Parte 54

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  -Oh, Dios, esas preguntas que se te cruzan por la cabeza-se quejó-. Escucha bien y no me hagas repetirlo otra vez con alguna de tus preguntas nocturnas que luego alteran mi sueño y me dan insomnio.

Apreté los labios. Freddy pasó uno de sus brazos por mi cintura y me atrajo a él.

-Te amo, te amo como a ninguna mujer, grábatelo, ________ Leyva.

Le sonreí mientras una estúpida lágrima caía por mi mejilla. ¿Podía ser acaso más hermoso? Claro, él siempre me sorprendía con sus encantos.

-También te amo, Freddy.

-Cariño, no entiendo como puedes sentir celos de Austin.

-No son celos-me quejé-. Él es mi pequeño Austin y tú eres mi Freddy, no hay duda de que me perteneces, pero a veces me parece que te gusta estar más con él que conmigo.

-Lo último que voy a decirte por ahora es que, contigo me gusta compartir mucho y sabes a lo que me refiero, no tan solo en la cama, si no, viajes , compras, simplemente tomarte de la mano en un extraño lago al que te gusta ir más a que ningún otro lugar, pero con Austin me gusta jugar, enseñarle cosas, darle lo que mi padre nunca pudo darme, ¿comprendes eso?

Si una lágrima había parecido estúpida al principio, esta era una chorreadura de estupideces. Freddy me sonrió tiernamente y pasó el dorso de su mano por mi mejilla, llevándose las saladas lágrimas que recorrían mis mejillas.

-Eres tan hermoso que... que...-me quedé callada. Freddy me besó-. Me dejas sin palabras.

-No tienes por qué responder-volvió a besarme-. ¿Alguna otra duda?

-No.

Negué con la cabeza a la vez que hablaba. Freddy volvió a besarme, pero esta vez, con más intensidad. Ese pequeño beso, se transformó en la fuente de hormonas alborotadas que pronto serían calmadas por el éxtasis de esa noche.

El pequeño aparato que daba sonidos de la habitación de Austin, sonó. El pequeño sollozaba entre sueños. Su respiración era agitada y no tardó en llorar a gritos.

Freddy cerró los ojos con fuerza y se bajó de encima de mí.

-Voy yo-dijo y se sentó al borde de la cama.

-Deja, voy yo-hice lo mismo.

-Vas a enfermarte si sales de lo tibio, métete allí, ya lo calmo y vuelvo a la cama.

-Al revés, Freddy-le dije y me coloqué las pantuflas-. Las tres noches pasadas, has ido tú con la misma excusa. Te quedas allí.

Y sin pronunciar otra palabra, yo salí de la habitación mientras Freddy se quedaba sentado sobre el borde de la cama.

Entré a la habitación de Austin. El niño movía sus manos y se frotaba los ojos para luego soltar otro sollozo.

-¿Qué es lo que le sucede a mi nene?-pregunté tomándolo en brazos.

Austin, al sentir el calor materno, dejó de llorar y apoyó su cabeza sobre mi hombro. Besé su mejilla y él cerró sus ojos con suma delicadeza, para luego, respirar sobre mi cuello. Necesitaba a alguien que lo cuidara mientras él conciliaba su sueño. Decidí no dejarlo en su cuna, para así, llevarlo a la cama con nosotros. Freddy se pondría feliz.

-¿Qué era lo que...?-su pregunta quedó en el aire al verme entrar en la habitación-. Y luego soy yo.

Reí levemente y acosté a Austin en el medio de la cama. Sus finos cabellos rubios, se movieron y abrió sus ojos celestes para cerrarlos nuevamente. No porque era su madre lo decía, pero, el niño era precioso.

La Bella y la BestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora