Háblame

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Me quedo inmóvil, noto en los brazos las manos de Derek que no me están sujetando con fuerza como hace unos segundos, ahora se está apoyando y empiezan a doblársele las piernas.

-Derek- al fin puedo articular palabra, aunque más bien ha sido un susurro-, ¿Derek?- repito.

-Stiles… yo…

El tiempo se ralentiza y siento que pasa todo mucho más despacio.

-¡SCOTT!- empiezo a gritar y escucho mi voz como un eco lejano, mientras Derek cae al suelo, y me agacho junto a él-¡Scott ven aquí! ¡YA!

Viene corriendo hacia nosotros y se agacha a mi lado.
-No sé qué ha pasado- le digo atropelladamente-. Una flecha salió de la nada y le atravesó.

Miro a Derek y parece inconsciente. Le cojo la cara entre las manos y noto un frío glacial atravesando mis dedos, siento que tiembla, ¿por qué está tan frío? ¿Por qué le está afectando tanto esto? Ha soportado cosas mucho peores.

Entonces Scott rompe la flecha y se la saca del cuerpo. Miro sus manos y veo la sangre. Es negra.

No. No, no, no…

-Ayúdame a llevarlo hasta el Jeep- le digo a mi mejor amigo-. Iremos al hospital. Avisa a tu madre para que prepare alguna habitación segura y ves a buscar a Deaton para llevarlo allí. Coge la flecha.

-Pero Deaton estará en su casa, hoy está cerrada la consulta.

Metemos a Derek en el asiento del copiloto y yo le busco las llaves de su coche en el bolsillo, cuando las encuentro se las paso a Scott.

-Scott- le digo perdiendo la paciencia-. Por eso voy al hospital en vez de ir directamente a la consulta- veo como se marcha y decido llamar yo a Melissa para adelantar-. Ya estoy llamando a tu madre. Ves a por Deaton, ¡Date prisa!- lo último lo añado gritando.

Melissa ya nos está preparando la habitación en un ala del hospital que ahora está en reformas, mientras yo estoy conduciendo todo lo deprisa que puedo.

-Ey- no puede dormirse-. Quiero que hables. Créeme que no me escucharás pidiéndote eso nunca más. Necesito que hables, Derek.

Está callado, le miro y veo que está quieto. Demasiado quieto. Doy un frenazo en medio de la carretera, veo su cuerpo moverse y rebotar contra el asiento, entonces escucho un suave gruñido y se acurruca girándose en mi dirección, de modo que veo su rostro perfectamente.

-Gracias a Dios- digo mientras continúo el camino por la carretera, que por suerte estaba vacía-. Abre los ojos Derek. Háblame.

Necesito escuchar tu voz, lo necesito de verdad.
No puede morirse. No ahora.

-Stiles- escucho en un susurro casi inaudible-. Estoy aquí.

Trago saliva y lo único que puedo hacer es limpiar una lágrima que rueda por mi mejilla. Sus palabras han sido un intento de reconfortarme, pero han conseguido todo lo contrario, su voz está tan apagada y le ha supuesto tanto esfuerzo decirlas que no sé qué pensar. Hace unos días estaba decidido a no volver a dirigirle la palabra, estaba decidido a convencerme de que le odiaba, de que siempre le he odiado, pero me llamó y yo fui. Me llamó, no porque necesitara mi ayuda, me llamó porque ya ha sido capaz de reconocerse a sí mismo lo que siente por mí y ha sido capaz de aceptarlo, estaba luchando por sus sentimientos y no contra ellos.

Él no me odiaba, hacía lo mismo que yo. Intentaba convencerse de que no sentía nada por mí, de que no le gustaba, y por eso me trataba de forma brusca. Yo hice lo mismo, los dos sentimos lo mismo el uno por el otro desde el momento que nuestros caminos se cruzaron, pero no quisimos verlo así en un principio. Nunca he querido aceptarlo. Nunca he querido aceptar que le quiero.

Estoy enamorado de él…

… y ahora puede que lo pierda para siempre.

Un Lobo De Dos Caras // SterekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora