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      ✿La mañana volvió como en todos los anteriores días; helada y vacía. El sol empezaba a asomarse por la ventana, haciendo que el alba hiciera acto de presencia y los párpados de Jinho sintieran aquel malestar que producía la luz solar.
   Lentamente abrió sus ojos, y sin darse cuenta estaba sonriendo. Haber pasado la noche en un colchón había sido maravilloso, aunque en esos momentos se avergonzaba porque algunos pelos grises se habían esparcido por toda la cama.

   Se levantó sin tener muy claro su rumbo, pues no conocía absolutamente nada del palacio. Pensó en salir del dormitorio, pero quizás era un acto maleducado salir a curiosear sin el permiso del dueño.

   Así que, viendo que no podía barajar muchas opciones decidió salir al balcón y observar desde allí lo diminuto que se veía el pueblo. El aire que corría era fresco y la niebla cubría parte del ambiente, sin embargo, no era para nada desagradable.

   Unos toques en la puerta le hicieron volver a reaccionar, corriendo enseguida a abrir. Detrás se encontraba un chico desconocido, con una adorable sonrisa que tenía en sus manos una bandeja con un trozo de pan y un cáliz que contenía algo de agua.

   —Buenos días, Jinho —dijo el chico melodiosamente—. Soy Hyunggu, uno de los sirvientes de la casa —se presentó mientras hacía una reverencia—. Le traía esto porque pensé que cuando despertara tendría hambre, así que aquí tiene.

   —O-Oh, muchísimas gracias, Hyunggu... N-no debía haberse molestado, se lo agradezco mucho —agradeció avergonzado el omega, apenas en un susurro.

   —No es ninguna molestia —musitó modesto—, y ¿qué hace despierto tan pronto?

   —Ah, nada. Estoy acostumbrado a madrugar.

   Hyunggu sonrió tiernamente y asintió, despidiéndose se Jinho y retirándose bajo la sorprendida mirada de este. Lo que menos esperaba era despertar con un sirviente que le llevara el desayuno.
   Estaba feliz como nunca, y sin pensarlo demasiado llevó la bandeja hasta la mesita que estaba al lado de la cama. El trabajo que le habría costado conseguir un simple trozo de pan y un trago de agua no se comparaba para nada con eso.

   Más contento que nunca Jinho empezó a comer lo más tranquilo que pudo. Era agradable poder saborear algo que no estaba en mal estado y beber de un agua que no estaba ligeramente verdosa.

   Para él era algo nuevo, y era mucho mejor de lo que pudo llegar a imaginar alguna vez.

   Cuando estaba terminando de comer, escuchó cómo unos pasos se aproximaban. Al girarse descubrió al príncipe con delicadas vestimentas blancas y una mirada con la cual juraría que le podría observar hasta el alma.

   —¿Qué tal? —cuestionó cordialmente Hongseok, acercándose a Jinho hasta el punto de sentarse a su lado en la cama.

   —B-Bien, mu-muy bien, gracias... —respondió sonriente.

   —¿Entonces ha pasado una buena noche? —preguntó dócil, posando su mano en la mejilla de Jinho para apartar ligeramente el cabello que estaba sobre su rostro.

   La calidez de aquel toque no se podría describir con palabras.

   —Cl-Claro... —afirmó inquieto.

   —Me alegro. Por lo que veo ha desayunado ya, así que ahora iremos al sastre para que le tome medidas y pueda hacerle algunas prendas, por el momento yo le prestaré algunas mías.

   Después de aquella corta conversación, Hongseok cogió la mano de Jinho y lo llevó hacia una sala algo apartada, separada de todo lo demás por un pasillo. Su interior era luminoso y lo único que había era un gran barreño de madera circular lleno de agua, y reforzado con algunos flejes de metal —como en los toneles de vino—. Encima de este había un gran sábana para mantener el calor del agua.

🐺Pet me🐺 🌜JinHongseok🌛Donde viven las historias. Descúbrelo ahora