Capítulo tres - Parte dos.

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Ariel pasó a mi habitación y se tumbó en la cama, me dijo que me tumbara con ella y así lo hice.

-Bueno, ¿y qué es eso tan urgente que tenías que contarme?

-Tú conoces a Iván ¿no? El amigo de Hugo.

-Sí ¿por?

Le conté todo lo que había pasado con él aquella tarde, que iba a quedar con ellos el viernes, etc., y ella no paraba de hacer comentarios de todo tipo.

-¡Ariel para! – Le grité.

-Perdón, perdón. ¿Y que te vas a poner el viernes?

-No lo sé.

-Pues vengaaaaaa.

Se puso de pie y empezó a revolver mi armario, enseñándome cosas, aunque no había nada que me convenciese; al final encontramos justamente lo que queríamos.

La semana pasaba lenta, o por lo menos para mí, yo coincidía en algunas clases con Iván y nos sentábamos juntos. Hablábamos de muchas cosas, en especial de las ganas que teníamos los dos de que llegase el viernes.

El viernes llegó, yo estaba más nerviosa que nunca y media hora antes de que Hugo viniese a recogerme me duché, me arreglé el pelo, me maquillé y me vestí. Íbamos a una pequeña fiesta a la casa de Adrián, yo llevaba un vestido azul eléctrico, a juego con mis ojos, y unos tacones negros con tachuelas azules en el tacón.

En cuanto me llamó Hugo cogí la chaqueta y el bolso, me despedí de mis padres y salí corriendo.

Llegamos y Adri vino a recibirnos a la puerta de su casa. Aquello estaba lleno de gente y con la música a tope, pero Iván vino enseguida a saludarme.

-Has venido. – Me dijo sonriendo.

Me dio un abrazo y un beso en cada mejilla.

-Pues claro, ¿tu amiguita no va a interrumpirnos esta vez? – Le hice un gesto de burla.

-No, pero si quieres nos aseguramos. – Soltó una pequeña risa, me agarró del brazo y me llevó junto a él.

-¿A dónde vamos?

-Ahora lo verás.

Llegamos a unas pequeñas escaleras con las que yo casi me caigo al subir ya que los tacones eran demasiado finos. Había una puerta, él la abrió y me dejó pasar primero.

-¿Tienes frío? – Preguntó mirándome fijamente.

-Sí, me he dejado la chaqueta dentro por tus prisas.

Sonrió, me dejó su chaqueta y se sentó en el suelo.

-Ven, no muerdo eh.

Me acerqué a él, me senté a su lado y le devolví la sonrisa.

-Estás increíble, te favorece el pelo recogido.

Llevaba un moño con dos mechones sueltos. Puso una mano en mi mejilla para hacerme caricias y ponerme un mechón detrás de la oreja.

La verdad es que él también lo estaba esa noche, era la primera vez que le veía arreglado.

-Estás en tu mundo y ni siquiera te has dado cuenta de dónde estamos. – Se le escapó una risa nerviosa y miró al frente.

En eso llevaba razón, giré la cabeza y me di cuenta de que estábamos en el tejado de aquel edificio, abrí la boca de la impresión sin darme cuenta, todo aquello era precioso.

-Es la casa de Adrián, la conozco como la palma de mi mano. – Me abrazó y me dio un beso en la mejilla. – Aunque la compañía es mejor que nunca.

-¿Nunca habías subido con otra chica?

-No, eres la primera.

Sonreímos los dos y nos quedamos abrazados un rato más, hablábamos de tonterías, de lo que habíamos hecho antes de conocernos, nuestros anteriores novios, etc.

No sé cómo pasó pero estábamos muy cerca el uno del otro, tenía mi frente apoyada en la suya, se podía oír mi respiración agitada y las piernas ya empezaban a fallarme. Él se iba acercando cada vez más a mí y nuestros labios ya estaban casi pegados…

Heridas de placer.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora