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Primero que nada quiero agradecer a todos los que han apoyado este trabajo con sus comentarios y sus votos. 

Segundo quiero disculparme por no actualizar diariamente, he estado algo enferma y no me  he sentido con ánimos de escribir. 

Tercero, las que siguieron el fanfic Draco Malfoy y el Principe de Gryffindor, he decidido que la continuación será un one shot que tendrán en cuanto termine ésta pequeña historia la cual ya he limitado a quince capítulos. 

Voten mucho y sigan comentando para que me motive y termine esta historia rápido. Un fuerte abrazo a todos.

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El pelinegro se encontraba de pie frente al apartamento de Draco, hacía más de un mes que no sabía absolutamente nada de él, no desde que le confesara sus sentimientos y hubiera precedido de sus servicios como auror. Robards había estado bastante nervioso después de aquello, por supuesto que Harry no le había dicho la razón, y como Malfoy únicamente había llamado para decir que no necesitaba más un guardaespaldas el plan de vigilarlo de cerca se había evaporado. Tampoco era que Potter hubiera avanzado realmente en aquella tarea; Malfoy era tan normal como podía ser un chico de veintitrés años que había sido acusado de mortífago y que tenía que manejar una enorme fortuna heredada por una familia ancestral.

Después de casi medio año de vigilancia exhaustiva y de no encontrar nada cualquiera hubiera creído que el jefe de los aurores se rendiría, pero la verdad es que el tipo parecía casi tan obsesionado como Harry con el rubio, nadie le sacaba de la cabeza que Malfoy estaba metido en algo turbio y había mandado a bastantes aurores a vigilarlo después de que Potter se negara a volver a hacer de aquello, consciente de que, ahora que sabía sus sentimientos por el ojigris no podría ser objetivo. Y para colmo, un chico más había desaparecido, un joven español de veinticuatro años, que se había mudado al Londres mágico en busca de nuevas oportunidades después de que su madre muriera. El chico había conseguido trabajo como sanador en San Mungo, había pasado apenas un par de semanas como practicante cuando dejó de asistir y una de sus compañeras muy preocupada intentó comunicarse con él. Las cosas en su departamento estaban en orden, no había señal de violencia ni nada y así, se sumó al caso de las otras desapariciones misteriosas de las que Potter se encargaba.

Pero que el moreno ya no fuese el auror encargado del caso de Malfoy no significaba que no estuviese al tanto de él, al contrario, no podía dejar de pensar en él, ni en la que había sido su última charla. Al principio había resistido la tentación de encararlo, de exigirle una respuesta, pero después de plantearle a Hermione una situación "hipotética" del amigo de un amigo, ella le había dicho que tenía que darle tiempo y espacio si no quería agobiarlo y Harry, pese a su ansiedad había aceptado, pero después de poco más de un mes la espera había sido insoportable.

Y ahora se encontraba ahí, de pie al edificio donde se encontraba el pent-house del hombre que le robaba horas de sueño durante las noches y de concentración durante el día. Por supuesto que iba escondido bajo la capa de invisibilidad, capa que se quitaría nada más se asegurara que Malfoy estaba completamente solo, sin Blaise o alguno de los amantes con los que le había visto durante las últimas semanas, con los que se paseaba por restaurantes, fiestas de alta sociedad o bares.

La puerta de cristal del lujoso edificio se abrió y él pudo sentirlo, pudo sentir su magia invadir el ambiente y le llenó como el aire en sus pulmones. Estar en su sola presencia le hacía sentir así de completo, de vivo.

Gracias a los dioses, Malfoy estaba completamente solo, vestía un traje completamente muggle color gris que combinaba con sus ojos y que los resaltaba. Caminó detrás de él durante unas cuantas calles, no se preguntó porque el rubio no había usado la aparición o la red flu, simplemente se dedicó a contemplar el sonido de su corazón latir con fuerza a causa de los nervios.

El arte del engaño y la seducción.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora