—¡Esta escena será un boom!
Enarque una ceja y negué comprendiendo la razón de tantos halagos. El señor James temía que yo renunciara a la película, al parecer había encontrado una nueva manera de chantajearlo.
—En serio, Rain —sonrió entusiasmado— excelente trabajo.
—Gracias —le guiñe un ojo y tome mis cosas dispuesta a marcharme.
—Espera, ¿a dónde irás? ¡Aún quedan escenas por grabar!
—Lo siento —arrugue la nariz— no tengo ganas de seguir grabando por hoy.
—Si, pero tienes un contrato que...
—Contrato que puede irse fácilmente al caño si renuncio.
—Oh no, ni pienses en hacer algún tipo de chantaje.
—¿Chantaje? —reí— yo solo digo la verdad, el contrato me importa muy poco. Fácilmente puedo llamar a mi agente y renunciar.
—¡No! —rió nervioso— tienes razón, puedes irte, creo que fue suficiente por hoy.
—Perfecto, adiós.
Sonreí victoriosa y salí del set. Mi sonrisa se borro al no encontrar paparazzis ni fans afuera.
A raíz de lo ocurrido la otra noche, la seguridad les había negado la entrada y no negaba que me sentía mucho más cómoda de esa forma, pero... era extraño.
Realmente lo era.
Al subir a mi auto, mi cabeza instantánea mente volvió a la noche anterior. La pelea con mi madre y mi hermano, el chico extraño en mi departamento y su desaparición... demonios, estaba preocupada.
Y la idea de estar ganando mala fama por lo ocurrido con ese fan tampoco me ayudaba demasiado.
Un gran dolor causado por el estrés se instaló en mi cabeza al empezar a conducir, no podía seguir así. Necesitaba alejar todas las preocupaciones y sabía muy bien la única forma de hacerlo....
Al llegar a mi departamento saque mi teléfono de mi bolso, y marque enseguida el número que ya conocía de memoria.
Marcus Williams.
Modelo, inteligente, Dios griego y la persona más dulce y amigable de este mundo.
Él era el único chico al que llamaba siempre que se me antojaba un buen polvo, y él, con gusto, venía enseguida a mi departamento.
Al segundo pitido, la ronca voz de Marcus me hizo sonreír.
—Hola, Rain.
—Hey, ¿dónde estás?
—Acabo de regresar de Milán, estoy en mi departamento.
—Necesito liberar tensión, ¿vienes al mío?
—Eso ni se pregunta. Estoy allá en diez minutos.
—Muy bien —sonreí, aún así el no me viera— entonces te espero.
Colgué la llamada y me lancé al sofá. Marcus era un chico extremadamente guapo, un Dios griego como había dicho antes. Modelaba en grandes pasarelas y era bastante reconocido.
Mi madre lo amaba, para ella él era el indicado para mí y por esa razón, no aprobaba ni comprendía nuestra extraña "relación".
La verdad, no había mucho que comprender. Nos llamábamos cuando necesitábamos un revolcón, pasaba lo que tenía que pasar y listo.
Éramos como... amigos con derechos. Yo no quería ningún compromiso por los momentos y el lo entendía, jamás me había exigido tener algo serio a pesar de querer estabilidad. Realmente, le agradecía eso.
Lo consideraba mi amigo y le quería, por eso jamás tendría nada serio con él. Sabía perfectamente que todo terminaría en rumores, corazones rotos y raras teorías de fans y periodistas chismosos.
No gracias. Pasaba de esas cosas.
El sonido de mi celular me saco de mis pensamientos. No me hizo falta leer el nombre, estaba segura de que era Marcus.
—¿Ya estás afuera?
—Hija... —mi madre.
Genial, para la próxima leería la etiqueta.
—Hola, mamá —solté un suspiro de cansancio.
—Rain, lo de la noche anterior no estuvo bien.
—Lo sé.
—Cariño, yo solo busco lo mejor para ti —bufó– eres mi hija y te amo, también amo a tu hermano y me duele que su relación sea catastrófica. Me duele que todos peleemos siempre. Deberían...
—No, ni se te ocurra pedirme que me disculpe con Gail.
—Solo escúchame, creo que si...
—Mamá, dije que no —resoplé— ¿por qué no le dices a él que se disculpe conmigo?
—Sabes muy bien que con tu hermano todo es más complicado, no le puedo pedir eso.
—Ya, pero a mí si —blanquee los ojos— mamá, puedes conseguir que te pida perdón a ti porque te amo y entiendo tu preocupación. Pero no creas que a ese inepto le diré que lo siento.
—Yo... yo solo quiero que mis hijos vuelvan a ser los de antes.
No, no, no, ya sabía por dónde venía esto.
—Por favor, no digas eso.
—Ya, yo... no importa.
—Mamá, tengo que colgar.
—Solo piénsalo cariño, y en serio, cuida tu comportamiento.
—Ya, adiós.
—Te amo, hija.
—Yo también te amo.
Deje el teléfono en la mesa de cristal y solté un suspiro.
Siempre era lo mismo, peleábamos, yo regresaba a mi departamento, ella me llamaba y trataba de que le pidiera perdón a Gail. Era una rutina que cansaba y dolía.
Yo sabía perfectamente que no era ninguna santa, mi comportamiento era del asco y mi vida era un desastre. ¡Pero mi hermano tampoco era ningún pan De Dios, y al parecer, mamá no veía eso!
Que mi madre siempre peleará conmigo por estupideces me dolía, la amaba más que a nadie en este mundo, a pesar de todo era mi madre. No podía odiarla y muy dentro, me importaba lo que ella dijera o creyera.
Y en serio, dolía que ella tuviera a Gail en un pedestal y a mí como la mala que siempre necesitaba cambiar.
Estaba cansada de eso.
El timbre de mi departamento sonó y mi ánimo subió, Marcus había llegado.
Abrí la puerta y en seguida mis brazos lo rodearon.
—¡Rain! —rió— me vas a asfixiar.
—Ya, lo siento.
—Y cuéntame, ¿para que requerías mi presencia?
—No te hagas el idiota y bésame.
—Como desees.
Sus labios chocaron bruscamente con los míos, ambos conocíamos a la perfección la boca del otro. Conocíamos cada esquina del cuerpo del otro y nuestras debilidades.
Rápidamente sentí sus manos en mis muslos y luego, mis piernas ya estaban rodeándolo. Ambos estábamos cegados por el deseo y las ganas de llegar a mi habitación.
—Dime que no está vuelta un caos y no tropezaremos con ningún zapato.
—Está ordenada —mi boca chocó nuevamente con la suya— no tropezaremos con nada.
—Con eso me basta....
Deslice la suave tela del vestido veraniego por mi cuerpo y fije mi vista en Marcus.
—¿Qué pasa? —enarque una ceja.
—Nada.
—Te conozco, ¿que tienes?
—Es solo que... —suspiró— Rain, siempre nuestra relación ha sido la misma, amigos con derechos.
—¿Y? Ambos estamos cómodos con eso.
—No, tú estás cómoda con eso.
—Marcus, ¿de que demonios hablas?
—De que me gustas, en serio lo haces.
Demonios.
—Y antes de que digas algo, ya sé que no quieres nada serio.
—Entonces, ¿que esperas que te diga?
—Rain, quiero que lo intentemos. ¡Nadie se tiene que enterar si así lo quieres! —se acercó a mí y tomó mi rostro entre sus manos— solo te pido una oportunidad.
¿Una oportunidad? ¿Se había vuelto loco?
Me conocía, sabía quién era y como funcionaban las cosas conmigo. No podía estar diciéndome esto ahora.
—No te la puedo dar.
—¿Por qué? ¿Por qué le temes al compromiso?
—¡No le temo! —resoplé y me aleje de él— ¡solo no quiero enamorarme, no quiero y punto!
—Rain, por favor...
—No sigas.
—Solo te pido que probemos, que veamos que tal sale y que surge entre nosotros. Mira, si nos cansamos y queremos mandar todo a la mierda, okay, está bien, por lo menos lo intentamos.
—Marcus...
—Por favor.
—No.
—Estoy dispuesto a darlo todo por ti, dispuesto a aventurarme a esto y hacerte feliz —suspiro— solo necesito un sí de tu parte, linda.
—Deja de insistir, no es no.
—Solo te...
—No sigas —mi tono de voz era rudo, jamás le había hablado de esa forma pero ya había tenido suficiente— creo que es mejor que te vayas.
—Piénsalo.
—No hay nada que pensar, vete de mi casa.
—Bien, si eso es lo que quieres.
El sonido de la puerta de entrada siendo azotada con fuerza, me confirmó que se había marchado.
Deje escapar un suspiro y me encaminé a la cocina.
Necesitaba algún té o algo por el estilo. ¿Qué había sido eso?
El estrés que había liberado al acostarme con Marcus, había vuelto con todo lo que acaba de pasar.
No volvería a llamarlo, no por los momentos. Le gustaba al chico al que siempre le había dicho que lo mío era sin compromisos. ¿Por qué no lo había visto venir?
En los libros, en las películas... ¡siempre pasaba eso!
No quería terminar como esas chicas clichés que terminan enamorándose del chico. Prefería ahorrarme el sufrimiento.
—Vaya... eso fue intenso.
—Ni que lo digas.
Esperen. ¿Que demo...?
Mi mirada se dirigió a la imponente figura que me había hablado.
—¿Otra vez tú?
—Oye —rió— deberías sentirte privilegiada, no todas las chicas tienen la suerte de tenerme en sus casas.
—¿Suerte? Me estás jodiendo.
—No, aún no.
Solté un suspiro y lleve mis manos a mi cabeza.
Okay, definitivamente me estaba volviendo loca. Ese chico no era real, era producto de mi imaginación.
Podía hacer que desapareciera.
Solo necesitaba concentrarme.
Mi mirada choco con la suya, sus ojos eran de acaramelados, algo verdosos y brillantes. Era realmente atractivo.
—¿Qué haces y por qué me miras de esa forma?
—Eres producto de mi imaginación, trato de hacer que desaparezcas.
—¿Producto de tu imaginación?
—Ajá.
El rubio soltó una gran carcajada y se acercó a mí.
—No soy ningún amigo imaginario, preciosa.
—Tampoco eres real —blanquee los ojos— eres el resultado de mucho estrés.
—No lo soy, soy tan real como tú y como ese chico al que rechazaste después de acostarte con él.
—¡¿Nos viste teniendo relaciones?! Oye, eso es raro.
—No, pero los oí y créeme, no fue para nada lindo —hizo una mueca de asco— eres muy ruidosa.
—Ya vete.
—Ese es el problema, no puedo.
—¿Qué no puedes? —asintió— ¿Quien demonios eres y que haces en mi casa?
—Pues eso es exactamente lo que tenemos que hablar —suspiró y se sentó en mi sofá— ponte cómoda, es una larga historia.Marcus en la galería🤤
Créditos a mí hermosa amiga:Sofia castillo
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Dead Wings
FantasyElla era fuego, pecado y avaricia. El odio, resentimiento y dolor. Dos mundos distintos, una misma solución.