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KANSAS

Cuando despierto el miércoles cada parte de mi cuerpo duele por haber dormido sentada en una incómoda silla en la sala de espera. Pasar la noche en el hospital es sinónimo de una contractura muscular severa, un aliento que roza lo mortal y un completo caos en lo que respecta al cabello.

Sin embargo, no podría importarme menos como luzco.

La cirugía terminó ayer por la noche y los médicos nos informaron que se habían presentado varias dificultades en el quirófano, pero que al final todo salió bien. Trasladaron a Zoe a una de las habitaciones de la segunda planta y, a pesar de que ella aún no había despertado, sentí el alivio inundar cada pulgada de mi ser. Todavía no me han permitido verla —alguna absurda regla que solo admite familiares directos—, pero Anne me aseguró que vería a la pequeña Murphy pronto, que encontraríamos la manera de hacerme entrar a su cuarto.

A pesar de los intentos de Bill por llevarme a casa, me negué rotundamente a dejar la sala de espera. Jamie y Harriet vinieron a hacerme compañía anoche; la pelirroja se encargó de contrabandear algo de comida de la cafetería del establecimiento y la futura abogada compró café respetando la ley y desestimando la conducta criminal de nuestra amiga. Con mi teléfono entre mis manos fui testigo de la forma en que mi bandeja de mensajes se llenó: Sierra prometió pasarse con Anneley luego del almuerzo y también dijo que tomaría apuntes por mí en la clase de Ruggles. A su vez añadió que lo considerara como un regalo de Navidad adelantado dado que sus anotaciones son mucho mejor que las mías, lo cual se puede poner en duda. La señora Hyland escribió en mi muro de Facebook para vergüenza mía y de toda la humanidad, y Adam me envió un mensaje desde la cuenta de Gabe donde pedía que lo mantuviera informado. ¿Cómo sé que fue él? Sencillo, la ortografía. Ese niño sabe las reglas ortográficas al derecho y al revés, cosa que debería enseñarle a su primo mayor. Luego llegaron un montón de mensajes de los Jaguars, así que no fue ninguna sorpresa que al despertar me encontrara con casi dos docenas de jugadores de fútbol americano, los más allegados, atravesando las puertas del hospital.

Porque, literalmente, es lo que acaban de hacer.

La multitud de muchachos viste ropas informales y tienen sus manos repletas de regalos, desde osos de peluches que doblan en tamaño a Zoe hasta ramos de flores de todo tipo, globos en forma de corazón, chocolates y un montón de animales de felpa y muñecos con ojos saltones. La enfermera que está de turno detrás del mostrador parece estar a punto de caerse de trasero al piso, así que es algo bueno que esté sentada en este momento.

—Sunshine. —La alegre voz de Chase inunda mis oídos mientras me pongo de pie y sigo restregándome los ojos en el intento de apartar el sueño—. El entrenador nos contó que la cirugía salió bien, así que vinimos a ver a la pequeña de la manada y a traerle algunos obsequios —explica antes de sacudir frente a mi rostro un muñeco de lo más tétrico.

—Nosotros trajimos regalos —corrige Logan haciendo un ademán a los muchachos tras él—. Timberg robó el espantapájaros de la decoración de Halloween de Bill. —Eso explica que el muñeco esté hecho de paja, su ropa hecha jirones y que tenga una expresión al estilo Chucky en su rostro.

—No tuve tiempo de comprar nada —se excusa—. Y aunque hubiese tenido tiempo, no me queda dinero, mi billetera está más vacía que el corazón del coach —explica encogiéndose de hombros y enderezando el sombrero del macabro muñeco mientras lo inspecciona—. Además, no está tan feo —reflexiona—. Es más lindo que Mercury al menos.

El número siete lo golpea con la lata de chocolates que trae en su mano.

—A nadie le interesa la pobreza de Timberg o el hecho de que un espantapájaros supere en belleza estética a Logan, queremos ver a Zoe. —Joe se abre paso entre los muchachos y llega a mi lado para dejar caer un pesado brazo alrededor de mis hombros—. ¿Ya puede recibir visitas? —pregunta con el ceño fruncido. Luce mucho mejor que la última vez que lo vi con todo el asunto de Donna y el bebé dando vueltas.

TouchdownDonde viven las historias. Descúbrelo ahora