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Al día siguiente desperté muy temprano  sintiendo un poco de ansiedad por conocer los "movimientos" de mi prometida pero eso no sucederá hasta la tarde. Fingí estar controlado durante el desayuno y el almuerzo frente a los fríos, a diferencia de la princesa que lucia radiante como nunca la había visto (desde que nos conocimos hace 2 semana y medias para ser exactos). Ella charlaba de muy buen humor con sus primos. Me agrada su cuando se encuentra tan feliz, me hace pensar que es la mujer perfecta. Con su original personalidad y su belleza física es como un destello en la opacidad... ¿Eso salió de mi?  Sorprendente, no conocía mis dotes de poeta... ¿Desde cuando digo frases cursis? Creo que me estoy enfermando por causa del frío infernal que debo soportar todos los días. He comenzado a delirar.

Luego del almuerzo el Coronel Carter me invitó a una charla pero desgraciadamente no podía hacerlo ya que tenía ése compromiso con la princesa y sus hijos, por eso que lo pospuse para mañana al medio día. Seguramente tiene que ver con la ayuda que nos ofrecerán con sus legiones, y ese tema es mejor tratarlo en otro momento con mucha calma cuando me sienta enfocado, ahora mi mente se encuentra enfocada en otros asuntos.

Al llegar al salón de entrenamiento observé detenidamente a mi alrededor con curiosidad. Nosotros tenemos establecimientos más abiertos debido a que no es conveniente utilizar ni enseñar el control del fuego en lugares cerrados. Lo que me agrada de éste lugar son la basta cantidad de armas necesarias para cada situación y utilidad.

Los hermanos grandullones entrenaban haciendo lagartijas con tanta ligereza que seguramente lo hacen desde que nacieron
¿Acaso el Coronel les daba de comer hielo seco cuando eran niños? Probablemente sí, pero no me atrevo a jugarlos más porque admito que eso es admirable ya que Joseph Flanke no tiene idea de lo que es la humildad de considerarse un soldado más, a pesar de tener un puesto importante (el cual yo jamás le habría otorgado).

— Hermano, mira quien llegó. El Príncipe afortunado –de un sólo impulso con sus brazos el Comandante se puso de pie y sacudió sus manos observándome despectivo como si le resultará gracioso mi aspecto. Lo único que cargo es mi espada, no necesito nada más. La fuerza bruta no es de mi estilo, y tampoco necesito lucir mi físico para demostrar mi habilidad.

— Que bueno verte Príncipe. Supongo que un Guardia te ha escoltado hasta aquí ya que no vienes con la Princesa –dijo el su hermano, el general. Éste se acercó ofreciéndome su mano e hizo un saludo que yo no acostumbro utilizar y ni siquiera conozco, pero supongo que es un gesto amistoso.

— Así es. ¿Ella llegará pronto?

— Creo que Benjamin llegará con ella en unos segundos. Supongo que no te molestará calentar un momento con nosotros –me "ofreció" el grandullón desagradable, pero algo me dice que eso sonó más como un reto o una burla de su parte.

— Para nada –respondí.

— Traes tu propia espada. ¿Podría observarla? –estiró su mano con la intención de tomarla, pero desgraciadamente no puedo dársela. Nadie toca mi espada.

— Lamento informarle Comandante que ésta espada es sólo de gran valor para mí, y no permito que nadie más la toque.

Él pareció un tanto inconforme con mi respuesta pero eso no es de mi interés, no voy a permitir que un frío tenga contacto con la espada de Hierro de mi padre.

— Eres demasiado entrometido Jonathan, es por eso que luces tan feo a tu edad con todas esas cicatrices –se burló de su hermano y éste rió.

— La mayoría fueron causadas por damas inconformes –cogió unas dagas de plata y las lanzó a todas de una vez dando en el centro de todos los blancos del salón– Las mujeres son más peligrosas que mis enemigos.

IGNITER. The prince's version (Skaði)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora