n u e v e

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Inesperadamente, como un hoja es arrebatada de su rama por la fuerza del viento, Su Min se sintió cohibida por la fuerza con la que aquel toque le provocó y se sintió caer, caer en el suelo y ser abrazada por agujitas que le pinchaban con suavidad cada parte de su corazón y le provocaban un dolor en su estomago pero que al mismo tiempo le hacía sentir tan ansiosa, una ansiedad que se traducía a que necesitaba sentir más. Jimin tenía tanto poder en ella, y por supuesto que tenía poder, que lo notó en el instante en que ella, sin hesitar, comenzó a dejarse llevar por el brazo fuerte que la sostenía desde atrás, y luego toma impulso al mismo tiempo en que esos brazos le dan el empujón que necesitaba para luego esforzarse por su propia cuenta y entrar a la casa del árbol.

En medio de la oscuridad, apenas pudiendo ver la sombra que se levantaba de las sombras y luego se erguía frente a ella, sintiendo más cerca el latido de un corazón que al principio pensó que era el de Jimin, pero en realidad era suyo. Ese sonido le asustó en sobre manera y le escandalizó aun más el ruido que tenía en su cabeza. Sentada en una almohada pequeña, la misma en la que unos meses atrás había demarrado sus lágrimas, el recuerdo se sentía tan lejano y poco relevante porque lo único que podía concentrarse era en su corazón que latía exageradamente. Jamás se había sentido así por un hombre que había conocido en menos de veinticuatro horas.

Sus pensamientos eran solo suyos, pero tuvo miedo que por el ruido de estos, Jimin escuchara el alboroto. Nada de ella le pertenecía a él, sin embargo desde que apareció todo se trataba de él.

¿Qué clase de hechizo era en el que se encontraba? Porque no entendía nada de lo que pasaba y eso la estresaba, el no poder entender la situación.

—No veo nada, ¿hay alguna lámpara? —pregunta una voz, la cual Su Min no reconoció hasta que Jimin tanteo en la oscuridad y dio con su hombro. —Aquí estas.

Al volver de su ensimismamiento recordó la lámpara que se hallaba situada en una mesa redonda y pequeña que justo quedaba a unos centímetros de ellos y que aunque no era demasiado potente, molestó con su luz los ojos de los dos. Luego prosiguió a prender las otras dos que estaban en diferentes lugares de la casita y ahora todo se veía un poco menos oscuro.

Su Min pudo ver de nuevo con más claridad al causante de su estado.

¿Qué había en el, que le causaba tanta calidez en su corazón?

—Eras tú, ¿no es así? —Jimin, quien miraba tan dedicadamente los detalles que decoraban cada parte de la casita, puso su atención en la castaña con una expresión confundida. Eso es lo que vio Su Min, sin embargo, Jimin sabía muy bien a qué se refería pues estaba esperando aquella pregunta desde hace rato. —En el instituto, eras tú con el que me choqué.

Ahora el turno era de Jimin y su respuesta tenía que ser tan inteligente como cada paso que había tomado hasta ella, aunque... ya no había tiempo para hacer las cosas tan lentamente, ni tan prudente. Estaba entre la desesperación y el dolor, y a ninguna de las dos le concedería la oportunidad de ser libres y dejar que lo acobijaran lentamente hasta hacerle perder la cordura. Si se iría, tendría que al menos cometer el último pecado que se le tenía prohibido; enamorarse. Solo que esta vez tenía que limpiar el polvo de lo que había dejado oculto en su corazón para que así todo brille como la última vez.

—Era yo —tan firme, pero tan derrotado retumbó la voz de Jimin, como aquel que acepta sus cargos en una corte, aun sabiendo que a pesar de haberse confesado, su pena seguirá siendo mortal.

— ¿Qué hacías allí?

—Papeleo.

Su Min comenzaba a inquietarse.

ーwinter bird; pjm♡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora