Esta entrada comenzó a gestarse a raíz de una charla con amigos. Entre pavada y pavada saltaba a la luz una verdad innegable y totalmente desconocida para mi "las editoriales, en general, no publican antologías de relatos". Esta afirmación funcionó como una patada directa al corazón. Fue entonces cuando vi como mis pocos sueños editoriales se ahogaban en aguas turbias y poco profundas.
Yo ya conocía la poca popularidad de la que gozan los cuentos en este espacio naranja que compartimos, pero pensaba que era una de las tantas rarezas de este extraño mundo virtual. Bueno, no. Parece ser que esta realidad se replica en la literatura de publicación.
Estoy indignada, INDIGNADÍSIMA. Por eso hoy vengo como defensora del relato corto. Ustedes no me pueden ver, pero en este momento sostengo una pancarta que dice "Aguanten los cuentos, carajo" Me encantaría sacarme una selfie y mostrarles, pero la operación de sostener el cartel y sacar la foto de forma simultánea me resulta muy complicada. Si alguien se quiere sumar, me avisa y armamos pancartas para todos, agregamos protestas en las redes sociales, con hashtags y toda la parafernalia del caso. Pasa algo parecido con los poemarios, pero ese no es mi fuerte y ya tendrán que salir los poetas a defender su lugar en el mundo. Yo soy cuentista, entre otras cosas, y es mi deber protestar en nombre de los cuentos.
Tengo la desdicha de ver cómo los relatos cortos son denigrados hasta el hartazgo. Lo vi luego de las nominaciones a los premios Wattys y lo veo, de tanto en tanto, en los discursos de los novelistas que piensan que extensión es sinónimo de calidad. Por suerte Wattpad hizo caso omiso a la queja general y decidió premiar varios relatos cortos que son verdaderas joyas.
Quiero hacer una aclaración acá, justo acá en este punto. Este no es un ataque contra los novelistas, todos sabemos la complejidad de escribir una novela. De solo pensar que antes de escribir tenés que hacer una investigación exhaustiva, fichas de personajes, cronologías, planeamiento de capítulos, y quién sabe cuántas cosas más, me invade la pereza y dejo el proyecto en el abandono. Nadie quiere sacarles mérito, lo digo de verdad, pero no se metan con los cuentos porque me voy a ver obligada a cascotearles todo el rancho.
Pero a pesar de mi indignación quiero ser honesta con mi persona y debo darles la razón en algún punto. Es fácil escribir un cuento. Claro, pero es muy difícil escribir un BUEN cuento. Y es casi imposible escribir un cuento MEMORABLE, de esos que se quedan en el recuerdo del lector por horas, por días o para toda la vida. Son los que acuden a tu pensamiento de tanto en tanto, después de revolotear por tu mente buscando salir a la luz una vez más. Solo hace falta una imagen, una situación, una palabra y la historia vuelve a cobrar vida en tu recuerdo.
Creo que he leído más cuentos que cualquier lector promedio, un poco por la edad y otro poco porque me despierta una verdadera fascinación el arte de decir mucho con muy poco. Podría recurrir al argumento de la falta de tiempo para la lectura, pero para ser franca, leo cuentos porque me gustan y no me da vergüenza decirlo. Quizás tenga que ver con la nostalgia que me produce recordar los cuentos infantiles que me leía mi mamá antes de dormir. O con las historias que inventábamos con mis amiguitas cuando éramos chicas y el único recurso contra el aburrimiento era la imaginación. O tal vez, sea el lema que marcó muchas veces las elecciones en mi vida "menos es más". Sea lo que sea, amo los cuentos. Leerlos y escribirlos también.
Ahora me voy a meter de lleno en mi aguerrida defensa. La principal característica del cuento es que es efímero y si no se capta la atención del lector desde el inicio se convierte en una batalla perdida. Por eso, la verdadera habilidad del cuentista reside en escoger cuidadosamente cada palabra. Debe pensar qué decir, qué mostrar, qué ocultar y qué dejar entrever. Y aunque algunos piensen lo contrario, contar una buena historia con pocas palabras es un desafío. A veces se pasan horas, días o meses (bueno, no exageremos tanto) hasta encontrar el primer párrafo adecuado, la frase clave, el tono correcto y la mejor forma de narrar la historia. En un buen cuento no hay lugar para relleno, ni para palabras inútiles, ni para diálogos que no tienen sentido, tampoco para descripciones muy largas. Saber descartar lo que sobra, lo que no aporta nada, es un talento literario que muchos se niegan a reconocer.
El cuento es conciso y preciso, no hay lugar para divagues y no los necesita. ¡Divague, no te necesitamos! No tiene que faltar nada y no tiene que sobrar nada para que cierre como un círculo perfecto, sólo así se consigue el éxito. Y cuando el autor logra el equilibrio adecuado, esa pequeña porción de texto se convierte en magia en estado puro.
La conclusión de todo esto es que los amantes de los cuentos hemos tomado una ruta poco transitada hacia la simplicidad y el despojo, y ese, amigos míos, es un viaje sin retorno. Odiaremos hasta el fin de los tiempos el adorno inútil, el palabrerío innecesario, la trama que da mil vueltas sin llegar a un lugar concreto y las descripciones eternas que no contribuyen en nada. Y ahora, a riesgo de ganarme el odio general, voy a declarar lo siguiente: no existe mejor crítico de novelas que un lector de cuentos. Porque son exigentes desde el inicio, van a ver cualquier punto flojo y sólo ellos logran detectar al instante el divague del autor. ¡Divague, no te queremos! Que un libro se ponga bueno de la mitad para adelante no es suficiente. Si la primera mitad es mala y/o aburrida, el lector de cuentos te va a abandonar sin miramientos. ¡Tomá! Tendrán que rever la primera parte, no sé, que se fijen.
Si mis palabras todavía no lograron convencerlos de las bondades de los relatos cortos, voy a dejar a continuación un listado de cuentos que considero memorables. Dice el dicho popular que para muestra basta un botón, pero quiero dejarles varios botones para que ustedes decidan cuál escoger. A su vez, si alguien quiere dejar una contribución en los comentarios, es más que bienvenido.
- A la deriva de Horacio Quiroga
- El río de Julio Cortázar
- El ahogado más hermoso del mundo de Gabriel García Márquez
- El barril de Amontillado de Edgar Allan Poe
- Funes el memorioso de Jorge Luis Borges
- La lotería de Shirley Jackson
- No oyes ladrar a los perros de Juan Rulfo
- Un artista en el trapecio de Franz Kafka
- Ascenso al carbón de Marta Nos
- La fiesta ajena de Liliana Heker
- Los besos de un amigo de Rosa Montero
- Los pocillos de Mario Benedetti
- Octavio, el invasor de Ana María Shua
- Amor de madre de Almudena Grandes
- El soplo de Angélica Gorodischer
- El general Romero de Roberto Fontanarrosa
- Quince asesinos salvan una vida de Ben Hecht
- Una niña perversa de Jehanne Jean-Charles
- Hay Dios de Raúl García Luna
Después me cuentan.
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Bolu-quejas de una mujer común
De TodoHola, hola. Probando, probando. ¿Se escucha bien allá en el fondo? Los interrumpo un momento para la presentación de este compilado de tonterías varias con aspiraciones de libro decente. Aspiraciones completamente infundadas, por supuesto. ¿Qué van...