Fotografía [KaiBaek/KaiHun]

Capítulo XIII. Dos son suficiente.

El vagón jamás había estado tan ruidoso, tan repleto y tan asfixiante. En los pocos años de su vida, Jongin no había pasado por semejante situación, con un brazo apenas visible se sostuvo de la agarradera como si su vida dependiera de aquello. Literalmente describía su actual posición como si estuviera encerrado en una pequeña lata de sardinas, tan apretado y sofocante, sin mencionar el caloron existente. Sin asiento para ninguno de los dos viajaron de vuelta a sus casas, Baekhyun no pareció incomodarse a pesar de que todos violaban su espacio personal, tan y como a él mismo. Una señora con una enorme cartera yacía sobre la izquierda de Baekhyun, era tan alta que su cartera quedaba a la altura de Baek, causando que chocara contra la mejilla de éste. Sin embargo, a Jongin solo le causaba gracia la forma en cómo tal objeto arrugaba el rostro de su amado.

Entonces, ahí en medio de la muchedumbre, Jongin se detuvo a pesar, la verdadera razón de por qué le llamaba su amado.

Quizá era sencilla la respuesta; amaba a este hombre.

Con sus grandes angustias y errores se había envuelto en Baekhyun, en ese joven aislado que había sido arrugado en el pasado. Minseok en su desespero, le había llamado, preguntándole desde un principio si había visto a su primo, confundido le dijo que no, que desde el bendito incidente con el beso no le había visto. Si tenía curiosidad era poco, entonces, le preguntó qué pasaba con Baekhyun y un preocupado Minseok le pidió que viniera, donde terminó contándole todo.

La historia de Baekhyun le pareció trágica e injusta donde por puro egoísmo fue lastimado y abofeteado. Pues, de alguna manera comprendió lo que debía sentirse semejante traición, como si una de sus hermanas mayores lo hubieran hecho aquello, debía ser espantoso.

Quizá por eso no fue tanto la sorpresa al escucharlo hablar. Se sintió alegre a enterarse de que Baekhyun no era un mudo, de que si podía hablar. Le emocionaba escucharlo, comenzaba a adorar la voz que le había sido escondida meses atrás, y se sintió amargo conocer el porqué. Sin embargo, aún en su mente poseía miedo, un fuerte miedo que surgió al entrar a aquella casa, donde vio por primera vez a Baekhyun tan quebrado, tan destruido y tan severo. En su mente le preocupaba el estado del mayor. La forma en que vivió no estaba nada bien.

¿Volvería este a intentar lo mismo?

¿A romperse y irse a morir?

Jongin jamás estaría de acuerdo con esa locura que
Baekhyun intentó, nunca apoyaría tal idea. De hecho, pensaba hablarlo con él, aunque internamente le preocupaba su reacción, cosa que, causaba su incomodidad.

Por cierto, después de todo eso, ¿qué terminaron siendo?

¿Aún amigos?

Sacándolo de su mente Baekhyun se acercó más a él aprovechando de que la mujer de la cartera se había bajado en la pasada estación, los dos de pie casi a la misma altura -si no fuera por el mayor tamaño del menor-, el pelinegro le miró directo al rostro con sus ojos peligrosos, él era tan bello y tan complicado a la vez que Jongin volvía un enrollo sus pensamientos. A lo mejor estaban demasiado cerca, ya que le era un poco difícil enfocar su silueta. Con tan poco espacio personal entre ellos Baekhyun se acercó aún más apoyando su cabeza en el pecho ajeno siendo un pequeño gesto que Jongin atesoró. El mayor después cerró sus ojos echando un suspiro de repleto cansancio.

El tren prosiguió su marcha, el ambiente con sus oscuras ventanillas y las luces nocturnas. El día acababa y por fin parecía que los problemas del mayor estaban terminando. Los hermanos a pesar de que ni una palabra intercambiaron, fue suficiente en el brillo de sus ojos para demostrar que cada uno de ellos ya se había olvidado del otro. A Baekhyun no le dolió verla y a ella no le causó nada verlo. Entre ellos ya no existía algo, ni lazos, ni pasados, solo un vacío quedaba que ya ninguno de los dos vería, su pasado había sido enterrado, desligándose por completo entre esas dos personas. Jamás habría un perdón que podría haber sanado un poco las cicatrices, simplemente se borraron, sin odio, sin temor, mucho menos amor, los hermanos Byuns solo se volvieron extraños uno ante el otro, extraño que jamás se volverían a encontrar.