POR QUÉ LOS NIÑOS SE ENFERMAN

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28 de Julio

Martes


Serían las seis y cuarto de la mañana, cuando salimos de casa para el hospital. La cita de hospitalización estaba para esa mañana. Todos amanecimos adustos, tristes. El único que se encontraba feliz con el viaje, era el niño. Para él solo significaba que iría de paseo en carro.


No nos habíamos alejado más de media cuadra de la casa, cuando JD nos hace detener porque se quedó la "tan dinda". Así que detuve el carro, regresamos y bajé a traer una de las imágenes pequeñas, pero él la rechazó diciendo:


"No Banca, la tan dinda gande."


Esta es una talla italiana de más o menos 30 CMS de alto, herencia de mi padre, porque era la que él mantenía en la finca de su propiedad llamada "La Milagrosa".


Por su comportamiento, tratábamos de entender si el niño intuía para donde íbamos y lo que posiblemente esperaba a su materia o era parte de su juego infantil y su inclinación por las imágenes religiosas.


En fin, desde que salimos pasaron cinco horas en trabajo y papeleos administrativos, así que hacia las dos de la tarde JD era admitido en el hospital universitario, para sus chequeos iniciales. Nos acondicionaron en media pensión hasta tanto se encontraba una habitación en pensionados.


Esta lóbrega habitación que inicialmente nos correspondió, mostraba las huellas del tiempo y sus antiguos ocupantes, no solo en los muebles del pequeño cuarto, sino en las paredes corroídas y manchadas.


Estaba en un sexto piso y la única ventana daba a un patio, donde se observaban camillas arrumadas, quizás para posteriores arreglos. Se veían tanques de oxígenos gigantescos, corroídos por el tiempo y el uso.


Una vez que se instaló el niño definitivamente en el cuarto que le correspondería ya casi hacia el final de la tarde, se le canalizó vena, para iniciar el muestreo sanguíneo necesario para los exámenes de rigor.

Al observarlo en esas condiciones y con ese panorama frío y sombrío que el atardecer daba al hospital, volví a derrumbarme. Otra vez las lágrimas afloraron torrencialmente, sin poder contenerlas. Era convulso mi llanto pues ahora si se evidenciaba la magnitud de la tragedia.

Fui muy egoísta, lo sé, pues solo pensaba en mi dolor y angustia sin importarme como se sentiría mi bebé.


De pronto oigo su vocecita: - "Banca no llore, ¿porqué llora?", con su manita libre trata de secarme las lágrimas. - Mi amor me cayó una piedrita al ojo, le contesté.

¿Sí Banca?, "venga sopo" y empieza a soplar aire en mi ojo.


Mis lágrimas aumentaron. ¿Cómo podría este pequeñín preocuparse por la suerte que corría su acobardada madre, más que por lo que a él le está aconteciendo?. Creo, que este es el maravilloso raciocinio de estos pequeños héroes, que no alcanzan a vislumbrar el cuadro de miseria humana que vivimos los adultos. De pronto mi hijo se queda mirándome y me dice muy serio:


"No llore Banca...... ¡Bendito sea Dios!"

Fueron Segundos los que transcurrieron después de esta expresión, pero los efectos que se originaron fueron contundentes.


De inmediato, se secaron mis lágrimas, se acabó mi angustia y desolación. Todavía estarían vibrando los sonidos de esta expresión en el cuarto, cuando empecé a sentir que me embargaba una paz infinita y a mi espíritu llegaba por arte de magia la comprensión y el discernimiento en ese momento.


Como en una visión fugaz, de pronto visualicé la muerte de mi hijo, con todas sus consecuencias y me vi serena, pacífica y con un frío raciocinio como si fuera simplemente una espectadora.

JUAN DIEGO, Luz y AmorWhere stories live. Discover now