Búscame como puedas (Trilogía "Como puedas" Segunda Parte)

Capítulo 16

-Ey, chicos -Iván entró en la habitación sosteniendo algo entre sus manos-, mirad lo que he encontrado. Estaba en la habitación del director.

Puso delante de nosotros una vieja radio que llevaba la famosa marca de Sony. Se nos pusieron los ojos como platos, era lo único que nos podía poner al tanto sobre lo que estaba pasando en el mundo.

-Se la ve vieja, pero puede que funcione.

Se la entregó a Guille sabiendo que él era un manitas con estas cosas y en seguida se puso a tocarle a los botones. Para nuestra suerte la radio funcionaba a la perfección. Una canción fue lo primero que escuchamos, hacía casi dos semanas que no oíamos nada de música y Noelia y yo nos miramos contentas. Esta radio nos iba a entretener bastante y nos iba a devolver un poco de alegría. Guille siguió buscando más frecuencias, intentando dar con alguna emisora de noticias. No tardó en encontrarla y lo que el hombre estaba contando era algo que ya nosotros nos habíamos imaginado.

-"Calles vacías. Ciudades y pueblos fantasmas. Las cárceles les ha servido de encarcelamientos para la cura que quieren hacer contra la homosexualidad. Los colegios han sido transformados en reformatorios donde niños desde los cinco años están empezando a aprender las nuevas leyes del mundo. Los adolescentes y adultos tienen solo dos opciones: unirse a ellos o trabajar de mala manera obedeciendo sus órdenes. O eso, o la muerte. La nueva generación se ha impuesto a base de fuerza y amenazas. La capital es todo una batalla campal donde un grupo de rebeldes, que cada vez va creciendo un poco más, intentan plantar cara a las autoridades que se han hecho con el país".

Todos nos miramos asombrados por lo que aquel hombre acababa de retransmitir. Habían hecho de Madrid un campo de batalla donde personas trataban de acabar con todo esto que estaba pasando.

-"Esto solo es el principio, señores -siguió hablando aquella desconocida voz-. Tienen dos opciones: O rendirse o luchar".

La imagen de Lucía muerta con una bala en la cabeza me hizo abrir los ojos de golpe. Al despertar vi las blancas patas del caballo caminando por una carretera y lentamente levanté la cabeza hasta ver que había estado abrazada a la espalda de Rocío.

-Hombre, por fin despiertas -comentó sin ninguna malicia.

-¿Dónde estamos? -pregunté confusa.

-Según un cartel que he visto hace unos metros, llegando al pueblo de Adriana.

-¿Cuánto tiempo he estado dormida?

-Desde ayer por la noche. Estabas tan tranquila que no quise despertarte -dijo en tono amable.

Me di cuenta entonces que una rebeca del internado estaba sobre mis hombros, protegiéndome del frío.

-Gracias por dejarme tu rebeca -le hice saber al momento.

-Hace mucho frío como para que vayas con un simple trapo. ¿Vas bien?

-Sí, tranquila. Solo estoy cansada.

-Yo también, pero no encuentro ningún lugar seguro donde quedarnos. Parece como si la tierra se hubiera tragado a la humanidad, no hay ni un solo alma.

Miré a mi alrededor y le di la razón. Ni una persona o animal. Ni un coche. Nada. Estábamos solas, montadas en un caballo y caminando por una carretera dejada de la mano de Dios.

-Sigue descansando -dijo palmeándose ella misma su espalda-. Cuando encuentre algo te aviso.

-Tampoco quiero molestarte cargando todo el tiempo conmigo.

-Necesitas descansar, así que haz lo que te digo. Y no me molestas para nada.

Rocío seguía teniendo su carácter, pero no dejaba de sorprenderme su cambio de actitud para conmigo. Supongo que el único abismo que nos separaba era Adrián. Le hice caso y, sintiéndome extraña, volví a apoyar mi cabeza sobre su espalda. Cerré los ojos y no tardé en quedarme otra vez dormida gracias al caminar tranquilo del caballo.