Porque me canse

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—¿Entonces...ella está...?
—Sí —el doctor sonríe triste— despierta.
—¿Pero... está? —pregunta Danel.
—Sí, sedada. Aún no sabemos que pudo causar aquella crisis.
—¿Estará bien?
—Eso lo sabremos cuando se le pase el efecto del suero —suspira— ella luchó.
—Dios.
Danel me envuelve nuevamente en sus brazos. Me habían servido de consuelo durante esta última hora.
¡Mi madre había despertado!
Según la enfermera, despertó, preguntó dónde estaba y de pronto empezó a gritar.
A pedir ayuda y a decir cosas extrañas.
La tuvieron que sedar... pero al menos había salido de ese espantoso coma.
Gina estaba tratando con los paparazzis, periodistas y personas que estaban afuera del hospital. En estos momentos no me importaba salir y abrazarlos a todos, estaba tan feliz de que mamá hubiese luchado por su vida.
—Señorita Mendes —el doctor llama mi atención— necesitamos hacerle unos exámenes a su madre.
—¿Exámenes?
—Sí, cuando se le pase el efecto necesitamos probar si hay algún otro daño mayor.
—Hagan que mi madre salga de esto, por favor.
El doctor nos dirige una sonrisa y se marcha.
—¿Estás bien?
—Estoy feliz de que haya despertado, aunque también algo preocupada...
—Tranquila —una sonrisa Colgate se forma en su boca— no habrá ningún daño grave.
—Eso espero.
—Sé que no lo querrás hacer pero... Gail necesita saber que despertó.
—Lo sé —bajo la mirada-aunque dudo que le importe. La única que estuvo aquí día y noche fui yo.
—Lluvia...
—Danel, en estos momentos no quiero pensar en Gail.
—Pero él...
—Prometo pasarle un mensaje luego.
No habíamos hablado sobre lo ocurrido hace rato, pero todo había estado algo incomodo desde entonces.
Yo no había pensado mucho en el tema. Cada que el momento venía a mi mente, lo rechazaba... no quería pensar en eso.
Estaba claro que tampoco estaba colada por Danel... pero sabía que algo estaba cambiado y si seguimos así, se volvería un sentimiento fuerte.
Y eso me daba miedo, entre mis planes no estaba enamorarme, no en estos momentos.
De los pocos buenos recuerdos que tenía con mi padre, resaltaba uno en el que me habló sobre enamorarse. Recuerdo cada detalle de aquel momento... él sólo se acercó a mí, me sonrió tristemente y dijo:
—Sé que algún día no estaré aquí, y por eso espero que recuerdes estás palabras si no llego a estar cuando ocurra.
—¿Cuándo ocurra? ¿Qué cosa, papi?
—Cuando te enamores, cielo.
Recuerdo haber hecho una mueca de asco al oír aquella palabra.
—Yo no me enamorare nunca.
—Si lo harás, créeme... nadie se escapa del sentimiento.
—¡Pero yo no quiero hacerlo, papi! ¿Cómo lo evito?
—Cariño, esa es la parte más hermosa y tediosa del amor... no lo puedes evitar. Te enamoras de la persona menos indicada y en el momento más inesperado.
—¿No se puede evitar?
—No.
—Papi, ¡yo no quiero enamorarme! ¡El amor es estúpido!
—Sí, cielo... el amor es estúpido, ilógico, nos hace caer profundamente.
—¡¿Caer?!
—Luego lo entenderás. El amor te cambiará para siempre, te hará ver las cosas de otra manera... y no importara cuan duro lo intentes, el sentimiento no se irá.
—¿Y cómo sabré cuando pase?
—Solo lo sabrás.
Sonreí ante el recuerdo... mi padre nunca había estado mucho en casa, tampoco solía salir mucho con nosotros. Pero nos amaba.
Los pocos momentos que pasó con mi hermano y conmigo los hizo inolvidables.
Y ese momento era uno de ellos.
Sus palabras quedaron tatuadas en mi cerebro desde ese entonces. Yo no quería enamorarme, seguía pensando igual que mi yo de seis años.
El amor es absurdo, asqueroso y estúpido.
Te hace sufrir y en mis planes no estaba hacerlo.

...
—Rain —Gina me sonrió— ya puedes pasar a verla.
—¿En serio?
—Sí, cariño... anda.
Me levante a la velocidad de un rayo de la silla, y corrí hacia la habitación de mi mamá.
Quería, no, necesitaba tanto uno de sus abrazos.
Abrí la puerta con cuidado y sonríe al verla.
Las lágrimas se acumularon en mis ojos.
Ella estaba ahí, con sus hermosos ojos abiertos... estaba despierta.
Lucía cansada y bastante demacrada, una de las lagrimas escapó de mis ojos al verla hacer un esfuerzo por levantar los brazos en mi dirección.
—N-no te esfuerces mucho, mami.
—Oh cielo, estoy bien —sonrió— ahora, ven y dame un abrazo.
No lo pensé dos veces. Me acerqué a su camilla y la abrace con cuidado, ni siquiera me esforcé en seguir reteniendo las lágrimas.
—Ya está, estoy bien... lo estamos.
—Tuve mucho miedo de perderte —dije entre llanto.
—Ya no llores, mi cielo, por favor —se le quebró lo voz.
Me separe de ella, sonreí y tome su mano. Estaba fría, tanto como un cubo de hielo.
—¿Cómo estás? —pregunté, causando que mi madre riera con esfuerzo— lo siento, ya sé que es una pregunta estúpida.
—Estoy bien, he estado mejor...  pero al menos estoy despierta.
—Vaya susto que me echaste, mujer —reí.
—Lo siento... yo no vi venir a esos chicos y...
—Tranquila, mami.
Ella sonrió y apretó mi mano.
—¿Y tú hermano? Deja que pase, quiero verlo.
Enseguida solté su mano. ¿Era en serio?
¿Me estaba preguntando por el maldito imbécil que no estuvo aquí en ningún momento?
Mi ceño se frunció. Era increíble...
—Mamá, Gail no está allá afuera.
Ella suspiró.
—¿Salió o algo?
—No ma, creo que no entiendes.
—No cielo, no lo hago.
—Gail... —Inhale— Gail no ha venido.
Ella me miró incrédula y después negó.
—Sé que debe ser difícil, pero él...
—No lo puedo creer —me interrumpió.
—Sí, yo tampoco pero...
—No puedo creer que me estés mintiendo de esta forma.
¿Qué?
Paren el carro... ¿había escuchado mal o ella en serio lo había dicho?
—¿Ah?
—Rain, me estás mintiendo —resopla— sé que Gail no tiene la mejor relación contigo, ¡pero no tienes ningún motivo para mentirme!
—Mamá, ¡no te estoy mintiendo!
—Ya basta, sal y dile a tu hermano que entre.
Las lágrimas amenazaban con salir nuevamente, pero estaba vez no las dejaría salir.
No volvería a mostrar que era débil. No me verían caer.
—Okay, está bien —suspire— puedo irme si es lo que quieres, pero te aseguro que el drogadicto que tengo por hermano no va a entrar por esa puerta.
—¡No te atrevas a llamar así a...!
—No mamá, ya basta. Estoy cansada de que siempre lo prefieras a él, de que ese imbécil este en un pedestal mientras yo estoy por el piso.
—No es así.
—¡Deja de negar lo cierto! —en este punto estaba alterada, estaba gritando— ¡¿Sabes quien estuvo sentada durante días y noches con la silla marcada en el culo?! ¡¿Sabes quién no ha dormido casi nada en semanas?! ¡¿Sabes quién ha tenido que aguantar la mayor parte de su vida que ambos padres estén ausentes?! ¡Te aseguro que Gail no!
—¡Yo siempre he estado ahí para ti, no puedo creer que seas tan malagradecida!
—¿Malagradecida? —reí irónicamente—. Te amo, y por eso es que duele tanto. Él sólo perdió a papá, yo los perdí a todos... y parece ser que ni tú ni él lo ven de esa
manera. Mamá, yo he tenido que luchar para estar donde estoy, he tenido que estrellarme, caerme, ignorar el dolor y levantarme. He tenido que vivir peleada conmigo misma por miedo, he tenido que conocer el significado de muchas cosas...mientras que tú siempre le has hecho todo fácil a Gail. Se droga, se emborracha, sabes que no está en buenos pasos... ¿y qué haces? Lo apoyas. Me canse de estar hundida en esta mierda y que nadie me ayude a flotar.
—Eso no es así —su mirada se nubla— Rain, yo te amo tanto como a tu hermano.
—No mamá, no tienes que mentirme.
—Hija...
No la dejó terminar, salgo rápidamente de aquella habitación.
Mis mejillas se empiezan a empapar y sé que ya no puedo seguir controlando las ganas de llorar.
Al ver a Danel ni siquiera dejo que pregunté que pasa. Me lanzo a sus brazos.
—¿Estás bien? —niego— tranquila.
—Vámonos de aquí, por favor —digo en un susurro.

