Cada noche, le miento a mi hija.

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Cada noche, le miento a mi hija.

Estaba destinado a suceder en algún punto, supongo, pero esto es mucho más doloroso de lo que me pude haber imaginado. Pensé que ella lo comprendería, pero eso fue un poco... torpe de mi parte.

Las idas y vueltas nocturnas. Los numerosos proyectos de jardinería en el patio trasero, con perennes aromáticos cubriendo montículos frescos de tierra. Las herramientas ensangrentadas en el cobertizo.

Nada puede permanecer oculto por siempre.

Recuerdo conversaciones forzadas entre padre e hija, que más bien se sintieron como interrogatorios empapados en miedo y evasiones.

¿Por qué simplemente no me deja en paz?

Cada noche, le miento a mi hija. Esta noche no es la excepción.

Entra al sótano, y le miento de nuevo:

—Cariño, yo no sé nada. ¡Te PROMETO que ni siquiera creo que puedas herir a una mosca! Solo déjame salir de aquí, por favor...

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