Capítulo 14: Temores

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Nota: Holis! bueno decir que me cuesta subir los capítulos porque los voy escribiendo a días, y cuando voy a volver a empezar leo lo anterior lo edito, lo reedito, y luego se me quitan las ganas de avanzar jajaja, por cierto... en cuanto a los comentarios los agradezco! ^^ y por cierto, los leo casi nada más que los escribais por que mi aplicación me informa al instante pero como soy demasiado vaga, no suelo contestarlos hasta que subo el siguiente capítulo :) los comentarios del capítulo trece estan contestados. Besiniss! (llegan los examenes de uni, como dato jajajajajaja)

Ted era mi nuevo, aunque ya no tan nuevo, compañero de piso. Era un chico irritante egocéntrico, y porque no decirlo, también era bastante atractivo. Y yo en verdad solo era una cobarde con demasiados miedos.

Había pasado tres días desde que no había tenido noticias de Ted, y la última vez que le ví me había dejado bastante preocupada. La casa estaba vacía, sola. Y aunque había estado tres años de mi vida sola, de alguna manera no se podía comparar con lo que sentía ahora. Me había dado cuenta de que el temor al rechazo y al abandono, eran aún mayores que al temor de enamorar, y por eso, quizás, siempre había construido una pared infranqueable de ladrillos entre yo y el mundo.

Me había propuesto olvidar mi pasado, intentar dejarlo atrás, pero a veces siento como si mi pasado me pisara los talones y no me dejase avanzar tranquila. Solo había pasado un día levantándome y no sintiendo ese peso que llevaba todos los días en mi espalda, pensaba, irónicamente, que ya estaba olvidado, que ya no lo iba a recordar, pero me equivoque. El pasado es como los tatuajes, se hacen huellas en tu piel, te atraviesan, para que siempre sepas que alguien te hizo daño, para que no te olvides de que esa amiga ya no está. Sí, están ahí atormentando cuando menos te lo esperas, haciéndote recordar que las cosas no siempre son tan buenas como una vez lo fueron.

Los tatuajes, al igual que el pasado, es improbable borrarlos. Sin duda tenía un serio problema. No podía olvidar mi pasado, no podía dejar de recodar, y muchas veces había leído en varios sitios que para empezar a olvidar las cosas había que empezar a contarlas, aunque eso suene mucho más fácil de lo que en verdad es. Cuesta escuchar a uno mismo de lo que ha sido capaz de hacer en ciertas ocasiones. Y eso lo descubrí cuando me vi sentada en el viejo roñoso y charol sofá de Freud.

Me miraba esperando a que hablase, a que le contase la verdad que me había llevado hasta él, y yo lo intentaba, intentaba hablar sobres todas aquellas cosas que quería sacar de mi cabeza, pero no podía evitar la tentación de cambiarlas e imaginar otras cosas de las que hice o dije, y eso, en verdad, no ayuda a olvidar.

Le hable sobre cosas bizarras, cotidianas y comunes. A veces cuando alguien tiene algo importante que le hace sufrir, lo esconde. Y había estado tres años sola, escondiendo mis sentimientos, y por ello sentía que en cualquier momento iba a explotar. Ya no podía vivir así.

Así que, ¿Quién era la mejor persona que podía enterarse?, Freud. Tenía miedo de que la persona equivocada en el momento inadecuado se enterase de las cosas guardadas. De mi cosas.

Freud me miro con las cejas alzadas, me sentía intimidad y no me atrevía a hablar. Era algo tan escabroso.

-          ¿Eso es todo lo que me tienes que contar?- Me preguntó Freud, a lo que asentí con la cabeza. No sentía como si fuese la hora de desflorarme, no estaba preparada y ni mucho menos capaz de escucharme hablar sobre mi pasado, a decir lo que nunca había atrevido.

Pero hay estaba Freud queriendo escucharlas, sin saber diferencia si era por el mero hecho de que ese era su trabajo, o sí en verdad él quisiese ayudarme.

-          De verdad creo que no me has dicho todo lo que me querías decir – Dice Freud, y esta vez no supe si asentir con la cabeza o negar. No tenía saliva para poder hablar, y me sentía bastante frustrada al no ser capaz de contarle todo. Las lágrimas cayeron por mis mejillas mientras Freud mirando por la ventana y dándome la espalda decía enfadado que tenía otro cliente más importante.

El amor es para tontosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora