Capítulo 10

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Salimos del refugio, cogí una rama de árbol del bosque para que le sirviera a Guille de apoyo y entramos al internado donde casi todo había quedado destrozado. Del despacho del director solo quedaba en pie la mesa, lo demás todo roto y esparcido por el suelo. En las habitaciones estaba toda la ropa de los alumnos hecha jirones y algunos colchones y camas enteras ocupaban los pasillos. En las clases algunas pizarras habían sido descolgadas de la pared, las mesas tiradas y algunas sillas habían sido rotas a base de golpes. La mayoría de cosas estaban inservibles, pero con la ingenuidad de Guille y el esfuerzo de Iván, Noelia y mío conseguimos hacernos una especie de camping en una de las habitaciones. Nos llevó todo un día y parte de otro terminar con el trabajo, pero el resultado mereció la pena. Entre varios armarios que cogimos de distintas habitaciones hicimos un círculo ocupando toda la habitación, por encima de los armarios pusimos varias sábanas cosidas con aguja e hilo que cogí de las habitaciones de las limpiadoras. Entre Noelia y yo cosimos varias sábanas. 

Después con un martillo y clavos las sujetamos por encima de los armarios para utilizarlas de lona. El internado en invierno era un congelador si no tenía la calefacción puesta. Habíamos comprobado todo los suministros, solo teníamos agua y era fría, pero nada de luz. Por último, utilizamos otra sábana para terminar de cerrar el círculo y que servía como "puerta", por llamarlo de alguna manera. Así teníamos una gran tienda de campaña. Dentro metimos cuatro colchones para cada uno, a pesar de tener espacio tuvimos que juntarlos formando un bloque de dos arriba y dos abajo. Así lográbamos mantenernos un poco en calor entre las mantas, sábanas y colchones. Después cogimos provisiones para comer: toda la comida y bebida que encontramos en la cocina y en el almacén nos la llevamos a la habitación, ocupándola entera. Como no podíamos cocinar tendríamos que aguantarnos con comer fruta, galletas, chocolate, patatas fritas, etc. Guille aconsejó que cada día hiciéramos un inventario de todo lo que teníamos, sabíamos que tarde o temprano se nos acabarían los suministros. Por las noches nos alumbrábamos con las linternas que habíamos encontrado, nos sorprendió que hubiera tantas.

Finalmente, cogimos la poca ropa servible que pudimos para poder abrigarnos y cambiarnos de vez en cuando, el tema de la ducha no lo teníamos muy claro aún, bañarse con agua fría con el tiempo que estaba haciendo era una locura. Cuando llegaba la noche protegíamos la puerta de la habitación poniendo delante una de las pizarras tiradas y detrás de ésta un armario. Teníamos que estar seguros por si a los soldados se les ocurría volver. Guille siempre era muy despistado, pero me sorprendió su manera de idear todo este refugio sin que se le escapase ningún detalle. Según él, lo había aprendido de ver tantas películas y jugar tantos videojuegos. Durante todo el día solíamos permanecer dentro de nuestra tienda de campaña, habíamos encontrado un parchís un poco deteriorado y con falta de piezas, pero por lo menos nos entreteníamos con algo. Los días se nos pasaban muy lentos y la preocupación por nuestros amigos no nos dejaba dormir bien por las noches.

-¿Creéis que estén bien? -preguntó una vez Noelia con preocupación.

Nunca había tenido trato con ella, pero estos días que pasamos juntas me sirvieron para conocerla mejor y supe de ella que era una chica miedosa, callada, que no pone pegas a nada y que estuvo a nuestra disposición sin reproche alguno para poder hacer todos este refugio. Aún no entiendo como podía ser amiga de Rocío.

-Estoy segura de que sí, son fuertes -Traté de tranquilizarla-. Estarán bien.

Intenté sonar convincente, aunque el miedo y la preocupación rondaban mi mente como si intentaran decirme que no todo iba tan bien como desearía.





-Me alegro de que estés aquí -le dije a Alberto sin soltar su mano.

Él y sus padres vivían al lado de mi casa y nos habíamos criado juntos. Muchas veces sus hermanos venían a jugar a mi columpio, y Alberto y yo siempre nos lo habíamos pasado bien juntos, era mi mejor amigo, sin duda. Aunque hace un par de años, cuando murió su padre, tuvo que dejar el instituto y ponerse a trabajar para ayudar a su madre a traer dinero a casa. Ahora que los militares se habían llevado a su madre tenía que hacerse cargo de sus hermanos. Alberto era un chico alto, de espaldas anchas, cuerpo musculado que había forjado a base de trabajar en el campo, y que al igual que mi padre tenía el cuerpo bronceado por las horas que pasaba bajo los rayos del sol. Todas las chicas del pueblo iban tras él, era muy guapo y amable, pero apenas tuvo solo un par de novias, prefería cuidar de su madre y hermanos antes que distraerse con chicas. Es un chico muy responsable.

Me contó que al llegar los militares llevó a sus hermanos hasta la parte trasera de su casa donde había un pozo. Tomó entonces la peligrosa decisión de meter allí a sus hermanos. Los ató a una cuerda y los fue bajando de uno en uno con cuidado, cuando ya tocaron el fondo, sin agua desde hace años, bajó él, pero no llegó hasta el fondo, se quedó colgado de la cuerda hasta menos de la mitad, por si algún militar le daba por cerrar el pozo o cortar la cuerda, él estar pendiente y subir rápidamente para evitarlo. Cuando ya se fueron todos, salió del pozo y sacó a sus hermanos del mismo modo que los había bajado. Había logrado salvarlos de ser llevados por los militares. Al ver su pequeña casa destruida, sin nada que sirviera para habitar bien en ella, decidió probar suerte con la mía que había sufrido menos daños. Al entrar y ver el cuerpo de mi abuelo sus hermanos se asustaron por lo que decidieron quedarse en la planta de arriba, en mi habitación que era la que en mejor condición estaba.

-Pensé que te habían llevado a ti también -me dijo con su suave voz.

Entonces me tocó a mi contarle todo lo que me había sucedido: el descubrimiento de la trampilla, el túnel subterráneo, el búnker, el pequeño escondite. Todo. Y así pasamos la noche, consolándonos el uno al otro por nuestra familia que habíamos perdido de golpe y porrazo, aunque me guardé la existencia de Laura, no quería ni pensar cómo estaría si de verdad se la hubieran llevado esos malditos militares, por lo que trataba de no pensar mucho en ello y me convencía a mi misma de que estaba bien, de que era una chica muy fuerte y que seguro no le habría pasado nada. En ese momento me di cuenta de que no podía quedarme aquí escondida para siempre, debía salir a buscarla y por donde tenía que comenzar esa búsqueda era en el internado. Allí debo ir.

Búscame como puedas (Trilogía "Como puedas" Segunda Parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora