo cierto es que es muy arriesgado este viaje, podrían atacarnos en cualquier momento y el solo hecho de pensar que yo podría salir ilesa mientras que Sam podría morir me reconcome lentamente. Además, ni siquiera estamos preparados para defendernos, no contamos con armas, así que lo único que nos queda es confiar en que todo saldrá bien, sin que se produzca ningún incidente. Aunque, debo admitir que esa idea cada vez me parece más probable.

Cazadores Nocturnos 1: El Resurgir #SoupAwards #PecesAzules #BooksAwards2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora