Capítulo 17.

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—Estás distraído.

—No lo estoy.

—Harry, a mí no me mientes, sé que algo te anda molestando.

—Hoy no me pasa nada, no sé de que hablas. Si me pasara algo no estaría aquí, acostado en medio bosque contigo.

—No hablo de hoy, hablo de que vienes así desde hace varios días.

—No siempre serán buenos días.

—Por eso mismo exijo que me cuentes qué te molesta.

—¿Por qué tanto interés en mi vida?

—Amistad, le dicen. — Comentó tratando de disimular su curiosidad.

—No es nada. No hay algo de qué preocuparse.

—Eso lo creo, porque sé que no es un algo lo que ronda por tu mente, sino un alguien. ¿O me equivoco?

Preocupado, Harry le volvió a ver, pero las palabras no salían de su boca.

—Escucho los latidos de tu corazón, Styles. Ya ni te esfuerces en darme una respuesta, con eso fue suficiente.

Harry se mantuvo en silencio, su respiración se tornó más pesada.

—Si alfa se entera te quemará vivo, si no es que la luna los mata antes, si fuera como nosotros no estarías así de asustado. —Le dijo poniéndose de pie, y como siempre, ocultándose en las sombras de aquel bosque que consideraba su hogar.

Harry se quedó ahí hasta que oscureció, se mantuvo en el mismo lugar hasta que la luz nocturna cambió las tonalidades de su alrededor. Se quedó ahí hasta que su enemiga apareció.

Maldito satélite. Luna hermosa, luna lejana, luna que vidas destruyes con ganas.

Su cuerpo estaba tenso, su alma pesaba dentro de sí como mil kilos de rocas, su mente gritaba por liberación y su piel empezaba a arder producto de la frustración que a sus pensamientos agobiaban.

Con crujir de huesos se transformó, piel por pelo su ser cambió.

Algunas leyendas orientales cuentan que los lobos aúllan a la luna para consolarla en su tristeza o para acompañarla en su felicidad porque, a fin de cuentas, ellos no son tan distintos. Son tristes y son felices, son cálidos y son fríos, pero también, son bellos y son malditos.

Por eso aulló, una y otra vez. Con todas sus fuerzas le reclamaba a la luna por su dolor, le exigía su felicidad, clamaba por una explicación, se humillaba por piedad.

Odiada y amada, ¿cómo en ese momento fue la única que le dio paz? El frío que aumentó en aquella noche fue la respuesta que le dio aquella belleza. La baja temperatura lo calmó, incluso lo hizo pensar que, de alguna forma, las cosas se podían solucionar.

Entró por la parte trasera de su casa, por aquel espacio en la cerca que colindaba con el bosque dejándolo entrar a su patio, lugar donde aun siendo animal se acomodó.

Aquel otro par de ojos amarillos lo contemplaban desde la terraza que al jardín daba, odiaba sentirse observado de esa manera, pero, a la vez, eran esos ojos los que más lo tranquilizaban, el primer par de ojos ámbar que vio en su vida aparte de los suyos.

—Más te vale solucionar lo que te esté preocupando, mi vida, porque déjame decirte que tirarte en el patio como perro muerto no es la solución.

Harry simplemente gruñó un poco, y bajó el hocico hasta tocar tierra, su pelaje grisáceo ensuciándose de polvo.

—Recuerdo cuando eras un niño y a penas estabas aprendiendo a transformarte, ahí fue cuando aprendí que te era fácil hacerlo si no querías hablar de algo o porque estabas molesto o triste. Eras un precioso cachorrito gris y enojado. Así que, si quieres hablar, sabes dónde encontrarme Hazz, pero soy tu madre, así que no trates de pretender que todo está bien, siempre me voy a dar cuenta de lo que te pasa, tarde o temprano. Además, tu olor a preocupación es bastante fuerte, bebé. — Le dijo entrando a su casa dejándolo sólo en el patio.

De medio lado se acostó dejando que los pequeños copos de nieve que empezaban a caer cubriesen su pelaje, el frío siempre lo tranquilizaba y ayudaba a limpiar su mente.

Al cabo de una hora volvió a su forma humana y subió a su baño para sumergirse en la bañera llena de agua tibia.

Cerró sus ojos e, inmediatamente, un par de orbes azules aparecieron en su mente, casi que podía oír su risa, casi podía sentirlo entre sus brazos.

Exhaló fuertemente y vio que sus manos sangraban, una vez más sus garras las había incrustado en sus palmas. ¿por qué el deseo de querer dañar a Louis era tan grande si también deseaba poder estar con él en cada instante?

Botó el agua teñida de rojo, enjuagó su cuerpo y se puso el pijama para acostarse sobre su cama.

Miró su reloj y vio que eran pasadas las once de la noche, pero, aun así, no le dio importancia sabía que el castaño seguiría despierto, así que tomó su teléfono y lo llamó.

—¿Ya te cansaste de aullarle a la luna? —Le respondió después del tono aquel pequeño de voz aguda que tanto le gustaba.

—No eres gracioso, Tomlinson. Déjame decirte que las horas para aullar son en la mañana. —Le dijo tratando de hacer una broma.

—De acuerdo, lobo gruñón. ¿Qué sucede?

—Estaba pensando, ¿qué te parece salir conmigo el viernes después de que salga de clases?

—¿Dónde pretendes ir? Sales tarde de clases.

—¿Has oído hablar de "Elektra"?

—Harry, ese club es para mayores, sabes que no me dejaran entrar, ni siquiera tengo identificación falsa.

—Se da el caso de que conozco al dueño y sé que te dejará pasar si vas conmigo.

—Pretendamos que digo que sí, ¿qué le digo a mis padres para que me dejen salir tan tarde?

—Que vas donde Niall. Hablas con él, lo convences de que se una a tu mentira piadosa y cuando regresemos te dejo en su casa para terminar de tener la coartada perfecta.

—Hecho, en cuanto sepa si funcionó el plan te aviso. No hay manera de que me pierda salir contigo, otra vez.

—Cuesta que se nos dé. ¿No?

—Apuesto a que es culpa tuya y de tu amiguita la luna.

—Hey, no la hagas enojar, bastante sufrimos ya por su culpa.

Y un silencio permaneció en la línea.

—¿Te siguen pasando cosas extrañas, Lou?

—No te preocupes, Harry. No es tu culpa.

—Lo es, de no saber lo que oculto nada te pasaría.

—Yo me di cuenta solo, no me dijiste tú así que es mi culpa, pero no discutamos sobre eso. No es nada grave.

—Dime qué te ocurre.

—Déjalo, Harry, no quiero hablar de eso.

Y esta vez fue Harry quien hizo silencio.

—Harry.... —Dijo Louis con un tono de voz diferente, algo nervioso esta vez. —¿Dónde estás en este momento?

—En mi cama, ¿por qué?

Y Harry escuchó cómo la respiración de Louis se aceleraba.

—Por nada, curiosidad. Emm mira, mañana hablamos estoy algo cansado ¿sí? — Le dijo con voz temblorosa.

—De acuerdo, descansa, pero Lou... ¿Estás bien?

—Si, tranquilo. Buenas noches. — Y colgó.

Harry quedó en su cama algo confundido por el actuar de Louis, pero él era así, a veces tenía cambios de humor algo extraños.

Mientras, Louis empezó a llorar y a entrar en pánico. Si Harry estaba en su casa, ¿quién era la persona de ojos azules que lo observaba desde fuera de la ventana?


Fin del Capítulo 17.


¡Hola!

Nunca en todo el tiempo que llevo publicando esta historia he subido otro capítulo al día siguiente de haber publicado una nueva parte. Wow, esto nunca pasa.

¡Ojalá les haya gustado! Como siempre, recibo ideas y sugerencias en los comentarios de cosas que les gustaría que pasen.

Un abrazo,

-Mari.

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