...

739 17 0
                                    

     -Cosa que no deseo.

     -Pero mi tía le prometió que le sería presentada, y ya la conoce usted. Además, el padre Sandino espera hacer de usted una buena religiosa, para que mi educación sea completa.

     -¡Ya!...

     -Y opina que mi primo no vea a usted.

     -¿Conque en todo se mete ese cura? -pregunté.

     -Así parece.

     -¿Y tiene ascendiente sobre tu tía?

     -Mucho; puede decirse que es al único a quien respeta y atiende.

     -¿Y a tu primo?

     -Gustavo poco y nada se fija en lo que ocurre en su casa, porque mi tía es la que gobierna. Vive muy apartado, dedicado solo al estudio.

     -¿Gustavo Moreno se llama tu primo?

     -Sí, señorita.

     -¿Es doctor en Medicina y Cirugía?

     -Sí; pero no ejerce su profesión porque necesita descanso. ¿Le conoce usted?

     -No estoy segura de haberle visto, pero lo he oído nombrar varias veces. Yo pensaba que tu primo sería un muchacho de unos 15 años, y no el doctor Moreno.

     -Pues él es; ya lo verá; es alto y galán. Mi tía dice a sus amigos que muchas jóvenes quieren casarse con él; pero que ella ya le tiene elegida la que le gusta para nuera.

Me eché a reír de la ocurrencia de la señora.

     -Y él, por supuesto, recibirá por esposa la que su madre le entregue- dije.

     -Así dice mi tía.

     -¿Y por qué no querrá el padre Benigno que el doctor me vea? ¿Pensará que soy coqueta y que voy a dar algún escándalo en la casa?

     -No debe tener ese concepto de usted. Él solo dijo que usted era joven y agraciada y que podía, aunque solo fuera por pasatiempo, gustar a mi primo, y que eso acarrearía ciertas dificultades en la casa.

     -¿Y tu tía?

     -"No es la señorita Olmedo quien puede gustar a mi hijo: ya le tengo la novia de su misma clase social, y no se fijará en institutrices" -dijo.

     -"No hay que fijarse mucho, señora; aunque yo procuraré aconsejar bien a esa joven, que supongo es buena" -objetó el cura.

     -¡Y tanta falta que me hacen sus consejos! Por lo que hace a tu primo, no tengo interés en conocerle, y menos si se parece a tu madre.

     -En nada se parece a ella y no tiene la culpa de lo que proyectan acerca de él.

     -Es verdad; pero no trataré de verle.

     -No está aquí, pero cuando regrese de la finca, es seguro que va a desear conocer a mi institutriz.

     Es posible; y en ese caso, con mi conducta digna y mi carácter reservado y frío, demostraré a ese cura caviloso y a doña Micaela, que no he venido a esta casa a inquietar al "señorito", sino a cumplir con mi deber; fuera de que sé que una joven como yo no puede llamar la atención de nadie.

     -En cuanto a eso... -dijo Adela tímidamente.

     -¿Qué? -la interrumpí.

     -Pienso que no es posible ver a usted sin quererla.

Blanca OlmedoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora