12.

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—Y entonces el lobo sopló y sopló hasta que la casa derrumbó...

—Ya se durmió —habló una voz a mis espaldas.

Me giré a observar encontrándome a Andy de pie en el umbral de la puerta, observando detenidamente cada una de mis acciones.

—Debo terminar el cuento —replico.

Andy sonríe y se cruza de brazos para después recargarse en el marco de la puerta.

—Es tarde, ________. También debes dormir.

—En un momento más. ¿Quieres un snack nocturno? —pregunté y sonreí después con la intención de que él accediera.

Accedió y sólo me correspondió con una sonrisa aún más grande. Cerré el libro colocándolo en la mesita de noche de Samantha y me levanté con cautela evitando despertar a Samantha al sentir ella movimiento en su cama.

Observé a Sam por una última vez y apagué la luz proveniente de su lamparita de noche. Caminé hasta Andy y éste cediendome el paso, nos encaminamos hasta la cocina.

Cruzando la sala de estar, vimos la escena más tierna de todas. Sonia y mi padre durmiendo placenteramente abrazados uno al otro en el sofá más grande mientras la televisión continuaba aún encendida. Solté una sonrisa de ternura, mi padre realmente se veía tranquilo después de tanto tiempo y era merecedor de todo esto, tras la partida de mi madre, ambos quedamos destrozados pero de las cenizas resurgieron las mejores etapas de nuestras vidas.

—Apagaré el televisor, te alcanzo en la cocina —anunció Andy.

Asentí y llegando a la cocina, busqué entre los estantes de la despensa pan blanco que estaría acompañado con un poco de jalea de fresa formando así un sencillo y delicioso empaderado para ambos.

—Están profundamente dormidos —habló Andy adentrándose a la cocina.

Asiento en silencio mientras preparo el empaderado de Andy. Se sienta en la barra de la cocina, justo donde me encuentro preparando nuestro snack nocturno, toma asiento justo frente a mí y le entrego el plato con su empaderado.

—Fue un día cansado para ellos. Papá me dijo que salieron a hacer varias compras —respondo.

—Estuvieron muy ocupados el día de hoy —dijo Andy levantándose para ir rumbo a la nevera y tomar el cartón de leche—. Además se acerca el cumpleaños de tía Mary, andan ocupados por lo mismo.

Andy sirvió dos vasos de leche, uno para él y uno para mí. Me entregó mi vaso tras haber terminado yo de preparar mi emparedado y decidí sentarme a lado de Andy.

—¿Qué ha decidido tía Mary? —pregunto a Andy.

—No sabe que hacer. Pero Gordon y Sonia le preparan una fiesta sorpresa. Tú no sabes nada. —realizó un gesto de silencio.

—¿Y por qué no me han dicho nada a mí? No es justo —reproché infantil mente causando gracia en Andy.

—De seguro te dirán en unos días más —me giré a observarlo fijamente y él correspondió—, no desesperes. —Dejó su empaderado sobre el plato y desvió su mirada observando al mismo, entrelazando sus manos para después soltar un gran suspiro—. ¿Crees qué... —pausó

—¿Sí?

—¿Crees que vengan tu madre y tus hermanos?

La pregunta de Andy me cayó como balde de agua fría haciéndome reaccionar de una forma sorpresiva pero a la par con miedo. Años han pasado desde la última vez que ví a mamá y... a Bill. Ya no sé nada de ellos ni ellos de nosotros, nunca tomaron la iniciativa de buscarnos o interesarse en papá o en mí.

Delirante #2 El delirio de amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora