Prólogo.

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Jongin descubrió su gran pasión por las fotografías a la corta edad de 11 años. Su padre le regaló su primera cámara instantánea, y adonde fuera, la llevaba con él, tomando todo tipo de fotos. Aún recordaba cual fue su primera fotografía inclusive: una en la cual capturó a su madre de perfil, sonriendo cuando recién acababa de cocinar. Su cabello se veía desordenado en un moño de cebolla y su rostro brillaba por el calor ocasionado por el horno, ella cocinaba pan, algo sencillo, pero a Jongin su madre le parecía bellísima, y su foto también.

La segunda fue a la piscina de su casa, una imagen realmente simple a comparación de la anterior. La tercera fue a la extensión del patio y sus muchos detalles decorando el pasto verde. Por supuesto él ya se olvidó del orden del resto de cosas a las que enfocó con el lente de su cámara, pues una pequeña obsesión se dio a lugar en su día a día.

Desde los pajaritos en el cielo diurno hasta las estrellas en el nocturno, desde las habitaciones de su casa hasta los salones de su escuela; todo tenía un significado para él, todo era diferente en sus fotografías, por ello cada uno poseía un significado distinto.

Las que consideraba sus favoritas, las colgaba en su habitación, usualmente colocaba cinco en total y las marcaba. Cambiaban cada mes en realidad. Eran como un top.

Era normal que sus padres lo llamaran el loco de la cámara, y que en específico, su padre se arrepintiera un poquito de haberle comprado aquello que él creyó un juguete, que entretendría a su hijo por un rato nada más. Por el contrario, Jongin se involucró cada vez más y ya para los 17 años, había tomado la decisión de ser fotógrafo profesional. Si había algo de lo que le gustaba hablar era de su búsqueda del arte y la belleza, incomodando de nuevo a su padre, quien esperaba mínimo escogiera ser un abogado.

"Claro, como ninguna de mis hermanas tuvo una carrera que le gustara" resoplaba Jongin.

Para su último año de preparatoria, él se encontraba nervioso. Todos estaban preparándose para la universidad con sus respectivos exámenes de ingreso, cuidando sus promedios y asistencias. Jongin temía comparar sus sueños con los ajenos, y en esos momentos, su apoyo fundamental resultó ser su mejor amigo: Sehun. Era un muchacho tímido y callado, mas bastante amigable una vez lo conocías. Se trataban desde secundaría, y siempre andaban juntos, de arriba para abajo.

-Sabes, Jongin... Creo que no debimos ir por este camino. Es demasiado largo -se quejó el menor, mientras caminaba a su lado con una malteada de fresas en la mano.

Jongin sonrió y se encogió se hombros.

-Es mejor cambiar la rutina, Hunnie.

El menor echó una mirada dubitativo, y tomó un gran sorbo de su malteada, negando con su cabeza -Mientes, solo andas buscando algo nuevo para fotografiar. Estás enfermo.

No negó las palabras de su amigo, pues a la final, le agradaba que lo conociera tan bien. Optó por guardar silencio y continuar su caminar. Durante el camino, sacó su cámara de la mochila y buscó lo que le llamara la atención. Al principio bromeó con Sehun, sacándole fotos a este, pero después un pequeño beagle comenzó a ladrarles y tuvieron que detenerse. El animal estaba enfrente de ellos en la acera, y ellos echaron a mirar alrededor como buscando su dueño.

-Sehun, mira eso -Jongin señaló con su índice hacia una tienda.

El rubio fijo su vista en el lugar donde se le monstraba pero no vio algo verdaderamente importante.

-¿Qué pasa? Es una simple floristeria -el rubio bufó ya agotado por el sol, y iba a seguir caminando pero el brazo de su amigo se lo impidió.

-No, no es una simple floristeria -Jongin parpadeó ahí parado en medio de la cera observando la tienda del otro lado de la calle, un auto azul cruzó la calle tapandole por un instante su mirada, pero aún así, continuo viendo hacia esa dirección.

Sehun por su lado se encontraba confuso, no entendía por qué su amigo se quedaba viendo la floristeria. ¿Que será? No obstante, él ya quería llegar a casa, si continuaban de ese modo de seguro llegarían tarde y no deseaba ser regañado así que botó el vaso de su malteado en recipiente cercano después llamó a su amigo cruzándose de brazos.

-¿Jongin?

Este no respondió.

Sehun apreció como Jongin veía hacia esa dirección, él intentó ver que mierda era tan interesante de ese lado de la calle porque en serio que no veía algo del otro mundo. Incluso así no logró ver nada. Entonces refunfuñó.

-Sabes, me voy -ya molesto se volteó en sus talones y comenzó a caminar hacia su casa dejando atrás a su amigo. A él no le iban a regañar, además que hacía un calor de infierno.

-¡Espera! -Jongin llamó su atención. Sehun volvió su vista hacia él, logrando ver como el moreno acercaba la camara a su rostro iluminado por el caliente sol, sus cabellos estaban desornados y sus labios entreabiertos y en un simple clic tomó una foto.

A lo mejor le gustaron las flores.

El moreno se quedó lelo por unos segundos hasta que Sehun volvió a llamarlo mientras lo dejaba, Jongin echó una última mirada a la tienda y se fue corriendo atrás de su amigo.

Jongin había encontrado algo mejor que la estrellas, la luna y el sol, había encontrado lo que el llamaba verdadera perfección.

El chico bonito que atendía la floristeria lo dejó impactado, anodado y enamorado.

Nunca antes sentió algo como lo que había sentido al ver aquél chico de la tienda.

Desde ese día tomaba el camino más largo solo para lograr ver al chico o intentar tomarle alguna foto. Al principio Sehun no entendía, o pensaba que tal vez Jongin se había obsesionado con las flores del aquél lugar. Pero cuando vio a un joven peli negro salir de allí, y como reaccionó Jongin encondiendose detrás de él, lo comprendió. A Jongin le gustaba el peli negro. Y Sehun no sabía porque ese día se sintió tan desanimado y molesto.

Fotografía [KaiBaek/KaiHun]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora