Quinto

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Harry

Era mi hora del almuerzo, por lo tanto salí del consultorio para ir al comedor. Tomé el ascensor, que por cierto, estaba vacío. Antes de poner el piso indicado, la enfermera Camille corre hacia aquí antes de que se cierren las puertas. Puse la mano, evitando que éstas se cerraran. Una vez ella adentro, se cierran y bajamos.

— Gracias Harry — ella suspira con una pequeña sonrisa.

— No es nada — le devolví el gesto.

— ¿Y cómo ha estado tu día? — me pregunta, mirando directamente hacia las puertas.

— Bien. Mucho trabajo, pero nada que no pueda controlar — dije con un poco de gracia, ella asiente comprendiendo.

— Lo imagino — me mira fijamente a los ojos.

— ¿Y a usted? ¿cómo le va enfermera? — pregunto interesado, las puertas se abren y ambos salimos.

— Genial. Un poco estresante tener que inyectar a niños llorones — queda frente a mí cuando ya estamos afuera del ascensor y ríe un poco al decir eso último — Pero todo bien. ¿Es la hora de tu almuerzo?

— Sí, sí — asentí — ¿Usted también va para el comedor?

— No, me gustaría, pero tengo que ir con el doctor Meyers para verificar el número de sustancias para la vacuna que iremos poniendo esta semana — encogió sus hombros — Pero me da gusto saludarte, ojalá pudiera acompañarlo, pero como te digo, me da gusto verte.

— Igualmente — me despedí de ella con un apretón de manos.

— Bueno, aquí me despido — ríe levemente al separase — Hasta pronto, disfrute su almuerzo — dice para poder marcharse.

Voy a la recepción, donde la señorita de ahí me hace firmar unos papeles. Me tiende una tabla legajadora con la información de los pacientes que tendría en unas horas más adelante. Escuché a alguien oyéndose mal en la sala de espera y mi sorpresa fue cuando vi a una de mis pacientes luciendo muy pálida. No dudé en bajar mi tabla de apuntes y en acercarme a ella y a su esposo.

— Muy buenos días señorita y señor Griffin — saludé, ambos me miran. Aquel hombre se le nota extrañado mientras que la señorita me mira supongo que con un poco de vergüenza.

— Hola, buenos días — saluda ella, sonando congestionada — ¿Qué hace por aquí doctor?

— Vengo pasando, ¿se encuentra usted bien? — me atrevo a preguntar, la respuesta era obvia pero quería saber la razón.

— Agarró un resfriado — dice su esposo, yo le miro — Estamos por pasar con el médico.

— Ya veo — asentí — Si quiere puede pasar de una vez. Oí que el médico Dunne solamente está firmando unos papeles, no tarda en terminar. Vayan, yo le aviso a la enfermera.

— Es muy amable doctor Styles — dice ella, levantándose junto a su esposo — Muchísimas gracias.

— No se preocupe. Pasen, es allá enseguida — apunto, ellos van hacia donde les dije.

Stella

— No tienes por qué insultar al doctor Styles, él está siendo generoso con nosotros. Míranos, hemos salido y tú ya puedes ir a tu oficina — le sonreí, él suspiró un poco.

— Lo sé — acaricia mi mejilla — Te amo, ¿lo sabes?

— ¡Mucho! — sonreí.

— Así es — besa mi frente — Mi cielo, ¿crees que puedas irte caminando a la casa? Ya voy muy tarde y no puedo desviarme.

— No te preocupes, lo entiendo. Además son tan solo unas cuadras, llegaré rápido — me separé de su abrazo — Por cierto, llevaré a González al veterinario.

— Asegúrate también de descansar tú, eh — se agachó un poco hacia mi vientre — Te amo bebé — plantó un beso ahí — Te amo Stella, hasta en unas horas.

— Ya, adiós dramático — reí y lo miré irse en su auto.

Llegando a casa tomé un baño y llevé a Gonzy al veterinario. Una vez que le pusieron sus vacunas, también pedí que lo bañaran ya que ahí también le hacían limpieza a los animalitos. Como si fuera un perrito diferente, González salió deslumbrante. Hice los pagos y me tendieron una cartilla de salud para él. Lo llevé a casa y yo salí sola al supermercado para comprar sus croquetas, productos de limpieza, un par de juguetes y un collar.

— ¿Perrito? — entré a casa, cerrando la puerta detrás de mí. González salió corriendo hacia mí — ¡Te he comprado cositas!

Abrí los juguetes y se los di. Él parecía muy contento. Mientras jugaba, serví su comida y se lo pasé. Como último, acaricié su pelaje mientras él estaba muy concentrado comiendo. Subí a mi habitación y me recosté un poco. Ya con la vacuna me siento mucho mejor.

Acaricié un poco mi vientre. Seguía sin creer que tenía una pequeña vida que iba a crecer de a poco. Estaba muy emocionada, no puedo esperar a tenerlo o tenerla en mis brazos. ¿Será niña o niño? Sea lo que sea, lo ansío en mis brazos. Cuando tienes el amor de tu vida viviendo junto a ti, felizmente casados, teniendo a un perro precioso y un bebé en espera... sabes que no puedes pedir más. 

Dr. StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora