Capítulo 19

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Rocío se portó de maravilla conmigo, curó todas mis heridas dándome un respiro cada cierto tiempo para descansar del dolor, y además Adriana me estuvo dando galletas y agua, cosa que agradecí enormemente. La verdad es que no me quejé mucho porque ni si quiera me quedaban fuerzas para eso. Cuando me curaron manos y rodillas me pusieron boca abajo y terminaron de rasgar toda la espalda de mi "uniforme" para así poder curarme las heridas con facilidad. Rocío le dio instrucciones a Adriana de cómo debía hacer la cura y cuando sentí el fuerte escozor del alcohol sobre mis heridas tuve que apretar los puños y guardarme las ganas de levantarme y evitar que me siguieran haciendo daño. El dolor era insoportable, pero entendía que debía curarme cuanto antes. Por suerte Rocío fue parando de vez en cuando para darme descansos.

La verdad es que en esos momento pensé que Rocío llegaría a ser una muy buena médica, como sus padres, si seguía por ese camino. Por otro lado, Adriana no se movió de mi lado en ningún momento y me daba constantes muestras de cariño que tanto echaba de menos. Cuando por fin terminaron, Rocío llamó al chico que está fuera de la casa y le mandó que trajera algún colchón y lo bajara al salón. Alberto, me pareció oír que se llamaba, obedeció inmediatamente y a los pocos minutos bajó con el pedido. Adriana, tras él, traía sábanas y mantas para ponerlas en la improvisada cama. Entonces Rocío volvió a mandarle al chico que me cogiera en brazos y me tumbara sobre ella.

-Tiene que descansar unos días hasta recuperarse -le dijo ella a Adriana como si de una profesional se tratase.

Adriana se sentó a mi lado sin dejar de agarrarme la mano con cuidado.

-Vaya susto me has dado -comentó antes de darme un beso en la mejilla.

Al hacerlo, me fijé en el chico que nos miraba confundido. Supongo que en un pueblo no serán muy vistas estas cosas. Adriana se dio cuenta de que le estaba mirando y decidió presentarnos.

-Él es Alberto, un amigo de la infancia. Ellos dos son María y Pedro, sus hermanos.

Alberto me hizo un gesto con la mano en modo de saludo, mientras que sus dos hermanos agarraban sus piernas mirándome con curiosidad.

-Y ella es Laura -dijo ahora refiriéndose a mi-, es mi...

Adriana dudó un momento y eso me hizo recordar el momento vivido con sus padres. Como hice ese día, me adelanté a ella.

-Amiga. Soy una amiga del internado.

Adriana me miró con una tierna sonrisa, bajó la mirada y tomó aire.

-No, es mi novia -confesó con rotundidad.

Entonces volvió a levantar la mirada y me besó en los labios, creo que era la primera vez que mostraba sus sentimientos fuera del internado, y me gustó. Me gustó que fuera tan valiente. El gesto de sorpresa de Alberto no pasó inadvertido para mi, y por otro lado me hizo gracia ver la cara de asombro de los niños.

-Por eso quería ir con tanta urgencia al internado, Alberto -volvió a dirigirse a él.

-¿Os marchabais cuando llegamos? -pregunté.

Adriana asintió y respiró aliviada.

-Suerte que llegasteis antes.

-Bueno, tortolitas, me da pena interrumpiros, pero creo que cierta chica necesita cambiarse de ropa, ¿no creéis? -comentó Rocío interrumpiendo el momento.

-Metimos ropa en el coche -respondió Adriana al momento-. Algo habrá que le esté bien.

Rocío sin pensarlo se dirigió al coche y no tardó en llegar con ropa perfectamente conjuntada entre sus manos.

Búscame como puedas (Trilogía "Como puedas" Segunda Parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora