Memoria selectiva

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Existe un tipo de comercio que genera en cualquier consumidor una alegría extrema difícil de disimular: las heladerías. En este lugar mágico sólo se ven caras sonrientes. Son verdaderas postales de felicidad. Porque no hay casi nada más plancentero en este mundo, que comer un buen helado artesanal. La pregunta "¿Vamos a tomar un helado?" figura entre las mejores que un ser humano pueda formular. Viene posicionada en la lista inmediatamente después de "¿Te querés casar conmigo?" Así de intensa es esta pregunta.

Ya en el camino hacia el nombrado comercio, la dicha se expande por todo el cuerpo, obligándote a sonreir cual niño en navidad.

Cuando llegás por fin, entrás entusiasmado y te lees todo el cartel encargado de informar los gustos que hay para elegir, aunque lo más probable es que pidas los mismos de siempre. Ya sabés cuales son tus preferidos, te llevó años de probar y probar hasta encontrar la combinación perfecta de tu felicidad (felicidad en términos gastronómicos, claro está). Contadas son las ocasiones donde te pega de innovador y elegís algo exótico tipo "frutos del bosque macerados en champagne francés", porque ya sabés que es muy probable que termines decepcionado. Muchos ya hemos caído en el curioso engaño de la "crema del cielo". ¡No la pidas nunca, es una trampa, te lo juro! No tiene luna, no tiene sol, no tiene estrellas, no tiene sabor, no tiene nada. No es de cielo, es sólo crema americana con colorante azul. Sad pero true.

Ahora bien, sea cual fuere tu elección, te comiste el helado, pasaste por unos minutos gloriosos de éxtasis absoluto y ahí es cuándo comienza el verdadero problema. La pregunta clave: ¿Cómo te limpiás? Toda la dicha conseguida sólo segundos atrás, se va al tacho de basura.

¿Conocés algún producto más inútil que las servilletas que te dan en las heladerías? Estarán hasta el fin de los tiempos en el top ten de los artículos más inservibles inventados por el hombre. Fueron diseñadas pura y exclusivamente para complicarte la existencia. A ver si somos claros, utilizan para realizarlas un papel satinado que no absorbe. NO ABSORBE, no limpia, simplemente embadurna todavía más, las manos que ya estaban embadurnadas con helado. ¿Te das cuenta que estamos matando árboles para la confección de dicha porquería?

Y cuando intentás limpiar a la criaturita que te acompaña, lo único que conseguís es esparcir el producto por toooooda la cara. Si el niño eligió frutilla y flan, por ejemplo, obtendrás una sustancia de color naranjosa, pero que nunca se desprenderá de su rostro. No te esfuerces, dije nunca. Como experimiento pictórico y cromático va bárbaro, pero cuando el fin primordial es limpiar, estás frito. Hemos de suponer a esta altura, que la elección de dicho papel (el satinado que no limpia) es una mera cuestión económica. Bueno te voy aclarando que no se están ahorrando nada, porque en vez de utilizar un sólo papel bueno para conseguir tu objetivo, usás 30 servilletitas de porquería y quedás sucio igual. Lo único que consiguen es que te vayas del lugar a las puteadas limpias, con las manos pegajosas y prometiendo no volver nunca más al establecimiento.

Por suerte todo esto se te olvida el fin de semana siguiente, cuando alguien te dice "te invito un helado" y la dicha se apodera de todo tu cuerpo, una vez más. En mi ciudad le dicen memoria selectiva.

Bolu-quejas de una mujer comúnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora