s i e t e

17 6 9
                                    


Se había algo que detestaba Su Min, era que la miraran por mucho tiempo porque no sabía cómo lidiar con la atención. Siempre procuraba ser lo más callada y menos escandalosa. Ahora aquella atención que tanto odiaba, la recibía de aquel extraño. Sentía como los ojos del chico le picaban como agujitas en su piel.

Dos minutos habían pasado desde que ella había caído sentada en la pierna de Jimin y aun seguía estándolo. Su trasero comenzaba a doler. A él ni le molestaba, es más, le encantaba tenerla tan cerca, para poder ver aquellos detalles de su cara que habían cambiado desde la última vez que la vio. Aunque... comenzaba a dormírsele la pierna.

— ¿Estas cómoda? —preguntó el, sonriéndole.

Ella se enderezó rápidamente y entendió que debía moverse, entonces se paró y le dio la espalda debido a la vergüenza que tenía y que se reflejaba en sus mejillas con un color carmesí que la hacía ver adorable.

— Eso pensé.

—Considérate afortunado, no siempre consigues que una chica se siente en tus piernas tan rápido.

—Yo no he dicho nada —la sonrisa de Jimin parecía brillar como nunca antes, Su Min lo voltea a ver con una expresión severa en su rostro y luego vuelve a mirar hacia el frente.

—Ya se acerca el bus, no te preocupes, yo pago.

Jimin no dice nada y se hace detrás de ella con las dos manos en los respectivos bolsillos de su pantalón negro. En cuanto el bus llega ambos suben y buscan asiento. Todos los puestos estaban casi llenos, a excepción de uno que al parecer a Su Min le costaba darse cuenta porque no parece moverse de su sitio.

—Allí hay un puesto libre ve y siéntate —dice Jimin a un costado de la cabeza de Su Min, muy cerca de su oído y con una mano sujetándole el hombro.

— ¿Y tú? —su voz suena suave y algo afectada por la cercanía de Jimin, tuvo que asegurarse de que aquel cosquilleo que había nacido lentamente y luego de manera tan fuerte en su oído, no fuera a delatarla. Sin embargo, su mano fuertemente sujeta al borde de su falda lo había hecho y ahora la sonrisa juguetona de Jimin estaba puesta orgullosamente en el, sintiéndose casi victorioso por haber logrado la reacción que quería en Su Min.

—Entonces déjame sentar y te sientas en mis piernas. Creo que no habrá problema en eso.

Sus palabras habían sonado tan fuertes a su oído, que se sintió zarandeada por una ola de calor que se le impregnó como un perfume en su piel.

Si un hombre se acercara a ella y expresara exactamente las mismas palabras que Jimin había dicho, lo más seguro era que hubiera vociferado unas cuantas palabras, pero extrañamente no encontraba aquellas palabras por ninguna parte, como si él tuviera el poder de quitar una pieza de ella, y descompletarla, olvidando ella qué pieza faltaba. Como si eso fuera posible.

Su Min no podía soportar otra cosa más proveniente de Jimin. Su tacto, sus palabras, jamás se había sentido tan al borde de los nervios con un chico.

Finalmente Su Min se había sentado en la silla y había evitado a toda costa la mirada de Jimin, que muy bien sabía ella que él estaba esperando por ella pero Su Min le negó la posibilidad de observar de nuevo sus ojos cafés.

Después de un gran trayecto, al fin se acercaban a la parada donde habían de quedarse. Jimin debía ser cuidadoso, puesto que él sabía muy bien que aquella parada era donde debían quedarse pero aun así no oprimió el botón y se quedó quieto en su lugar esperando que la castaña lo hiciera. En cuanto ella lo hizo, el buscó su mirada, esperando ser correspondida por la chica, pero ella parecía bastante interesada en el suelo del bus, lo que a Jimin le pareció muy tierno y esperó pacientemente a que ella pasara por su lado para ir detrás de ella.

Su Min caminaba lento pero no demasiado lento para no dejar que Jimin alcanzara su paso. Este iba siguiendo sus pasos y mirando de vez en cuando la cabeza de ella, con la ilusión de que estuviera mirándolo en secreto pero tal vez, pensó él, era demasiado lento en volver la vista, porque él nunca encontraba aquellos ojos cafés mirando en su dirección. Se sentía algo decepcionado pero se tranquilizó al pensar que por fin la había encontrado y eso era suficiente.

Jimin sabía muy bien que al irse a vivir justo en la casa de su amiga era una excusa para estar aun más cerca de la castaña. Su plan ya iba en progreso y tenía que lucir como si fuera una simple coincidencia. Casi perfecto.

El camino fue silencioso para ambos jóvenes. Ninguno se atrevió hablar.

Su Min pensaba lo extraño que era Jimin.

Jimin pensaba en lo hermosa que era Su Min.

Aunque ambos iban a cortas distancia de cada uno, la intensidad con la que se pensaban era aun más interesante. Dos personas que se pensaban pero que no tenían intención de acercarse.

Sin siquiera pedirlo o esperarlo, en un árbol de gran altura, pegado a este se encontraba un ángel guardián, mirándolo quedo con su mirada igual de azul y profunda como el mar. Jimin sabía muy bien de quién se trataba puesto que había sido él con quien se había encontrado el día que se suponía sería el día de su partida, el mismo día en que vio a Su Min. A Jimin le tembló el labio inferior, sintió que su corazón lo exprimían como una naranja y poco a poco salía su jugo, solo que este no era un amarillo pálido, sino un rojo intenso.

Dos lágrimas diáfanas, lentas por sus mejillas resbalaron, las palabras del ángel, sin ser pronunciadas pero que Jimin las había captado por la firmeza de su mirada, una realidad que le sacudió como un torbellino y sintió ser lanzado lejos de Su Min; el tiempo se acababa.


ーwinter bird; pjm♡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora