14.

271 20 1
                                    


Despeiné mi cabello en muestra de frustración. Sentía el como la desesperación me corría por las venas, unas ganas colosales por gritar hasta que mi propia garganta se desgarrara me dominaron. Debía correr hacia algún punto y no obedecí al no saber el destino.

Me sobresalté asustado al sentir la vibración de mi móvil en el bolsillo derecho delantero de mis vaqueros de mezclilla. Volví a mi mismo reaccionando para tomar mi celular y visualizar en su pantalla la llamada entrante de mi hermano. Tomo una gran bocanada de aire liberandome de mi ahogamiento y atiendo.

—Tom —hablo—. ¿Qué sucede?

—¿Dónde estás, hermano? Ya he salido de la tienda.

—En el supermercado de la plaza —respondo y levanto del suelo la bolsa de compras que momentos antes dejé colapsar.

—Voy en camino —dijo Tom.

—Te veo en una de las bancas cercanas —aclaro a mi hermano y termino la llamada tomando rumbo a la primera banca cercana que visualice a la distancia.

Camino cabizbajo y pensante ante lo acontecido hace unos instantes. Recuerdo a la distancia las facciones de aquella mujer y permanezco sin aliento, podía asegurar era ella. Han pasado largos años desde la última vez que la ví y puede que ella haya cambiado incluso hasta el tono de su cabello e incluso así, reconocería su dulce rostro fuese donde fuese.

Aquella mujer lucía tan físicamente similar a ella: delgada, tez blanca y un poco baja de estatura. Su castaña y lisa cabellera decoraba su rostro iluminandolo con un detalle excepcional. Sonrío pues un sentimiento de esperanza me abrazó y me dio consuelo ante la posiblidad de haber admirado a la distancia a la __________ de hoy en día.

Al estar frente la banca de metal, pintada en un tono magenta y decorada en el respaldo con unas hermosas flores talladas en el mismo metal, tomo asiento y dejo a un lado de mí la bolsa plástica blanca del supermercado. Inhalo y exhalo con fuerza, sentía que mis pulmones se defendían de su labor en cualquier momento si no me detenía a respirar y mantener la calma. Desciendo mi mirada y recargo mis codos sobre mis muslos permitiendo así un soporte para mí y tomar una posición pensante.

—Eras tú —hablo a mi mismo—. Era ella, lo sé, lo sé, lo sé.

Vuelvo a cubrir mi rostro como si aquel acto me permitirá volver a esos instantes para cerciorarme de obtener la razón, para cerciorarme de que era ella. Me latía desfrenado el corazón al pensar en tantas posibilidades pero todas me llevaban a lo mismo.

—Ahí estás. —Tom habla a lo lejos, le dirigo mi mirada y le observo acercarse. Traía consigo una bolsa de regalo negra con un enorme moño plateado pegado a una de las caras de la misma—. Estoy demasiado seguro que este regalo le encantará a tia Mary.

Tom se sienta a mi lado haciéndome compañía, me observa y en su rostro pude ver el como expresaba duda. Tom me intentaba descifrar.

«Maldita sea». Pienso.

—¿Sucede algo? —pregunta.

¿Qué debía hacer? ¿Callar lo acontecido hace unos momentos además de mantener para mí la incertidumbre, la emoción y la ilusión de creer haber visto a ________? O acto tan sencillo, ¿Hablar con Tom de esto?

No me sentía seguro para expresarle mi sentir a Tom. Sabía de antemano que él me recriminaría y me reclamaría el tener la creencia de haberla visto además del hecho de que eso le molestaría a Tom.

Desvío mi mirada concentrandola en un punto fijo intentando no mantener contacto visual con Tom y sonrío burlesco.

—Es sólo que me vino una oleada de recuerdos —miento—. Hace años recuerdo haber ido a una plaza como estas con Gordon. Justo en el tiempo después del campamento de verano.

Delirante #2 El delirio de amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora