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–Mi hija, ¿¡Dónde está mi hija!? –exclamó el Señor Gordon al encontrarse frente a mí y a mi madre–. ¿Qué le sucedió a mi hija?

–Le pido por favor se tranquil...

–¡Exijo saber que ocurre con ella! –exclamó nuevamente interrumpiendo a mi madre.

–Se-señor Gordon tiene que escucharme con atención –me dirigí a él y me prestó la atención que le solicité–. Su hija, –suspiro– su hija nunca quiso decirle lo que le ocurriría y sólo por dos motivos. No le ponía la atención necesaria además de que ella le temía a usted.

–Se directa.

–Ah, me va a matar cuando se entere pero –suspiro pesadamente–. Su hija estaba embarazada y ahora mismo está dando a luz.

La expresión del señor Gordon me mostró lo aterrado que se encontraba ahora mismo. El color le abandonó el rostro y le dejó un semblante de pánico. Su asombro no pudo con más y le comenzó a provocar un gran ataque de pánico.

–¿M-mi hija? –comenzó a doblegarse–. Es una vil mentira, ¡Una estúpida mentira!

–No gano nada con mentirle...

–Un médico, necesito hablar con un médico ahora mismo –se dirigió a mi madre.

–Puede pedir informes en la recepción –respondió mi madre.

Él accedió y de encaminó a la recepción preguntando por __________. Mi madre se acercó a mí y me abrazó con cierto toque de alentación.

Observé a mi madre y ambas nos sonreímos nerviosas. Podíamos sentir como se avecinaba el caos además de lo mal que le iría a _________ al saber su padre ya de lo que por mucho ocultó.

•••

–Familiares de la paciente ________ Kaulitz.

Llamó el doctor de nuestra atención. El señor Gordon fue el primero en encontrarse frente al médico.

Mi madre y yo le seguimos.

–Soy su padre –dijo él.

–Doctor Gretz, un placer señor. Me es grato informarle que todo salió perfecto, su hija se encuentra en buen estado a pesar del accidente que le ocurrió...

–¿Accidente? ¿Cuál accidente? –preguntó el señor Gordon dirigiéndose hacia mí.

–Uno de nuestros compañeros le empujó e hizo que cayera golpeando su vientre –respondí intimidada.

–¿¡Por qué no me dijiste eso, mocosa!?

–Le pido se calme, por favor, señor –detuvo el doctor–. La bebé se encuentra en gran estado pese al accidente y al haber nacido prematuramente.

–¿E-es una niña?

–Así es –respondió el doctor–. Es una niña. Muchas felicidades.

–Quiero ver a mi hija –pese a la felicidad que el doctor intentaba captar por parte del ahora abuelo. No obtuvo más que una frívola actitud.

La mirada del señor Gordon era de confusión, de enfadó y desesperación. El señor Gordon se encontraba furioso pero cierto aire de decepción le iluminó el rostro.

–Aún no despierta de la anestesia pero puede pasar a verle.

•••

–Realmente la va a matar –hablé a mi madre nerviosa–. Estaba furioso, lo veía en su rostro. ¡Estaba furioso, mamá!

–No la matará, hija. A pesar de todo le apoyará, es su padre –bebió de su café–. No tienes porque sentirte culpable, si es lo que te preocupa.

–Me siento mal. Sé que __________ se molestará conmigo después de ver a su padre ahí.

–Cariño, –tomó mi mano y me sonrió– tarde o temprano Gordon se enteraría del embarazo. Ella no lo ocultaría más. Además –se alejó de mí y giró su cuerpo para buscar en su bolso su móvil, el cual comenzaba a sonar– él tendría que saber para hacerse cargo de la bebé.

«También el padre merecía saberlo». Pensé. 

Delirante #2 El delirio de amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora