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Los chicos caminaban con aire triunfante por el comedor. No era de esperar que todos los demás chicos de la escuela quisieran entrar en su grupo. Quién no querría conocer a...

Harry, el que mató a Voldemort siendo un bebé.

Ron, el gracioso y fiel weasley que siempre apoyaba a Harry.

Neville, el de corazón puro que ayudó a sus amigos en momentos decisivos.

Theo, el sensato que les evitaba hacer estupideces.

Blaise, el bueno, el bromista del grupo y el más infantil.

Y por último Draco, el primer Malfoy en desobedecer a sus padres y juntarse con gente relativamente inferior a él, el guapo del instituto.

Siempre iban juntos y daba gusto verles así, la mayoría les envidiaban.

Y ahí estaban las chicas, quienes, como siempre les guardaban un hueco a su lado en la mesa del gran comedor.

Harry se sentó junto a Ginny y Ron delante de ellos.

Theo, Blaise, Pansy y Astoria estaban a su lado conversando animadamente.

Neville frente a Luna le contaba interesantes datos sobre sus plantas.

Draco, en una esquina, comía tranquilamente, esperando a que llegara el postre y a dicha castaña que no estaba presente.

- ¿Dónde esta Hermione? - preguntó.

- Seguramente en la sala del espejo de Oesed.

No hacía falta preguntar más, se levantó, avisó al resto de que iría a buscarla y se fue.

Los padres de Hermione habían muerto las pasadas navidades y ella todavía no lo había superado. Al no tener hogar en el mundo muggle, había puesto la casa en venta y había traido todas sus pertenencias a Hogwarts.

Sus amigos se iban turnando y la acogían como invitada en sus casas,  hasta que ella pudiese ahorrar lo suficiente como para establecer un hogar en el mundo mágico. Cosa que tenía pensada hacer junto a Harry, quién quería abandonar cuanto antes a sus tios.

- Da gusto ver que Draco se preocupa por ella - comentó Ginny.

- Si, ahora que todos hemos cambiado, todo es mejor - dijo Theo.

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Draco se detenía delante de la entrada de la sala del espejo.

Llamó con cuidado y abrió un poco la puerta.

- Hermione... ¿Puedo pasar?

- Si, claro.

Le apenó ver como la chica intentaba darle una leve sonrisa.

- No hace falta que finjas, todos sabemos por qué estas aquí y lo entendemos.

Al escuchar sus palabras a Hermione comenzaron a brotarle las lágrimas.

- No, Hermione no llores...

Caminó hacía ella, y se sentó a su lado.

- Lo siento, no me gusta ser tan débil, pero no puedo evitarlo...

- Tú no eres débil, eres valiente, fuerte, inteligente. ¿Quién habría sacado a Harry y Ron de antiguos problemas si no te hubiesen conocido?

Ella comenzó a sonreir.

- ¿Quién habría ayudado a Ron a aprobar el curso? ¿Quien hubiera liberado a los elfos de trabajar como siervos sin recibir una paga?

Dejó de llorar y centró su atención en el chico.

- Hermione, eres muchas cosas, pero no eres débil.

Draco se levantó y le tendió una mano, la cual ella aceptó encantada.

- Gracias, Draco.

Dicho esto se abrazó a él como si no hubiera un mañana.

- Muchas gracias - repitió.

El no dijo nada, solo correspondió al abrazo.

- Vamos, tienes que comer algo. Además, los demás también están preocupados y querrán verte.

- Todos sabíais que iba a estar aquí. ¿Por qué preocuparse?

- Preocupación no, pero si no estás, el grupo está incompleto.

- Eso no te lo negaré, moriríais sin mi.

- De felicidad, puede.

- Me gusta que conserves tú carácter arrogante.

- Y a mi que te moleste tal arrogancia.

Se sonrieron, eran muy buenos amigos y no había quien lo negase.

- Anda, vámonos.

- Sí, llevas delante del espejo demasiado tiempo, creo que ya le ha salido una grieta.

- ¡Draco!

Y riéndose fueron de vuelta al gran comedor, tenían que empezar a organizarse.

Había muchos planes por hacer.

Gracias por leer!

En busca de la felicidad - DramioneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora