Sujeto a Sam por el brazo a pesar de que este lleva muletas y puede apañárselas perfectamente sin mí. A pesar de sus quejas continúo sosteniéndole, pues desde que tuvimos ese desagradable encuentro con los vampiros y creí que iba a perderle, no me veo capaz de despegarme de él. Quizá le atosigue pero es el único consuelo que encuentro para hacer desaparecer mi culpabilidad. Todo aquel que está al tanto de lo sucedido asegura que yo no soy culpable pero no logro sentirme así, es más, sigo creyendo firmemente en que todo lo que le ha pasado a Sam es por mi culpa. Además, puedo corroborar mi punto de vista de muchas formas. Por ejemplo, si no le hubiese hablado a Sam de este mundo sobrenatural, jamás se hubiese interesado por los mitos y las leyendas y no habría querido acompañarme en mi viaje a Francia.
-No hace falta que me sujetes- dice Sam.
-Quiero hacerlo.
-Encuentro ciertas semejanzas entre mi madre y tú.
Le doy un golpecito con el hombro y este me dedica una sonrisa.
A lo lejos visualizamos a Abby, quien al vernos emprende una carrera en nuestra dirección. A juzgar por su aspecto, deduzco que está preocupada. Finalmente, se sitúa a nuestra vera y por primera vez siento ganas de tenerla lejos, pues sé que no le estoy siendo sincera y que algún día puede que este hecho llegue a afectar a nuestra amistad.
-¿Qué te ha pasado?
Sam intercambia una mirada conmigo y finalmente responde.
-He tenido un accidente con el coche.
-Pero, ¿estás bien?
-A parte de tener un par de costillas fracturadas, me encuentro genial, gracias.
-No me has dicho nada, Ariana.
Me encojo de hombros.
-La enfermera se empeñó en que no recibiera apenas visitas. Dijo que Sam necesitaba descansar, así que obedecí y me marché.
Lo cierto es que parte de la mentira es verdad, pues es cierto que me marché y que Sam merecía descansar. Lo falso es que la enfermera se empeñara en que no tuviese visitas.
-¿Qué te ha dicho tu madre?- le pregunta Abby.
-Básicamente que me mantenga alejado del coche.
-No me extraña. Ha tenido que llevarse un buen susto.
Nos adentramos en uno de los pasillos y nos detenemos ante nuestras taquillas para realizar el intercambio de libros. Guardo un ejemplar de color blanco y naranja en el interior de la mochila y dejo en la taquilla uno azul. Cierro la puerta y me esmero en volver a poner el candado cuando escucho una voz masculina a mis espaldas.
-Hola.
Me giro de inmediato y me encuentro con Jonathan. Al mirarle, recurre a mi cabeza el recuerdo de aquel beso en el interior de la cueva y siento como me sonrojo. Me acomodo el asa de la mochila en el hombro y procedo a colocar un mechón de mi cabello tras la oreja.
-Hola- digo al fin.
-¿Qué tal estás?
-Mucho mejor ahora que estás aquí.
Una sonrisa se apodera de sus labios.
-¿Vamos a clase?
-Claro.
Me despido de mis amigos con un gesto con la mano y tras situarme a la vera de Jonathan, emprendo una marcha hacia al final del pasillo. Debido a la gran mayoría de estudiantes que abundan en los corredores, no tardo en separarme del lado de Jonathan y en perderle la pista. Por suerte, este se da cuenta de que me he quedado atrás y vuelve a por mí. Para garantizar que no va a volver a perderme, entrelaza su mano con la mía y procede a avanzar cogido de mi mano. De vez en cuando, tanto él como yo nos detenemos a contemplar nuestra unión, fascinados y a la vez sorprendidos por los últimos acontecimientos, pero igualmente felices.
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Cazadores Nocturnos 1: El Resurgir #SoupAwards #PecesAzules #BooksAwards2017
FantasyAriana Greenberg era una adolescente corriente hasta que se produjo un trágico incidente que cambió su vida para siempre. Con el tiempo descubre que pertenece a una familia de cazadores que se encarga de combatir a los seres nocturnos que suponen un...