catorce.

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Hay tantas fotos repartidas por el suelo de la habitación de Taeyong, que cualquiera creería deshicieron diez álbumes viejos para organizar. Están apoyando la espalda de la cama, hablando tras haber visto las fotografías y haberse llenado de una extraña nostalgia.

Sus dedos chocan mientras hablan y se pasan las fotos, aunque en realidad lo que buscan es algo de contacto. Yuta choca sus hombros también, Taeyong lo hace con sus rodillas, aprovechando que ambos pares de piernas están cruzadas y se ríen bajito, mirándose hasta el más mínimo detalle. Y es que, por lo menos para el coreano, aquello es un milagro en absoluto repentino: tiene a al japonés a su lado; puede olerle y tocarle, puede escucharle, y observar, sin ninguna pantalla o ningún disimulo porque él siempre fue un asco como actor, sus dientes brillantes mostrándose a cada rato, y sus ojos, sus pupilas negras pero también brillantes cubiertas por ese iris café oscuro que él con gusto querría saborear. Poco le importa si Yuta ha aparecido sin previo aviso, él insiste con que se quede en su casa, pues ellos son amigos, y sabe que sus padres ni se irán a preocupar.

Llegaron al departamento después de las ocho de la noche y sorprendentemente (o no) los señores Lee saludaron al extranjero como si se tratara de un vecino cualquiera. Cenaron juntos, y caminaron con torpeza hasta el cuarto del más joven. Yuta aún está sorprendido por el aspecto de Corea, quizá porque se la esperaba muy parecida a su tierra natal y aunque sí guarden cierta semejanza; los edificios, las calles, los puentes, los colores, y la sensación que estos brindan, no pueden realmente compararse bajo su limitada perspectiva.

―Entonces vas a quedarte hasta tu cumpleaños ―comenta el moreno en japonés, aunque ahora, suena menos perfecto que en abril.

Sostiene varias fotos con sus manos, recordando el momento exacto en que tomó cada una; los zapatos en la entrada de la casa del señor Nakamoto por ejemplo, son del mismo día en que compró la cámara, Yuta sonriendo desde la ventana de su habitación un día después, los árboles repletos de hojas verdes del jardín en la misma tarde, y unas niñas (vecinas de la cuadra) correteando por la acera justo una semana antes de su partida.

―El domingo, pero es lo mismo; el día de mi cumpleaños.

―¿Debería preguntarte de dónde sacaste el dinero para venir?

―¿De verdad quieres saberlo? ―Yuta se mantiene sonriendo, y él no puede evitar el imitarle.

―Está bien ―se apega a él, abrazándolo sin siquiera pedir permiso―. Dejaré que me lo cuentes luego.

―Estaba pensando.

―¿Sobre qué?

―Creí que al venir a verte me sentiría más tranquilo ―confiesa con cierta calma para los ojos contrarios, volteando y así encontrándose con el aliento de Taeyong contra su rostro, sintiendo sus brazos rodearlo y queriendo imitarlo. Quiere pegar sus pechos, chocarlos; a ver si con algo de suerte crean chispa y en consecuencia, fuego. A ver si pueden calentar sus corazones y derretir el bloque de hielo fragmentado que ya está quemando y cortando el suyo. Yuta respira, su olfato reconoce el arroz con carne que hace poco cenaron, y se pregunta (para distraerse, no permitan les engañe) si su propio aliento olerá igual―. Mas creo que me he puesto demasiado nervioso en vez, y no lo aparento, seguro tampoco lo aparenté la primera vez que te vi.

―¿Estabas nervioso la primera vez que me viste? ―Taeyong alza sus cejas, el tema le parece curioso, tanto que ni se le pasa por la cabeza preocuparse por su aliento.

―Sí, puede que se deba a que no hablo mucho con nadie...

―Pero ahora hablas mucho conmigo.

―Llevaba más de tres semanas sin hablar contigo ―se ríe por enésima vez,  todavía cerca, casi rozando sus labios y en recompensa recibiendo una agradable y excitante sensación. Es complicado, pues quiere besar a alguien que ni termina de recibirlo― ¿no estás molesto por eso? Pude haberte escrito y preferí no hacerlo ¿no te parece acaso que soy de lo peor, llegando así, como si nada? ―interroga invitando al cinismo, y aunque están a punto, no se atreve. No se atreve a besar a Taeyong.

―Nosotros no somos pareja, ni hemos firmado un contrato cul estabresca tengas que informarme dónde estás, o qué estás haciendo ―responde, sintiéndose solo un poquito extraño con la situación, su corazón próximo a sufrir un paro cardíaco y recordando su plática con Jaehyun.

―¿Entonces no te habría importado si nunca escribía? ―sus palabras siguen discurriendo con sutilidad, entre sonrisas, y sin embargo, no es difícil leer lo insólito en lo que resta de su expresión. Taeyong se acerca para besarlo al fin, pero Yuta aleja su rostro, y ambos, claramente, se reflejan en los ojos del otro cuando el menor vuelve a hablar.

―Claro que me habría importado —aclara al instante—. Un segundo antes de que me llamaras, estaba llorando por ti.

—Lo lamento —sonríe de una manera preciosa el mayor, disimulando sus lágrimas, que empiezan a resbalar sin razón en específico. Caen y caen, empero Yuta no llora en ningún momento—. Creo que los dos somos tremendos masoquistas, kuku.

—Lo somos, y así nos gustamos —afirma entonces, con voz trémula, culpando a la pérdida ajena por esas gotitas saladas que se escurren en su cara, ignorando que son por muchas cosas más.

—Claro Taeyong —Yuta presiona su boca contra la del nombrado, besándolo para suspirar sobre sus labios, ambos rindiéndose ante la gloria de tan simple contacto y besándose de nuevo—. Así nos gustamos.
»Y ese es el problema.










Nota:

Aaah, corrijo los errores otro día(?) Solo quería avisar que le quedan pocos capítulos a Nods. Cries.

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