Capítulo 4

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Logan

Siento sus labios recorriendo mi pecho. Veo cómo va dejando un rastro de pintalabios rojo que no me gusta. Le doy la vuelta poniéndome encima de ella, acaricia sus pechos y me mira mordiéndose el labio inferior. Abro sus piernas y cojo el preservativo que hay encima de la mesa de noche, me lo pongo y no tardo nada en adentrarme en su interior de una sola embestida.

Sus gemidos invaden la habitación, siento el placer del momento pero nada más. Termino rápido y ella me mira con la esperanza de más. Para mí, el juego ha acabado aquí. Me levanto, tiro el preservativo a la basura y voy al baño. Necesito una ducha urgente.

Dejo que el agua caliente se lleve los restos de pintalabios y sudor. Mi corazón no se ha acelerado y por supuesto, no he sentido nada de amor. Debo reconocer, que como hombre, el sexo me emociona aunque una vez alcanzado el éxtasis, pierde interés para mí.

Termino de ducharme intentando no pensar demasiado, estoy cansado y todavía tengo trabajo por hacer. Ella sigue ahí, en la cama, con la esperanza de más. Sonrío pensando en su cara cuando la eche de aquí. Me mira con lujuria, sé lo que quiere, pero no estoy dispuesto a dárselo.

-¿Todavía sigues aquí? -pregunto con toda la maldad que tengo. Espero que se enfade y así no la tendré que ver más. Ella suelta una risita y yo la miro.

-¿Debería llamarme Aiden para que me hicieras caso? -Levanta la pulsera que siempre llevo y me cabreo. No voy a consentir que su nombre salga por la sucia boca de esta mujer. La hace rodar entre sus manos e intenta ponérsela. Hasta aquí ha llegado el caballero que hay en mí.

La cojo por el cuello y la estampo contra la pared. Sus ojos se abren de par en par y me mira sorprendida. No esperaba esta reacción de mí, aunque se sabe que la paciencia no es mi fuerte.

-Ni en tus sueños llegarías a ser Aiden. Si vuelves a decir su nombre, te mataré; si vuelves a tocar mi pulsera, te mataré; y si no te largas ahora mismo, te mataré también. -La suelto de golpe y ella tose. Yo le quito la pulsera y me la pongo en la mano izquierda. No me la suelo quitar, pero no me gusta utilizarla mientras estoy metiéndome entre las piernas de alguna mujer.

Se viste rápidamente y no vuelve a decir nada. Ni siquiera me mira y yo se lo agradezco. Sé que la hubiera matado en ese mismo momento. Ha tocado lo más sagrado para mí y eso es algo que no perdono.

La escucho refunfuñar, pero no le hago caso. Ha llegado muy lejos tocando mis cosas. Después de ponerme de nuevo la pulsera, por algún motivo, mi corazón se siente aliviado.

-Vaya, parece que la has hecho enfadar.- Me sorprendo al escuchar la voz de Claire. Normalmente, hablamos por teléfono y, cuando viene no le abro la puerta.

-¿Cómo has entrado? -pregunto sin mirarla.

-Yo también me alegro de verte. Tu amiga no ha cerrado la puerta. -Se sienta y mira a su alrededor. Sí, mi casa es un desastre.

-¿Qué quieres?

-Nadie diría que somos mejores amigos desde la infancia. ¿Cómo te va? -No puedo evitar reírme. ¿Enserio?

-Eres mi editora, sabes la respuesta a tu pregunta. -Solo quiero estar tranquilo, sin nadie a mi alrededor. Pero conociendo a Claire, no tiene intención de irse.

-¿Sabes? Te traía buenas noticias, pero me lo he pensado mejor y voy a darte las malas. -¿Buenas noticias? Viniendo de ella, no sé qué pensar.

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