Capítulo 12: Descubrimientos

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* Este capítulo tiene un vídeo con música para ambientarlo, si gustas reprodúcelo para oírlo. Espero te guste. 



«01:00:01 AM». Marx apareció en su cuarto, dio unos pasos torpes hacia adelante pues sentía que iba desmayarse en cualquier momento, puso sus manos al frente para caer a un lado de la cama y con lo último de sus energías se arrastró hasta ponerse completamente encima. Sus ojos perdían brillo lentamente y se cerraban nublando su visión. En su mente solo había una completa oscuridad, donde tenuemente los ecos de una voz iluminaban el lugar.

«Siempre estuve sola, viendo con tristeza como mi familia se destrozaba frente a mis ojos. Los gritos hacia mi madre, los golpes que recibía y el continuo abuso que aguantaba de mi padrastro. Era muy pequeña para entenderlo... Pero el ver esos hechos, hacía que deseara no haber nacido. Cada día era un eterno sufrimiento, pero mi madre lo soportaba por el supuesto amor que le tenía ese hombre».

En un parque casi vacío, se haya a una niña llorando, las personas pasan cerca de ella pero no le toman importancia y continúan su camino. La niña tiene alrededor de diez años, viste con una ropa un tanto maltratada, su pelo es castaño claro muy mal cuidado, en las rodillas tiene unos raspones y algunos moretones que intenta ocultar. Alguien se sienta a su lado y la sorprende tocándole la mano con un vaso de helado.

—¡Kyaaa! —ella levanta la mirada, ahí estaba un niño de su edad comiendo otro helado y ella tras limpiándose las lágrimas se muestra enojada—. ¿Por qué me asustas así, Marx? —Le reclama enojada y volvió a sentarse abrazando sus piernas.

—Siempre que te pones triste vienes aquí, Nora. Toma un helado, eso te animara. —Comenta el pequeño Marx y le da una gran sonrisa mientras le ofrece el envase. Nora tomó el helado, abriéndolo probo un poco y sus mejillas se sonrojaron por el dulce sabor.

—Mmm... Que rico... Muchas gracias, Marx, siempre me animas cuando estoy triste. —La expresión en el rostro de Nora cambió a una más feliz.

—Ja,ja,ja no es nada, Nora... ¿Terminando jugamos a los barquitos? —Recomienda Marx mientras come, Nora le responde un "si" con la cabeza y se muestra emocionada.

«Llegaste a mi vida cuando me sumergía en la tristeza, eras lo único por lo cual podía sonreír y el tiempo que pasaba contigo, me hacía olvidar mi horrible situación.... Nunca me había sentido así por nadie... No comprendía mis sentimientos pero tú me hacías feliz».

Buscando por todo el parque, encontraron unas tapas de plástico y las pusieron en un delgado hilo de agua que se las llevó lejos, ese era el juego que los divertía... De algo tan simple y puro, podían sacar muchas risas y lo cual se volvió un momento inolvidable para ambos.

Lismatus: Treceava HoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora