Epílogo.

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El encantamiento de magia oscura que Malfoy había usado para traer de vuelta a su padre era uno de origen celta, bastante antiguo y complicado, requería que el invocador de tal hechizo poseyera un poder mágico de magnitudes extraordinarias, una habilidad en encantamiento bastante elevado y un sentimiento de culpa reducido por la cantidad de sacrificios necesarios para completar el ritual. Y Draco Malfoy cumplía perfectamente con todos los puntos.

Había encontrado el viejo libro de magia oscura entre los estantes ocultos en la biblioteca de la mansión, no parecía que nadie hubiese puesto un pie ahí en al menos trecientos años y le sorprendió descubrir la cantidad de libros con temas prohibidos que se encontraban almacenados en aquel lugar; indicaciones precisas de como crear un horrocrux, rituales para traer a alguien de la muerte, pociones irreversibles de amor y seducción, elixires para tener suerte de manera ilimitada, encantamientos que causaban una muerte dolorosa a enemigos sin contrahechizo disponible y un montón de libros que de ser encontrados en su poder le costarían cadena perpetua en Azkaban. Fue una coincidencia haber dado con el libro que le ayudaría a recuperar el alma de su padre, no planeaba hacer uso de nada de lo que aquellos libros describían, después de la experiencia con Lord Voldemort las ganas de experimentar con magia oscura se habían desvanecido y solo le quedaban ganas de aprender por simple y llana curiosidad.

Cuando se hizo con aquel libro aquella curiosidad se transformó rápidamente en esperanza, en una nueva oportunidad que no podía dejar pasar, pero conforme terminaba su lectura se dio cuenta de que era mucho más arriesgado de lo que había creído, necesitaba víctimas, muchas de ellas y él no era un asesino, nunca había matado a nadie, ni bajo órdenes de Lord y no creía ser capaz de hacerlo, de sacrificar la vida de nada ni de nadie. Al menos hasta un par de días después.

Narcissa Malfoy se encontraba bajo el uso moderado de pociones para dormir, para comer, para los nervios, la depresión y las alucinaciones, desde el final de la guerra y justo después de que su marido fuese dementorizado, la mujer había perdido toda esperanza de vida y se había dejado llevar por la oscuridad de su corazón, no comía, no bebía nada, no dormía y no hablaba, ni si quiera con su hijo que había tenido que contratar a un medimago personal para que le recetara de todo. Draco había esperado que con el tiempo su amada madre volviera a ser la misma, pero aquello no sucedió, Narcissa estaba peor que nunca y aquella mañana, después de regresar de una de sus juntas de trabajo la encontró. Su madre se encontraba en la bañera de su habitación, traía puesto el último vestido que su padre le había regalado por su aniversario y había se cortado las venas. La sangre manchaba el agua de la bañera y el resbaloso piso, aquella había sido la peor experiencia que Draco había tenido y fue entonces que tomó la decisión; su madre no viviría sin su padre y él no podría soportar su pérdida.

Al principio las cosas habían sido muy complicadas, tenía que andar con cuidado, sabía que los aurores estaban sobre de él solo por ser un Malfoy e ir por ahí buscando ingredientes de procederes nada legales era muy arriesgado, sin contar que la búsqueda de magos jóvenes cuya magia fuese compatible con la suya le estaba resultando imposible. Había tenido que recurrir a más hechizos de magia negra para llegar a su objetivo y así fue como terminó confeccionando una poción de atracción a base de sangre de veela, la cual le permitía no solo ser irresistible para cualquiera que lo mirase, si no que le permitía localizar a aquellos compañeros compatibles con su magia.

Las cosas comenzaron a ser más sencillas cuando Blaise se le unió, había descubierto una de las pociones de su amigo durante una visita casual a Malfoy Manor y Draco no había podido negar nada, aquel brebaje despedía magia negra por todas partes y no había podido más que revelarle la verdad. Por ese entonces Malfoy apenas se había cobrado a su segunda víctima, un chico francés de buen ver el cual había sucumbido apenas con un beso y de cuya magia se apoderó tan solo tres días después. Por supuesto, Blaise Zabini se había horrorizado y negado al principio, pero la decisión con la que hablaba el rubio y el cariño (por no decir amor) que le tenía, era tan grande que al final había aceptado ayudarlo en todas sus fechorías.

El arte del engaño y la seducción.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora