Capítulo dieciocho.

6.9K 340 28
                                    

Llegó el sábado y a mí me temblaban hasta las manos. No sabía qué ponerme, ni cómo maquillarme, no tenía ni idea de nada, y la hora cada vez estaba más cerca. Sonó el teléfono y fui a cogerlo.

-¿Sí?

-Hola prin. - Esa voz... Joder, Iván, ¿se puede saber que hace ahora?

Colgué enseguida y dejé el móvil en la mesa de mi habitación mientras me arreglaba. Volvió a sonar pero hice como si nada y seguí a lo mío.

Decidí rizarme el pelo y ponerme una falda y una blusa con unas cuñas. Me maquillé y metí en el bolso todo lo que me tenía que llevar. El móvil estaba sonando de nuevo pero no quería cogerlo, no quería oír la voz de ese capullo. Tenía la ventana abierta y me asomé, ya era de noche y el cielo estaba despejado, había muchísimas estrellas.

-¡Enana! - Oí unas voces y al mirar a la calle vi a Aleix. - Te estoy llamando, cógelo.

Dicho esto me llamó y yo lo cogí.

-¿Bajas ya o qué? Llegamos tarde. - Pude oír como se reía al otro lado del teléfono.

-¿Me vas a llevar tú?

-Pues claro, ¿quién si no?

-Está bien, ya bajo.

Me fui corriendo a la calle a por él y nada más verle le abracé.

-¿Te puedo pedir un favor? - Me preguntó.

-Claro, dime.

-Deja de ponerte tan guapa siempre. - Yo me sonrojé y me reí. ¿Por qué era así conmigo? Me confundía.

-Eres bobo.

-Y tú preciosa. - Me ardían las mejillas y ya casi no podía ni mirarle a los ojos.

-¡Para! - Le grité tapándome la cara.

Él se rió y me cogió en brazos. Me llevó hasta una moto al final de la manzana y me dio un casco.

-Póntelo. - Se puso el suyo y se subió a la moto. - Venga sube, ¿has visto un fantasma? - Volvió a reírse. Nunca me cansaría de verle reír así.

-Aleix que llevo falda... - Dije tímida.

-Pues súbete y te pegas todo lo que puedas a mí. - Volví a sonrojarme e hice lo que me dijo. Le abracé con un brazo y con el otro me iba sujetando a falda.

No tardamos mucho en llegar. Menos mal, pensé. Me bajé y le devolví el casco. Me rodeó la cintura con un brazo y me acompañó hasta la puerta de su casa. La música se oía a kilómetros, o al menos eso me parecía a mí.

-¿Lista? - Me preguntó en un tono de voz dulce mientras me sonreía. Yo asentí con la cabeza y pasamos dentro de la casa.

Aquello estaba lleno de gente, con la música altísima y la gente bailando. Casi no se podía pasar entre tanta multitud. Parece la típica fiesta americana, no sé qué pinto aquí.

-Ven aquí. - Alguien me agarró del brazo y me arrastró con él pero esta vez no era Aleix.

¿¡Iván?! ¿Pero qué narices hace él aquí? ¿Y qué quiere ahora? Dije que no quería volver a saber nada de él.

-¡Suéltame! - Grité. - Joder, ¡me haces daño! - Me pegó de espaldas a la pared y mi cuerpo se estremeció.

-No, tú y yo tenemos que hablar y me vas a escuchar. - Seguía agarrándome del brazo y notaba como me ardía, me estaba haciendo daño  y cuanto más forcejeaba más daño me hacía. - No puedes dejarme de hablar así como así y encima zorrear con otros en mi cara. ¿Quién te has creído? - Parecía que sus ojos ardían de ira y yo ahora estaba asustada. Tenía toda la piel de gallina y me temblaban las piernas pero ante ese comentario no me iba a quedar callada.

-¿Acabas de decir zorrear?

-Sí. - Dijo seco. Le abofeteé la cara y le dejé toda mi mano roja marcada en la mejilla. Era un gilipollas, por mí podría pudrirse. - ¿Qué coño haces niñata?

-¡Suéltame! - Volví a gritar.

-¡No! - Alzó la voz y yo me acobardé más aún. Tenía ganas de llorar pero hacía todo lo posible por evitarlo, ¿por qué me trataba así después de todo lo que había pasado entre nosotros? - Te vas a enterar.

Acto seguido me cogió en brazos y me llevó a un dormitorio. ¿Por qué la música está tan alta, joder? Así no me van a oír por mucho que chille. Me tiró a la cama y él se tumbó encima de mí dejándome inmovilizada por completo.

-¿Qué haces? Déjame en paz. - Volví a forcejear con él pero no había manera de escaparme.

-Nos lo vamos a pasar tú y yo bien un rato, ¿eh, preciosa? - Ahora sí que estaba gritando de verdad, no me podía creer que me fuera a hacer eso. Me subió la falda y me rompió todas las medias.

-Iván para, por favor. - Estaba llorando y chillando como una loca. Intentaba resistirme pero no había manera de salir de allí. - No me hagas esto.

-Pero si antes te encantaba ¿no? - Sonrió maliciosamente y me dio un beso, yo aparté la cara inmediatamente y le escupí.  - Eres una niñata estúpida y vas a pagar por todo lo que me has hecho. - Se desabrochó el pantalón y se pegó aún más a mí.

Me arrancó la blusa y todos los botones saltaron por los aires, empezó a darme besos por el cuello y el pecho, yo me sentía incómoda y necesitaba salir de allí. No quería ni un solo beso más suyo, me daba asco. De repente se abrió la puerta, yo seguía llorando y suplicándole que parase.

-Ponla un dedo encima y no sales de ésta, cabrón. - Le dio un puñetazo y cayó al suelo dejándome a mí lejos de él.

Heridas de placer.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora