El dinero vuela entre las manos del público nervioso. No hay apenas luces, sólo los letreros de neón rojo y focos verdes y rosas, que dan un aspecto un tanto vulgar al lugar. Aunque, nadie se espera lo contrario, ya que el sitio es de este tipo.
Alguien le ahueca los rizos del pelo y le da una fuerte palmada en el trasero. Ella no se sorprende, la expresión neutral en su rostro es el mismo de siempre. No sonríe. No parece nerviosa. No está afectada.
No es su culpa.
Los gritos de detrás de la cortina se hacen más fuertes cuando se acerca su turno. Se humedece los labios cuando la música que tanto ha odiado durante toda su vida empieza a retumbar en los altavoces viejos y magullados. Pone una mano en su cadera desnuda y esboza la sonrisa falsa que ha tenido que finjir desde que la obligaron a entrar en aquel negocio de sucios. Aunque ya no hay vuelta atrás.
Las cortinas se abren y ella anda hasta el frente meneando sus caderas mientras el público lleno de testosterona se anima, y empiezan a sacar el dinero de sus bolsillos para empezar a lanzarlo al escenario.
Empieza a bailar de la forma que tanto le gusta a los hombres, con el pecho hacia fuera y agarrando la barra de metal como si fuera un tesoro al que aferrarse. Hace todo lo que puede para poner a todos los espectadores en la palma de su mano, para poder manipularlos más tarde e irse a casa con el sueldo de cada día.
Cierra los ojos e intenta actuar con normalidad y como siempre. Las emociones no tardan en salir de sus venas, de llenar su cuerpo con una sensación muy familiar ya para ella. Siempre que sale los mismos recuerdos de siempre se hacen presa de su cuerpo, y eso hace que sus movimientos sean feroces, llenos de ira y de enfado a causa de su pasado que inunda sus pensamientos.
Imágenes que parecen flashes en su mente no paran de venir. Ella estudiando y sacando de las mejores notas de su clase, un futuro por delante. Ella no tendría que estar en un lugar como aquel, calentando cuerpos con sus movimientos insinuantes. Se enamoró de la persona equivocada. Demasiado guapo y muy poco atractivo por dentro, aunque siempre había sido un buen actor. Las olas en la playa chocar contra la arena era el sonido que se escuchaba en el momento que entró en las drogas. No quería estar excluida entre el círculo de amigos de su novio. Su novio. En ese momento sonaba bien. Se dejó llevar.
Las lágrimas salen de sus ojos y ella no se da cuenta, aunque la gente está tan enfrascada en sus movimientos de cadera que su estado emocional es lo menos que les importa en esos momentos. Se obliga a sí misma a sonreír con la misma sonrisa pícara que había esbozado al entrar en juego. La gente ya no puede más; más de la mitad quiere pasar al siguiente nivel. La música para, y ella lanza su beso en el aire tan característico suyo.
Guapa y con una gran habilidad para el dibujo. Ilusa, soñadora, llena de sueños y metas, y con un gran futuro por delante, tuvo que toparse con la persona que arruinaría su vida. Se dio cuenta demasiado tarde. Las voces de sus verdaderos amigos no hacían más que advertirla. Y ella pensó que era envidia de no poder estar en su lugar.
El jefe del lugar se acerca a la muchacha y la abraza con un tono demasiado elevado. Su piel semi-desnudo choca con fuerza contra el del hombre corpulento y con olor a tabaco y a otras sustancias de ese tipo.
-Hay alguien esperándote -susurra en su oído y su piel se eriza.
Se aparta de su abrazo y le sonríe. Anda por el local con sus altísimos tacones y con las caderas de un lado para otro. Las apariencias son lo que mantiene en pie este negocio.
Cuando entra a la habitación, las luces son incluso más oscuras que antes. Un hombre de mediana edad parece nervioso sentado en la silla. Quiere hablar, pero la chica sólo se acerca y empieza a mordisquearle el cuello.
-Mi nombre es Lana, y no quiero más preguntas. Déjamelo todo a mí -le sonríe mientras le susurra en la oreja.
Le desnuda, ahora ella es presa de su cuerpo. El chico quiere tomar las riendas, pero ella no le dejaría ni en mil años. Ella es la experta en esto, aunque no está orgullosa de ello.
La droga siempre lo estropea todo. La playa, sus amigos, sus supuestos amigos, y la droga. Primera calada a una de esas sustancias que algún día hubo estropeado su vida. Más tarde, su madre gritándole. Y el día que le perdió el respeto y se fue de casa, con tan sólo 17 años. Rota y destrozada cuando se dió cuenta de que su novio sólo la estaba utilizando de las malas maneras, mientras que ella ya estaba completamente enganchada. Y la búsqueda de trabajo la hizo acabar en uno de esos antros en donde la gente va a desfogarse.
Y es que, las que estrellas no deberían de estar ahí, deberían de volar, de vivir la vida, de ser feliz. De tener una buena vida. Y no esto.
Termina su turno, y el chico se sube los pantalones. Le paga en mano y sale disparada de la habitación con los billetes en la mano.
El jefe se vuelve a acercar y sabe lo que le va a decir. Eso es lo malo del negocio. Se pone de nuevo detrás de la cortina y el ambiente se caldea de nuevo. Un altavoz grita su nombre, y el tiempo pasa volando. La gente es diferente, y el escenario está lleno de billetes, muchos de ellos falsos.
La música termina; y ella lanza su beso en el aire tan característico suyo.
Y así, todos los días de su vida.
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El Proyecto Glee [Concurso]
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