Epílogo

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El sol brillar tan intensamente, la brisa cálida y el cantar de los pájaros, fue lo que Sehun visualizaba y escuchaba desde su oficina.

Sonrió por lo precioso que estaba el día y aquello era perfecto para lo que tenía planeado.  «Hoy es el día, por fin...» junto sus manos nervioso.

—¿Estás listo hijo? —dijo la voz de su padre, sacándolo de sus pensamientos.

Giro su silla en dirección al hombre y por primera vez en muchos años si sintió cómodo con su presencia, es mas, le alegraba verlo y saber que ahora, pasará lo que pasará, su padre lo apoyaría.

—¿Estás seguro de lo que harás? —preguntó el mayor, mirando con preocupación a su hijo— Es tarde, deberías ir a buscar a Luhan... sabes que se enoja cuando lo haces esperar.

El hombre miro como su hijo flaqueaba pero rápidamente volvía a su estado normal.

Suspiró.

Habían sido años difíciles para su único hijo. Es imposible contar la aveces que lo encontró tirado en el suelo llorando, lamentándose, borrachos e incluso drogado. Las veces en las cuales llegaba a la oficina en un estado demasiado patético, cuando intentó acabar con su vida...

Sabía la historia tras la gran depresión en la cual se había sumergido y no podía dejar que su hijo se destruyera así mismo, por más diferencias que tenían.

Hizo hasta la imposible para hacer que volviera a ser el hombre que era antes. Lo interno en clínicas, amenazó con quitarle todo, le dijo sus verdades a la cara y... y todo había dado resultado.

Cinco años en los cuales su hijo tuvo que sufrir para volver a sonreír.

Todavía se le hace difícil creer que acepto el matrimonio que le había arreglado sin rechistar, quejarse o preguntar.

Habían pasado nueve años desde aquello y exactamente cuatro desde el nacimiento del pequeño Oh Luhan, el cual fue producto de toda aquella farsa en la cual lo había metido.

Se arrepentía de haber arrastrado a Sehun a ese matrimonio, pero el verlo sonreír cada vez que veía a su nieto valía completamente la pena.

—Mejor voy, Kyulkyung se molestara si demoro, sabes cómo se pone. —dijo el más alto, levantándose y arreglando su traje para luego hacer una venia e irse, dejando a su padre solo.

Con prisa llego hasta el primer piso, se dirigió al estacionamiento para luego entrar en su auto y dirigirse a la guardería.

Al llegar le fue inevitable no estremecerse al ver a ese pequeño niño que le sonreía y saludaba con su manita indicándole donde se encontraba.

Luhan, su hijo era La Luz de sus ojos.

Y su Luhan... lo extrañaba más que a nada.

—¡Appa! —gritó el menor al estar en el auto— ¡Llegaste a tiempo, muy bien!

—Hoy es un día especial Lu Han, iremos a visitar a un amigo. —acaricio los negros cabellos del infante. —Iremos a comprar flores y luego al verlo.

Sin decir palabra alguna el niño asintió y empezó a mover su cabecita a la par de la canción que sonaba en la radio.

Por el espejo observó a su hijo y luego miro enfrente, recordando el por qué de la visita.

Cuatro babys «oh sehun»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora