Las siete de la mañana con cuatro minutos marca su reloj. Mira por la ventana del tren y observa su vida pasar en un instante. Cada árbol que cruza y se aleja de sus ojos castaños, un familiar muerto y un sueño destrozado en llamas. Una vida rota, un sentimiento por el cual morir. Observa al cielo una vez más, parece que el sol se dignó a venir a pesar del frío constante de este invierno gris. Piensa y carcome en su cerebro el tratar de encontrar pena, pero ésta no parece ser invitada, solamente siente nada.
Su familia ha perecido y nuevos padres ha tenido. Viajar en un tren a medianoche es su forma de cumplir a su próximo destino. Podría saltar por la ventana y sentirse más a gusto, en la tierra sólida con el rostro dado vuelta y mis brazos rodeándola. Pero retiene sus impulsos con la esperanza en su pecho aferrada. La esperanza de saber que pronto estará bien.
Poco quisiera tocar el tema de su familia, pero me tocó llevarlos con un abrazo frío. Sus cuerpos inertes, asco me provocaban, debido a que cada vez más se dedicaban a lo “suyo”. El padre con cuarenta y tanto de edad, maltrataba a su mujer. Era dueño de un burdel. La mujer allí trabajaba y pronto obligaría a su hija trabajar allí también. Pero todo cambió cuando el fuego floreció. Paredes, techo, puertas y hasta humanos, masacrados y comidos por las lenguas ardientes del fuego se encontraron. Calcinados hasta la muerte, todos los que se encontraban en ese antro con formas grotescas en las cuales murieron, agonizando y pereciendo una muerte merecida.
Vuelvo a la realidad y vuelvo al tren donde una joven de dieciséis años de edad se encuentra en rumbo. La joven dispersa se encuentra y pronto ha bajado del vagón. Sus pies en el cemento de la ciudad parecen enormes y siente el olor a humo de coches que por la calle parecen correr en vez de andar. Mira alrededor, un tumulto de gente aparece y la lleva por delante, la empuja y la golpea hasta que queda fuera de la estación sin saber muy bien cómo.
Te invito, lector, a que me acompañes a un lugar distinto en esa misma estación. Un joven de ojos azules con su valija está, esperando la bienvenida de su familia real. Un viaje desde Detroit ha hecho y no quiere perderse nada. Tiene la esperanza de encontrar a sus padres verdaderos, ya que ha sido adoptado en un lugar lejano por cuestiones inesperadas, desde que era apenas un bebé. Mira de un lado a otro, su cabello oscuro vuela con gracia y golpea en su cabeza que por el viaje está agitada. Mueve sus piernas delgadas hasta el fin de la estación y ve una joven cansada, que debajo de sus ojos lleva grandes bolsas azuladas. Mueve su cabeza hasta que quedan frente a frente, sus miradas se cruzan y ambos sonríen con ganas. La gente se acumula entre ellos y ninguno llega a verse. Ambos mueven sus cabezas para encontrar la mirada profunda y sincera del otro, pero cuando la gente se aleja, ambos ya se han perdido.
En ese momento ninguno sabe que ambos buscan a las mismas personas. Dos padres esperanzados que quieren encontrar a su hijo verdadero y una nueva a la que adoptar.
La joven de cabello castaño corrió por la ciudad, con el mapa en la mano, buscando la calle que una mujer de adopciones le ha dado. Caminó y caminó sin un rumbo fijo, con la mirada de la gente rica acusándola con frialdad de su sola existencia. Frente a un bar oscuro se quedó parada, mirando por entre las ventanas. Las luces del interior parecían darle la bienvenida. Entró sin pensarlo con los pasos descuidados. Su única mochila parecía no pesarle nada, tenía dos prendas de vestir y varios libros y cd’s que del fuego se habían salvado. Entró con el mapa en la mano y la mirada a un costado, pensando en que tal vez no era mala idea lo que recién había hecho. Su vestimenta encajaba en aquel lugar de ratas. Un jean, unas botas y una remera de Metallica, combinadas todas con un color poderoso: el negro. En la barra se sentó y esperó a que un enorme hombre de barba y calvicie la mirara desde arriba y le trajera, a su orden, una jarra de cerveza.