...

Mi vista estaba fija en el piso de mi departamento. Parecía ser lo más interesante en este momento.
—Ten.
Danel me extiende una taza, enarco una ceja.
—No te voy a envenenar, es té.
—No quiero, gracias —susurro.
—Bien.
Deja el té en la mesa y se sienta a mi lado.
—¿Quieres hablar de lo que pasó?
—No.
—Rain, vamos, no te lo tienes que guardar.
—Estoy bien.
—No es bueno callar lo que sientes, ni mentir sobre ello.
—Danel, no quiero hablar sobre mis sentimientos —resoplé.
—Okay, entonces hablemos sobre el casi beso.
Mis mejillas se tiñeron de rojo.
—¿Sabes? Creo que es cierto, callarse los sentimientos no es bueno.
—Sabía que funcionaría —ríe—. ¿Y bien? ¿Qué pasó allá adentro?
—Ella solo... ella preguntó por Gail, quería que él pasara a verla —cubrí mi rostro con mis manos— cuando le dije que ese idiota no había estado allí, ella no me creyó.
—Oh.
—Ella dijo que no tenía porque mentirle, que le dijera a Gail que pasara y yo solo explote.
—Le dijiste todo lo que tenías guardado.
—Sí —suspire.
—¿Duele?
Asiento.
—Duele como el infierno.
—Rain, velo de una buena manera. Sacaste todo lo que tenias dentro, es un paso más...
—Ya lo sé, pero no puedo evitar que me duela. El dolor siempre demanda ser sentido.
Danel se quedo en silencio por unos minutos.
Luego, una sonrisa apareció en sus labios.
—Felicidades Rain, has superado la etapa de honestidad.
Lo miré incrédula.
—¿Qué dices que dijiste?
—Lluvia, fuiste honesta con tu madre —su sonrisa se ensancha— de alguna forma u otra, también te sinceraste contigo misma.
—¿Eso quiere decir qué...?
—Una etapa menos.
Sus brazos me envuelven en un cálido abrazo, pero yo quería más que eso.
—Estamos pisando terreno peligroso, Rain.
—Lo sé —susurre—. Hazme creer que vale la pena pisarlo.
Una vez más... estábamos cerca, nuestras respiraciones se volvían a mezclar y estaba segura de que si alguna palabra se escapaba de nuestros labios, estos se rozarían.
Ambos necesitábamos esto.
Danel relamió sus labios, haciéndolos aún más atractivos.
En este momento, no me importaba si luego me arrepentiría. Estaba dispuesta a eliminar ese molesta distancia, y así lo hice.
Nuestros labios encajaban a la perfección, como si estuviesen hechos el uno para el otro. No era un beso ansioso, necesitado o apresurado, era lento y definitivamente... me estaba matando.
Su lengua pronto se abrió camino en mi boca, explorando todo y jugando con la mía.
Estaba-besando-a-Danel.
Estaba-besando-a-un-angel-caído.
Nos separamos por falta de oxígeno.
Ambos agitados y acalorados.
Con mucho que decir y poco valor para decirlo.
—Yo... —comenzó, siendo interrumpido por el sonido del timbre— iré a abrir.
—Bien —susurre.
Mierda, ¡lo había besado!
—Rain, creo que te buscan.
—V-voy.
Aún algo acalorada por el resiente beso, me dirigí hacia la puerta de mi departamento.
Y allí estaba él.
—¿Alex?-este sonríe engreídamente
—Hola, Rain.-y en ese mismo momento mi mundo se vino abajo.

Créditos:Sofia Castillo

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