Por fin había llegado a mi casa, había estado toda la tarde con Aleix intentando tranquilizarme. Eran ya las ocho y media de la tarde, ni siquiera había hecho los deberes del día siguiente pero me daba igual. Solo quería quedarme en la cama tirada sin hacer nada.
Me di cuenta de que tenía el móvil apagado desde que me llamó Aleix ya que se había quedado sin batería, lo cogí y lo puse a cargar. Al poco rato salió una manzanita blanca en medio de la pantalla indicando que se estaba encendiendo.
Volví a cogerlo y metí la clave para desbloquearlo. Al instante vi que tenía un montón de mensajes y llamadas perdidas, y todo de la misma persona: Hugo.
“Hola mi pequeña.
Quería que te enteraras tú la primera, aunque hace mucho que no hablamos.
Adriana y yo estamos saliendo juntos. Un día quiero presentaros, seguro que os llevaríais genial.
En cuando puedas respóndeme.
Estoy preocupado, espero que estés bien…
Aroa por favor, contéstame.
Aroa…”
Estrujé el móvil y lo tiré contra la cama. Estaba furiosa por todo lo que había pasado, esa rubia tintada le había comido la cabeza. Él era mi Hugo… y aunque me costaba reconocerlo, me gustaba… Y mucho.
¿Presentarnos? Lo lleva claro, yo a esa guarra no quiero verla ni en pintura.
Empecé a llorar y a llorar, nada podía consolarme en ese momento. Mi móvil empezó a vibrar sin parar, miré de reojo la pantalla y vi como un montón de mensajes aparecía cada vez que parpadeaba. Era Hugo, estaba preocupado por mí, pero me daba igual. No iba a contestar a ninguno de esos mensajes, no quería hablar con él.
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Abrí los ojos y vi como una inmensa luz entraba por mi ventana, volví a cerrar los ojos pero mi madre no paraba de gritar para que me levantase de la cama para ir a clase.
– Mamá, me encuentro mal… – Le dije.
– ¿Qué te pasa hija? – Me preguntó preocupada.
– Me duele la cabeza. ¿Puedo quedarme en casa por favor? – Dije poniendo ojitos.
Ella suspiró y asintió. Me acurruqué en mi cama y me arropé hasta arriba. Cuando mi madre se fue de la habitación cogí el móvil y, ignorando los mensajes de Hugo, llamé a Aleix.
– ¿Sí? – Contestó una voz ronca.
– Aleix no voy a ir a clase…
– ¿Qué te pasa cariño? – Fruncí el ceño. ¿Me había equivocado de número?
– ¿Alejandro?
– Me has descubierto. – Dijo madiciéndose. – Mi querido primito se ha ido a clase y se ha dejado el móvil en casa.
– Entonces nada.
– Oye, tengo que ir a llevar a Eva al colegio, ¿quieres que luego me pase por tu casa para cuidarte?
– No. – Negué rotundamente.
– ¿Quién es? – Oí a alguien preguntar al otro lado del teléfono.
– Alejandro pásame a Aleix. – Le exigí.
– Que no está, ya te lo he dicho.
– ¡Alejandro! – Dije un poco más fuerte.
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Heridas de placer.
Teen FictionAbrí los ojos y ahí seguía él, a mi lado, se había quedado como me prometió. Me quedé mirándole un tiempo, estiré un brazo para poner mi mano en su cara y hacerle caricias. Fue algo extraño pero nada más sentir mi mano en su mejilla pude apreciar...