La esperanza de ella parecía haberse alejado, pero tendría que descubrir que su vida recién empezaba a concretarse de nuevo, como mil años atrás.
Pocas veces me he quejado de la psicología y caracteres humanos, ya que sé que son bajos, pero aquel antro era perfecto para tomar sus almas con mi mano. El olor a vino barato y un cantante de segunda mano, hacían perfecto el lugar, que parecía caerse en pedazos.
La noche cayó pronto y allí la joven seguía, esperando una oportunidad para morirse en mis brazos. Si bien su familia honesta no era, todo en su vida había acabado con un solo chasquido de dedos. No quería ir con su familia nueva, ya que podía tocarle algo peor; ni siquiera sabía en su mente si eso podía ser posible, por lo que en mar de angustia y alcohol se dejó llevar y a los dados en una mesa comenzó a apostar, con dos hombres que estaban borrachos pero que estúpidos no eran. Apostó algo mucho peor que sus dos prendas de más, apostó su cuerpo y su alma a un hombre que poseerla era lo único que deseaba.
Para entender la historia, debo ofrecerte la explicación de mi ayuda a alguien algunas calles atrás. El joven de esta misma historia en un taxi, en medio de una calle agitada en Nueva York, se encontraba. Varado en el tránsito y con la esperanza en la mano, de conocer a su verdadera familia y que ella lo acepte tal y como era. Pensó de nuevo en los ojos de la joven, tan casados y tristes que daban ganas de abrazarlas. Si lo hubiera hecho yo, pronto le habría agarrado un ataque al corazón. Solo me apresuré y una tormenta creé, con un movimiento de mano ágil, o más bien de huesos. La tormenta pronto comenzó y el día se acabó con la luna de la mano, mi mejor amiga me estaba ayudando. El joven en el taxi miró el clima y se alarmó, pensando en que tal vez tendría que llegar mucho antes a la casa de sus padres de lo que el tránsito quería. Aunque no fue eso lo que lo impulsó a hacerlo, fue un sentimiento muy hondo en su pecho al que él sólo obedeció. Salió del automóvil con la valija en la mano, pagando al chofer con cambio. Apresurado, con la lluvia ya sobre su oscuro cabello, llegó al lugar en el que el destino había planeado. Un bar lejano, frente a un boulevard, donde los pinos adornados de luces estaban, por la próxima Navidad. Mas sin vueltas entró, al reconocer de lejos a la joven que con sus encantos horas atrás lo atontó. Al ver a los dos hombres encerrarla con egoísmo y lujuria, la furia creció con asco y a los dos un golpe en su cara propinó con severo daño. Pensó en retirar sus manos cuando el hombre de detrás de la barra se acercó con enojo claro. Tomó a la joven de los brazos, que borracha se encontraba, y corrió por la calle, con su valija en mano, alejándose por las buenas de aquel lugar del Infierno.
Ambos se fueron de la mano, y hoy pasean encantados. Ambos viven con sus padres. Uno de sangre y otra adoptiva. Ambos son felices en este mar de tragedias y felicidades a los que muchos llaman vida, sin importar el título de hermanastros que ambos se han ganado. Podría decirse que la esperanza de uno y otro fue el amor sincero y la verdad impuesta por la mirada pacifica que el otro pudo jamás darle.
Créanme que pocas veces he visto un amor semejante a éste. Muchas veces he tratado de encontrarlos en su camino, pero la luna y yo sabíamos que éste era el mejor día propicio. No solo en esta vida se han encontrado, sino también en anteriores, cuando un joven pastor y una dama inglesa se encontraron en un cementerio llorando. También años atrás, cuando un empresario conoció una modelo importante, y ambos se enamoraron de sus ojos azules y castaños.
La mirada en el amor lo dice todo, de eso estoy seguro. Muchas veces he conocido parejas pero no como ésta, que perduran a través de los siglos, por sobre todas las cosas. Pero sobre todo, admiro el amor que sobre pasa por mí, La Muerte en persona.
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El Proyecto Glee [Concurso]
De Todo¿Te gusta escribir historias cortas? ¿Quieres dar a conocer tu perfil y optar a la vez a un premio final? ¿Eres fan de Glee? Si has respondido que sí a alguna de estas preguntas este es tu concurso. ¡Participa en "El Proyecto Glee"! No tienes excus...